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A tiempos revueltos, ferias de caza por toda España.
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Noticias
El Heraldo de Aragón, 25 septiembre 2008.
La bienal de la caza.
Este fin de semana se celebran las "II Jornadas de Caza Rural de Castiliscar"
J.M.T. Zaragoza--Dicen que estos son tiempos revueltos para la caza y los cazadores, por las restricciones de Ley de Biodiversidad, por los últimos roces con el Gobierno central, por las presiones ecologistas, por las precarias condiciones de algunas especies, por la excesiva diversidad normativa por la que ha decidido transitar este país en la materia, como si becadas, sarrios, jabalíes, corzos o conejos entendieran de autonomías y sus límites, por.... por mil y una razones.
Pero sea como fuere, el caso es que el mundo de la cinegética, en su más amplia acepción, sigue despertando aquí y allá una pasión honda, al mismo tiempo vieja y nueva, moderna y ancestral. Si centenares de aficionados se dieron cita el pasado fin de semana en Sabiñánigo, en Cazataria, en esta ocasión está previsto que lo hagan en Castiliscar, localidad de las Altas Cinco Villas, situada a escasos kilómetros de Sos del Rey Católico.
Allí, la Sociedad de Cazadores de San Román da impulso a una feria bienal que este año alcanza su segunda edición, y que desde un principio ha suscitado la pregunta de cómo es posible su formato y organización en una localidad pequeña, sujeta a las complejidades que padece en todo Aragón el medio rural. Seguramente tenga algo que ver en ello el tradicional arraigo que las prácticas cinegéticas han tenido en esta localidad. Castiliscar ha sido tierra de apasionados cazadores, de aficionados cuyas vidas vividas también al hilo de perdices, conejos, liebre y codorniz ya se fueron y de gentes que aún tienen en las salidas al monte uno de sus ejes vitales. Vienen a la memoria varios Pedros, y César, y José, y Máximo, y Manolo, y Cándido, y otro José, y Goyo, y Javier, y Crisantos, capaz de introducirse en el dominio del jabalí con la sola defensa de sus manos o de seguir un rastro hasta el infinito. Son algunos nombres propios, como el de Jesús Manuel Sánchez, alma de este encuentro cinegético, quien ha sentido el amor a las especies y al paisaje de su cuna desde siempre, de forma consciente y deliberada desde aquellos días en los que la culata hacía daño en el rostro y el retroceso le obligaba a dar algún paso atrás por más asentado que estuviera sobre el terreno. De esta afición secular y constantemente renovada, y del interés por dar mayor nombre al pueblo, surgió la iniciativa de organizar la feria, que en su primera edición constituyó un éxito de público y organización.
Castiliscar, en su variada extensión, en sierra y llano, fue siempre un buen cazadero de especies menudas, por cuanto allí encontraron cobijo, agua, alimento y refugio con cierta facilidad. Cuando aún no se había proclamado la extinción de los libres, era frecuente ver en determinados parajes coches llegados desde Zaragoza, o desde Bilbao y Pamplona. Eran -es cierto- otros tiempos, aquellas épocas de señoritos de las capitales que esperaban a que la semana laboral se consumiera para cazar la perdiz verdadera, la que no se deja y obliga, la que conoce el paraje y las quebradas. Hoy, a pesar de todos los pesares, todavía se conserva allí ese espíritu de caza original bajo la atenta custodia de la Sociedad de Cazadores San Román.
La bienal de la caza.
Este fin de semana se celebran las "II Jornadas de Caza Rural de Castiliscar"
J.M.T. Zaragoza--Dicen que estos son tiempos revueltos para la caza y los cazadores, por las restricciones de Ley de Biodiversidad, por los últimos roces con el Gobierno central, por las presiones ecologistas, por las precarias condiciones de algunas especies, por la excesiva diversidad normativa por la que ha decidido transitar este país en la materia, como si becadas, sarrios, jabalíes, corzos o conejos entendieran de autonomías y sus límites, por.... por mil y una razones.
Pero sea como fuere, el caso es que el mundo de la cinegética, en su más amplia acepción, sigue despertando aquí y allá una pasión honda, al mismo tiempo vieja y nueva, moderna y ancestral. Si centenares de aficionados se dieron cita el pasado fin de semana en Sabiñánigo, en Cazataria, en esta ocasión está previsto que lo hagan en Castiliscar, localidad de las Altas Cinco Villas, situada a escasos kilómetros de Sos del Rey Católico.
Allí, la Sociedad de Cazadores de San Román da impulso a una feria bienal que este año alcanza su segunda edición, y que desde un principio ha suscitado la pregunta de cómo es posible su formato y organización en una localidad pequeña, sujeta a las complejidades que padece en todo Aragón el medio rural. Seguramente tenga algo que ver en ello el tradicional arraigo que las prácticas cinegéticas han tenido en esta localidad. Castiliscar ha sido tierra de apasionados cazadores, de aficionados cuyas vidas vividas también al hilo de perdices, conejos, liebre y codorniz ya se fueron y de gentes que aún tienen en las salidas al monte uno de sus ejes vitales. Vienen a la memoria varios Pedros, y César, y José, y Máximo, y Manolo, y Cándido, y otro José, y Goyo, y Javier, y Crisantos, capaz de introducirse en el dominio del jabalí con la sola defensa de sus manos o de seguir un rastro hasta el infinito. Son algunos nombres propios, como el de Jesús Manuel Sánchez, alma de este encuentro cinegético, quien ha sentido el amor a las especies y al paisaje de su cuna desde siempre, de forma consciente y deliberada desde aquellos días en los que la culata hacía daño en el rostro y el retroceso le obligaba a dar algún paso atrás por más asentado que estuviera sobre el terreno. De esta afición secular y constantemente renovada, y del interés por dar mayor nombre al pueblo, surgió la iniciativa de organizar la feria, que en su primera edición constituyó un éxito de público y organización.
Castiliscar, en su variada extensión, en sierra y llano, fue siempre un buen cazadero de especies menudas, por cuanto allí encontraron cobijo, agua, alimento y refugio con cierta facilidad. Cuando aún no se había proclamado la extinción de los libres, era frecuente ver en determinados parajes coches llegados desde Zaragoza, o desde Bilbao y Pamplona. Eran -es cierto- otros tiempos, aquellas épocas de señoritos de las capitales que esperaban a que la semana laboral se consumiera para cazar la perdiz verdadera, la que no se deja y obliga, la que conoce el paraje y las quebradas. Hoy, a pesar de todos los pesares, todavía se conserva allí ese espíritu de caza original bajo la atenta custodia de la Sociedad de Cazadores San Román.
