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LOS ARGUMENTOS DE LOS PELETEROS   

Por Luis Gilpérez Fraile


Ante el sustancial descenso del mercado de las pieles en toda Europa, la industria peletera inicia cada temporada grandes campañas de promoción sustentadas sobre argumentos radicalmente falaces, pero que pueden confundir a quienes no tienen otras fuentes de información. Para que puedas decidir conociendo lo que esconde la otra cara de la moneda, a continuación relacionamos tales argumentos junto a lo que ocultan tras ellos:

1º.- La propia industria peletera ha dispuesto estrictos controles para garantizar el origen ecológico de sus pieles (etiquetadas como "piel de origen controlado") avalando que no se usan pieles procedentes de animales protegidos.

No de puede ser juez y parte y pretender además un mínimo de credibilidad. La etiqueta de "piel de origen controlado" es un invento de la propia Federación de Peleteros. Las noticias de prensa nos hablan con harta frecuencia de requisas de ingentes cantidades de pieles de animales protegidos, evidenciando que no existen garantías de control. La aseveración de que "es imposible trabajar con artículos no controlados", es radicalmente falsa. Muy al contrario, las prendas de piel más caras son precisamente las procedentes de animales muy protegidos y en peligro de extinción. Las pieles requisadas en los controles aduaneros y en tiendas peleteras son posteriormente subastadas por el Estado y compradas de nuevo por los peleteros, que ya "blanqueadas" las introducen "legalmente" en el mercado.

La industria peletera ha sido la responsable de grandes matanzas de animales salvajes. Incluso en nuestro propio país hemos sufrido la desaparición de varias especies en muchas zonas por la presión peletera de otros tiempos (por ejemplo, las nutrias en muchos ríos de Andalucía). Los convenios internacionales que intentan frenar tan irresponsable depredación han sido forzados por ecologistas y animalistas, nunca por peleteros. Hoy se siguen capturando animales salvajes en países permisivos, cuyas pieles terminan en fábricas peleteras españolas. Sólo la industria peletera es la culpable de que aún no se haya conseguido la prohibición de capturar animales con cepos y la importación de sus pieles en Europa.

2.- En las granjas peleteras (donde se "producen" animales para obtener su piel) los animales son mantenidos en las mejores condiciones, casi con mimos, pues ellos, los peleteros, son los principales interesados en reproducir animales sanos.

Si la presión peletera sobre la fauna salvaje es ecológicamente inadmisible, la cría de animales para su uso en peletería es éticamente intolerable. En ves de la idílica imagen que sugieren frases como "cría junto a sus madres", "sacrificio con ausencia de sufrimiento", etc., el que visite una granja peletera se encontrará con animales hacinados en pequeñas jaulas, con madres psíquicamente afectadas que se comen a sus crías, con ejemplares mentalmente tarados que giran sin cesar en sus reducidos habitáculos: incluso después de varias generaciones reproducidas en jaulas, estos animales siguen teniendo genes salvajes que los impiden adaptarse a condiciones de cautividad.

Los métodos de sacrificio autorizados y aplicados son: el gaseado que provoca una larga agonía, la electrocución con un electrodo en la boca y otro en el ano. Pero también usan, por motivos económicos, de la asfixia por estrangulamiento y por desnucamiento.

Además, el control de estas granjas es inexistente: en Andalucía existen varias decenas de pequeñas granjas familiares dedicadas, entre otros, a la cría de chinchillas, y según un informe evacuado a nuestra solicitud por la Consejería de Medio Ambiente, ni una sola de ellas se encuentra legalmente autorizada.

3.-La industria peletera es un sector económico de primera magnitud en España y las campañas antipieles ponen en peligro muchos puestos de trabajo.

No podemos entrar en cuestiones económicas cuando el sufrimiento animal está en medio: la industria bélica mantiene muchos más puestos de trabajo que la peletera y pocos ciudadanos lamentaríamos su desaparición. Pero muchos peleteros han sabido "reciclarse" a tiempo y ahora comercian con otros tipos de tejidos (lana, algodón, etc.).

4.-Es un contrasentido criticar a la industria peletera y vestir zapatos de piel o utilizar otros muchos objetos de cuero: el cuero es piel.

La industria peletera sacrifica animales con el fin primordial de aprovechar su piel. Los restos de estos animales son un subproducto sólo aprovechado para reducir gastos. Los cueros utilizados en zapatos y bolsos provienen de animales sacrificados para consumo humano, es decir, subproductos que, por serlo, no tienen valor peletero: ¿Por qué los abrigos de piel de oveja no tienen valor peletero? Porque la piel de los animales sacrificados para consumo es barata y, por tanto, no cumple con uno de los requisitos peleteros: fomentar la vanidad.

5.-La piel natural es verdaderamente ecológica, cosa que no puede decirse de las pieles sintéticas.

El que otro sector económico (el que fabrica pieles sintéticas obtenidas a partir de derivados del petróleo) llame "piel ecológica" a las pieles sintéticas no es responsabilidad de los animalistas, que nos limitamos a señalar la inmoralidad de utilizar pieles de animales sacrificados para uso peletero o a defender soluciones alternativas a la peletería en base a productos naturales como la lana o el algodón.  

Si algún lector desea ver realmente lo que se esconde detrás de los abrigos de pieles, puede solicitar en ASANDA vídeos reales que muestran estas imágenes:.


PIEL DE ANIMALES SALVAJES

¡Clic! Un dolor infernal se le dispara por la pata delantera arriba. El zorro intenta retirarla y su propio esfuerzo lo aplana contra el suelo: ha sido atrapado en el cepo. El animal aguza las orejas y muestra sus dientes al extraño enemigo. Después la emprende con él a mordiscos. Los dientes restallas contra el duro acero y el pánico se va apoderando del animal.

He aquí el principio de una lucha atroz y prolongada en la que de antemano ya se sabe quién va a salir vencedor. Rabioso y enloquecido de miedo y de dolor, el zorro salta de un lado a otro, zarandeando violentamente el cepo. Una herida se le abre en la pata. Sigue mordiendo el hierro. Rechinando, se le rompe el primer diente. Después el segundo. Oleadas de dolor estremecen e invaden su cuerpo. Pero él sigue hincando los dientes, que se le van cayendo a pedazos. La angustia de la muerte le confiere fuerzas singulares. Le chorrea sangre del hocico y de la pata. La nieve se tiñe de rojo. Por momentos se le desvanece el sentido y permanece tendido y apático. Pero el dolor retorna. El miedo. La rabia y el desfallecimiento. Así pasan horas. Cada vez se alargan más los estados de apatía. Llega y transcurre la noche. El ansia de sobrevivir alienta todavía. Y de pronto ahí está, el dos piernas. De nuevo muestra sus dientes. Patético gesto: sólo cuatro raigones sangrientos le quedan en la mandíbula. Con ojos ensangrentados por el miedo ve caer el garrote. Un golpe sordo. Gimiendo queda tendido, inerte. Matanza atroz de un animal por su piel preciosa...


PIEL DE ANIMALES DE GRANJA

Corre y corre sin parar. Por los prados. Entre los matorrales. Encaramándose a un tronco. Con elegantes cabriolas se zambulle en el agua, sumergiéndose en sus profundidades... Una dentellada en la oreja le sobresalta de repente. Emite un bufido y devuelve el mordisco. Su compañero de celda le enseña los dientes. Un indescriptible hedor de excrementos de los otros cientos de miles de visones le atufa el olfato.

Su escapada había vuelto a resultar sólo un sueño. Como el de las otras doscientas cuarenta noches desde su nacimiento. Doscientos cuarenta días de vida en una jaula enrejada. En una de las cincuenta mil jaulas apiñadas en largas filas. Doscientos cuarenta monótonos y hediondos días, colmados de horror, dolor y agresividad. Comer, beber, excrementar. Siempre alerta a los ataques de sus compañeros de jaula. Obligado por sus impulsos congénitos a un desplazamiento continuo, se ve forzado a moverse en un espacio mínimo. Adelante, arriba, atrás, abajo. Adelante, arriba, atrás, abajo... hasta el agotamiento. Sueño corto. Sueños de libertad sin límites. De pronto se rompe la monotonía. Ayer no hubo nada de comer. Hoy tampoco. Los gruñidos y el alboroto alrededor se hacen cada vez más intensos y estridentes. El puño de un hombre, embutido en un grueso guante, lo atrapa. Chilla. Le meten brutalmente el hocico en un agujero. Gases ardientes le punzan. Pierde el sentido. Las manazas del hombre le doblan la cerviz hacia atrás, sobre el cuello. Se casca la nuca. Matanza atroz de un animal por su piel preciosa...

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