Al final, los antitaurinos son los malos...
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‘Minimatadores’, nuevo negocio en los ruedos
Jairo y Michelito son niños toreros. Ganan miles de dólares y son altamente redituables para las plazas donde se presentan. Los promotores los ven como una forma de atraer público. En España, la ley permite torear desde los 16 años; en México las normas son más flexibles
MARC LACEY • THE NEW YORK TIMES
El Universal
Martes 20 de noviembre de 2007
MÉRIDA, Yuc.— Michelito Lagravere Peniche, de nueve años, se pone los dedos en la cabeza para simular unos cuernos y embiste a Jairo Miguel, de 14, que lo esquiva elegantemente en la primera pasada. Pero Michelito es un toro agresivo y vuelve a pasar, esta vez golpeando a su amigo Jairo en la pierna. Los dos chicos estallan en risas.
La primera corrida de la temporada en la península de Yucatán había sido suspendida por lluvia, razón por la que dos de los toreros más jóvenes de México, decepcionados por no haber enfrentado a toros de verdad, estaban jugando en medio de la plaza de toros de Mérida, luego de que la mayoría de los espectadores ya se había ido.
En España no se les permite lidiar profesionalmente, pero los toreros con cara de niño son la sensación por todo México.
Aun cuando algunos de los niños en edad escolar que están apareciendo por las numerosas plazas del país no son más altos que los toros a los que se enfrentan, estos “minimatadores” están empezando a obtener fuertes cantidades de dinero de los promotores, que los ven como una nueva forma de llevar gente a las plazas.
Es difícil saber cuántos de ellos están toreando en el país.
Organizadores regionales y nacionales toman en cuenta la experiencia del torero al decidir qué clase de animal enfrentará en el ruedo, y a los más jóvenes y menos experimenrados se les asignan toros de un año de edad.
De cualquier forma, los niños enfrentan riesgos verdaderos y sus corridas terminan con la tradicional estocada. Pero al tiempo que sus apariciones se han vuelto más frecuentes, también han aumentado las críticas de quienes piensan que deberían encontrar alguna otra actividad extracurricular más segura.
Jairo, un aprendiz de torero que sigue los pasos de su padre, conoce el peligro mejor que la mayoría. De nacionalidad española, Jairo empezó su carrera profesional en México a los 12 años. El 15 de abril, en Aguascalientes, fue corneado tan gravemente que estuvo al borde de la muerte.
El toro, de nombre “Hidrocálido” y con un peso de más de 400 kilogramos, le perforó el pulmón izquierdo, llegando a dos centímetros del corazón.
“Hemos atendido a otros toreros, pero nada tan grave”, señaló el doctor Alfredo Ruiz Romero, el cirujano que lo trató.
“Y es el torero más joven que hemos visto. Es un niño”, dijo.
Para ilustrar sus palabras, Ruiz contó que Jairo se dedicó a ver las caricaturas desde su cama de hospital en los días posteriores al accidente.
Sobre si Jairo es demasiado joven para enfrentar toros, Ruiz fue cauto:
“Es una pregunta difícil de responder. Hay muchos riesgos en la vida. Dudo que su padre lo esté obligando a hacerlo; quizá sea una influencia, pero este niño quiere ser torero. Uno lo ve cuando habla con él. Lo hace con seriedad”.
Después de unos meses de rehabilitación en España, donde se prohíbe torear a menores de 16 años, Jairo estaba de vuelta en el ruedo en México. Pero el 2 de septiembre fue corneado, otra vez, sufriendo ahora una herida de casi 15 cm en el glúteo.
Con todo, Jairo insistió en matar al animal antes de ser tratado, ganándose elogios por su valentía en la prensa taurina de México.
Pese a los incidentes, Jairo no muestra interés alguno en colgar su traje de luces, ni en dejar pasar los miles de dólares —y potencialmente decenas de miles de dólares— que puede obtener por cada toro que mate. “Nunca he pensado en retirarme”, señaló. “He pasado mi vida haciendo esto. Es lo que amo”, dijo.
Lo aprendió de su padre, Antonio Sánchez Cáceres, que se retiró en 1993 cuando Jairo tenía apenas unos meses. Ahora, Sánchez es promotor, entrenador y compañero de viajes de su hijo.
Ambos viven en México durante la temporada de corridas, que va de octubre a marzo, mientras la madre y hermanos de Jairo permanecen en España.
Sánchez, quien indicó que se lesionó cinco veces en su carrera de décadas, dijo que su peor pesadilla es ver a su hijo herido y aún recuerda la expresión de desesperación de Jairo mientras se quejaba: “me estoy muriendo, papá. Me estoy muriendo”.
Pero eso fue entonces. Jairo se ha curado, regresado al ruedo y olvidado el incidente.
Más delgado incluso, pero igual de comprometido, es Michelito, de nueve años, que también está siguiendo los pasos de su padre, un matador.
“Los que saben torear no se asustan”, dijo Michelito, quien cautiva a sus espectadores al mantenerse impasible sin importar qué tan cerca esté el toro. “Estoy totalmente tranquilo”.
Su madre, Diana Peniche Marenco, señaló que el chico prefiere capotes y espadas en vez de carros y pelotas.
Jugando, Michelito se enfrentó a un becerro cuando apenas tenía cuatro años y medio; fue entonces cuando le dijo a sus padres, con su voz chillona, que planeaba ser torero.
“Como madre, por supuesto que me preocupa, pero eso es lo que quiere hacer”, dijo la señora Peniche, quien administra la Plaza de Toros de Mérida.
Robusto, con cara de niño pero muy serio al momento de enfrentarse a un toro, Michelito nunca ha sufrido una corneada, debido en parte a que se enfrenta a animales más domados que sus colegas de mayor edad.
Partidarios de la fiesta taurina señalan que no tienen ningún interés en lanzar a niños a las bestias.
Bajo las normas de México, los “minimatadores”, como Michelito, se enfrentan a animales jóvenes de un año de edad que lucen tan inmaduros como él.
Los aprendices más experimentados, como Jairo, se enfrentan a toros de tres años, que son mucho más agresivos.
Los toros más mortales son los de más de cinco años. Están totalmente desarrollados, son más difíciles de engañar y capaces de matar. Sólo los matadores hechos y derechos los enfrentan capote en mano.
“Antes eran siempre los mismos matadores. Ahora comenzaron a hacerlo más interesante con estos jóvenes”, dijo José Martín, taxista y aficionado a los toros.
Martín disfruta el talento joven, pero tiene un hijo de la edad de Jairo y no se puede imaginar al chico de 14 años en la plaza.
“Mi hijo apenas puede manejar a una res cortada en pedazos en el plato”, señaló.
Y los toreros modernos, de cualquier edad, enfrentan otros oponentes además de los toros. Jairo menciona que a veces se encuentra en las plazas de México con gente que le grita: “¡asesino!”.
A veces no se puede contener y les grita también, “¿por qué no tratan de terminar con las guerras?”, se pregunta en relación con el creciente movimiento antitaurino en México. “Hay gente que se está muriendo. ¿Por qué les preocupan tanto los toros?”
Jairo y Michelito son niños toreros. Ganan miles de dólares y son altamente redituables para las plazas donde se presentan. Los promotores los ven como una forma de atraer público. En España, la ley permite torear desde los 16 años; en México las normas son más flexibles
MARC LACEY • THE NEW YORK TIMES
El Universal
Martes 20 de noviembre de 2007
MÉRIDA, Yuc.— Michelito Lagravere Peniche, de nueve años, se pone los dedos en la cabeza para simular unos cuernos y embiste a Jairo Miguel, de 14, que lo esquiva elegantemente en la primera pasada. Pero Michelito es un toro agresivo y vuelve a pasar, esta vez golpeando a su amigo Jairo en la pierna. Los dos chicos estallan en risas.
La primera corrida de la temporada en la península de Yucatán había sido suspendida por lluvia, razón por la que dos de los toreros más jóvenes de México, decepcionados por no haber enfrentado a toros de verdad, estaban jugando en medio de la plaza de toros de Mérida, luego de que la mayoría de los espectadores ya se había ido.
En España no se les permite lidiar profesionalmente, pero los toreros con cara de niño son la sensación por todo México.
Aun cuando algunos de los niños en edad escolar que están apareciendo por las numerosas plazas del país no son más altos que los toros a los que se enfrentan, estos “minimatadores” están empezando a obtener fuertes cantidades de dinero de los promotores, que los ven como una nueva forma de llevar gente a las plazas.
Es difícil saber cuántos de ellos están toreando en el país.
Organizadores regionales y nacionales toman en cuenta la experiencia del torero al decidir qué clase de animal enfrentará en el ruedo, y a los más jóvenes y menos experimenrados se les asignan toros de un año de edad.
De cualquier forma, los niños enfrentan riesgos verdaderos y sus corridas terminan con la tradicional estocada. Pero al tiempo que sus apariciones se han vuelto más frecuentes, también han aumentado las críticas de quienes piensan que deberían encontrar alguna otra actividad extracurricular más segura.
Jairo, un aprendiz de torero que sigue los pasos de su padre, conoce el peligro mejor que la mayoría. De nacionalidad española, Jairo empezó su carrera profesional en México a los 12 años. El 15 de abril, en Aguascalientes, fue corneado tan gravemente que estuvo al borde de la muerte.
El toro, de nombre “Hidrocálido” y con un peso de más de 400 kilogramos, le perforó el pulmón izquierdo, llegando a dos centímetros del corazón.
“Hemos atendido a otros toreros, pero nada tan grave”, señaló el doctor Alfredo Ruiz Romero, el cirujano que lo trató.
“Y es el torero más joven que hemos visto. Es un niño”, dijo.
Para ilustrar sus palabras, Ruiz contó que Jairo se dedicó a ver las caricaturas desde su cama de hospital en los días posteriores al accidente.
Sobre si Jairo es demasiado joven para enfrentar toros, Ruiz fue cauto:
“Es una pregunta difícil de responder. Hay muchos riesgos en la vida. Dudo que su padre lo esté obligando a hacerlo; quizá sea una influencia, pero este niño quiere ser torero. Uno lo ve cuando habla con él. Lo hace con seriedad”.
Después de unos meses de rehabilitación en España, donde se prohíbe torear a menores de 16 años, Jairo estaba de vuelta en el ruedo en México. Pero el 2 de septiembre fue corneado, otra vez, sufriendo ahora una herida de casi 15 cm en el glúteo.
Con todo, Jairo insistió en matar al animal antes de ser tratado, ganándose elogios por su valentía en la prensa taurina de México.
Pese a los incidentes, Jairo no muestra interés alguno en colgar su traje de luces, ni en dejar pasar los miles de dólares —y potencialmente decenas de miles de dólares— que puede obtener por cada toro que mate. “Nunca he pensado en retirarme”, señaló. “He pasado mi vida haciendo esto. Es lo que amo”, dijo.
Lo aprendió de su padre, Antonio Sánchez Cáceres, que se retiró en 1993 cuando Jairo tenía apenas unos meses. Ahora, Sánchez es promotor, entrenador y compañero de viajes de su hijo.
Ambos viven en México durante la temporada de corridas, que va de octubre a marzo, mientras la madre y hermanos de Jairo permanecen en España.
Sánchez, quien indicó que se lesionó cinco veces en su carrera de décadas, dijo que su peor pesadilla es ver a su hijo herido y aún recuerda la expresión de desesperación de Jairo mientras se quejaba: “me estoy muriendo, papá. Me estoy muriendo”.
Pero eso fue entonces. Jairo se ha curado, regresado al ruedo y olvidado el incidente.
Más delgado incluso, pero igual de comprometido, es Michelito, de nueve años, que también está siguiendo los pasos de su padre, un matador.
“Los que saben torear no se asustan”, dijo Michelito, quien cautiva a sus espectadores al mantenerse impasible sin importar qué tan cerca esté el toro. “Estoy totalmente tranquilo”.
Su madre, Diana Peniche Marenco, señaló que el chico prefiere capotes y espadas en vez de carros y pelotas.
Jugando, Michelito se enfrentó a un becerro cuando apenas tenía cuatro años y medio; fue entonces cuando le dijo a sus padres, con su voz chillona, que planeaba ser torero.
“Como madre, por supuesto que me preocupa, pero eso es lo que quiere hacer”, dijo la señora Peniche, quien administra la Plaza de Toros de Mérida.
Robusto, con cara de niño pero muy serio al momento de enfrentarse a un toro, Michelito nunca ha sufrido una corneada, debido en parte a que se enfrenta a animales más domados que sus colegas de mayor edad.
Partidarios de la fiesta taurina señalan que no tienen ningún interés en lanzar a niños a las bestias.
Bajo las normas de México, los “minimatadores”, como Michelito, se enfrentan a animales jóvenes de un año de edad que lucen tan inmaduros como él.
Los aprendices más experimentados, como Jairo, se enfrentan a toros de tres años, que son mucho más agresivos.
Los toros más mortales son los de más de cinco años. Están totalmente desarrollados, son más difíciles de engañar y capaces de matar. Sólo los matadores hechos y derechos los enfrentan capote en mano.
“Antes eran siempre los mismos matadores. Ahora comenzaron a hacerlo más interesante con estos jóvenes”, dijo José Martín, taxista y aficionado a los toros.
Martín disfruta el talento joven, pero tiene un hijo de la edad de Jairo y no se puede imaginar al chico de 14 años en la plaza.
“Mi hijo apenas puede manejar a una res cortada en pedazos en el plato”, señaló.
Y los toreros modernos, de cualquier edad, enfrentan otros oponentes además de los toros. Jairo menciona que a veces se encuentra en las plazas de México con gente que le grita: “¡asesino!”.
A veces no se puede contener y les grita también, “¿por qué no tratan de terminar con las guerras?”, se pregunta en relación con el creciente movimiento antitaurino en México. “Hay gente que se está muriendo. ¿Por qué les preocupan tanto los toros?”