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¿Y MIENTRAS TANTO QUÉ?
(Editorial
del Boletín nº 27 de ASANDA, 4º trimestre
de 1996)
A todos nos gustaría vivir en una sociedad utópica en la que, no sólo las personas, sino también los animales, gozaran de los suficientes derechos como para llevar una existencia digna. Sabemos que es un sueño, pero ello no quita para que trabajemos en pos de aproximarnos lo más posible a ello. Dice el viejo proverbio, que hay que apuntar al cielo para alcanzar la copa de un árbol. Y apuntando al cielo, luchamos para que cada perro y gato tengan un dueño responsable. Para que no haya animales vagabundos. Para que no sean maltratados.
Dichos trabajos se plasman en campañas de concienciación ("El nunca lo haría", "Juguete roto", "¿Por qué?") en campañas pro-esterilización ("Esteriliza a tu perra o gata") en campañas pro-implantación de microchips ("Identifica a tu animal") en campañas pro-Ley de Defensa Animal y en multitud de denuncias públicas, administrativas y judiciales.
Confiamos en que con esta lucha (junto a la de muchísimas otras asociaciones y personas sensibles al problema) y con el tiempo, podremos aproximarnos poco a poco a nuestra utopía.
Pero mientras tanto ¿qué?. ¿Qué hacer con los miles de gatos y perros que ya deambulan vagabundos por Andalucía? ¿Qué hacer con los miles de animales que seguirán siendo abandonados cada año?
Según las estadísticas más fiables que hemos podido obtener, los centros de recogida de animales sólo logran "colocar" un 23% de los perros que acogen cada año, lo cual es algo menos del 5% del total de los perros que se abandonan en ese mismo espacio de tiempo. Y no parece fácil incrementar dicho porcentaje de adopciones.
Eso significa que si se pretendiera recoger a todos lo perros vagabundos en refugios, y mantenerlos allí hasta su adopción o muerte natural, debería contarse en estos momentos con unas 120.000 plazas (frente a las aproximadamente 5.000 que actualmente existen) y prever unas 30.000 plazas más cada año, lo que nos llevaría a casi medio millón de perros custodiados en refugios al cabo de diez años (sólo en Andalucía). Y de gatos, mejor no hablar.
Por ello, cuando nos encontramos con animalistas que, sin otros razonamientos que la tierna compasión, hablan de su radical oposición al sacrificio de los animales que se recogen, e incluso a las campañas de esterilización, se nos viene a la mente la imagen del avestruz escondiendo la cabeza.
A nosotros también nos duele que cada año se estén sacrificando en Andalucía (en zoosanitarios, pero sobre todo en refugios) cerca de 25.000 perros, pero aún nos duele más que otros 150.000 mueran atropellados, enfermos, torturados, cazados o en centros de experimentación ilegales.
Todo esto nos lleva a hacer una afirmación perogrullesca: mientras perros y gatos sigan procreando a las escalas actuales o próximas a ellas, el problema no tiene solución. Por tanto, hay que perseguir la reducción drástica y rápida de los índices de natalidad, y para conseguirlo no son suficientes las simples campañas de concienciación; los proteccionistas radicales (¿o simplemente desinformados?) debieran desenterrar sus cabezas, arrinconar su ineficaz compasión y poner manos a la obra.
Y mientras tanto ¿qué?. Pues he aquí un sólo dato: si las hembras dadas en adopción por los refugios, fueran previamente esterilizadas, en dos años se reduciría la población canina en el mismo número de perros que se sacrifica cada año.
A todos nos gustaría vivir en una sociedad utópica en la que, no sólo las personas, sino también los animales, gozaran de los suficientes derechos como para llevar una existencia digna. Sabemos que es un sueño, pero ello no quita para que trabajemos en pos de aproximarnos lo más posible a ello. Dice el viejo proverbio, que hay que apuntar al cielo para alcanzar la copa de un árbol. Y apuntando al cielo, luchamos para que cada perro y gato tengan un dueño responsable. Para que no haya animales vagabundos. Para que no sean maltratados.
Dichos trabajos se plasman en campañas de concienciación ("El nunca lo haría", "Juguete roto", "¿Por qué?") en campañas pro-esterilización ("Esteriliza a tu perra o gata") en campañas pro-implantación de microchips ("Identifica a tu animal") en campañas pro-Ley de Defensa Animal y en multitud de denuncias públicas, administrativas y judiciales.
Confiamos en que con esta lucha (junto a la de muchísimas otras asociaciones y personas sensibles al problema) y con el tiempo, podremos aproximarnos poco a poco a nuestra utopía.
Pero mientras tanto ¿qué?. ¿Qué hacer con los miles de gatos y perros que ya deambulan vagabundos por Andalucía? ¿Qué hacer con los miles de animales que seguirán siendo abandonados cada año?
Según las estadísticas más fiables que hemos podido obtener, los centros de recogida de animales sólo logran "colocar" un 23% de los perros que acogen cada año, lo cual es algo menos del 5% del total de los perros que se abandonan en ese mismo espacio de tiempo. Y no parece fácil incrementar dicho porcentaje de adopciones.
Eso significa que si se pretendiera recoger a todos lo perros vagabundos en refugios, y mantenerlos allí hasta su adopción o muerte natural, debería contarse en estos momentos con unas 120.000 plazas (frente a las aproximadamente 5.000 que actualmente existen) y prever unas 30.000 plazas más cada año, lo que nos llevaría a casi medio millón de perros custodiados en refugios al cabo de diez años (sólo en Andalucía). Y de gatos, mejor no hablar.
Por ello, cuando nos encontramos con animalistas que, sin otros razonamientos que la tierna compasión, hablan de su radical oposición al sacrificio de los animales que se recogen, e incluso a las campañas de esterilización, se nos viene a la mente la imagen del avestruz escondiendo la cabeza.
A nosotros también nos duele que cada año se estén sacrificando en Andalucía (en zoosanitarios, pero sobre todo en refugios) cerca de 25.000 perros, pero aún nos duele más que otros 150.000 mueran atropellados, enfermos, torturados, cazados o en centros de experimentación ilegales.
Todo esto nos lleva a hacer una afirmación perogrullesca: mientras perros y gatos sigan procreando a las escalas actuales o próximas a ellas, el problema no tiene solución. Por tanto, hay que perseguir la reducción drástica y rápida de los índices de natalidad, y para conseguirlo no son suficientes las simples campañas de concienciación; los proteccionistas radicales (¿o simplemente desinformados?) debieran desenterrar sus cabezas, arrinconar su ineficaz compasión y poner manos a la obra.
Y mientras tanto ¿qué?. Pues he aquí un sólo dato: si las hembras dadas en adopción por los refugios, fueran previamente esterilizadas, en dos años se reduciría la población canina en el mismo número de perros que se sacrifica cada año.
