"Amnistía animal". Opinión.
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Diario de León, 24 Noviembre 2008.
Amnistía animal--JAVIER TOMÉ
Por razones básicas de higiene moral, ya es hora de que la ley de bienestar animal peine a raya a los émulos de Atila que usan artillería de todos los calibres contra esos seres encantadores e inofensivos que representan la versión más noble de la Naturaleza. La España analfabeta y cutre sigue prodigando un surtido de minúsculas -y hasta mayúsculas- infamias a los animales, poniendo de manifiesto las pulsiones más bestiales del ser humano. Si aquí en León acaban de juzgar a un intelectual que causó la muerte a un gato partiéndole en dos con una catana, la prensa nos informa de que los buenos romeros de El Rocío reventaron esta primavera a nada menos que veinticinco caballos, fallecidos la mayoría por el sobreesfuerzo y la mala alimentación. La Asociación Andaluza para la Defensa de los Animales afirma que esta barbaridad se produce «porque las sanciones para los maltratadores son nulas». España, ya lo dijo Richard Ford en el siglo XIX, es un lugar donde violentas pasiones africanas conviven con la más fría crueldad.
Y ello por no hablar de las fiestas veraniegas cuyo capítulo central consiste en martirizar a pobres bestias, vesania que al parecer es fuente del mayor deleite popular. Tampoco los zoos y los circos presentan un expediente inmaculado, pues la Comisión Europea ha reclamado a nuestras autoridades que investiguen si las comunidades autónomas incumplen la normativa sobre el cuidado de esas fieras acostumbrados a aceptar con mansedumbre los designios más negros del cielo. Está claro que mientras sigamos con la mentalidad de Santiago y ¡cierra España!, los animales tienen todas las de perder ante el hombre.
Amnistía animal--JAVIER TOMÉ
Por razones básicas de higiene moral, ya es hora de que la ley de bienestar animal peine a raya a los émulos de Atila que usan artillería de todos los calibres contra esos seres encantadores e inofensivos que representan la versión más noble de la Naturaleza. La España analfabeta y cutre sigue prodigando un surtido de minúsculas -y hasta mayúsculas- infamias a los animales, poniendo de manifiesto las pulsiones más bestiales del ser humano. Si aquí en León acaban de juzgar a un intelectual que causó la muerte a un gato partiéndole en dos con una catana, la prensa nos informa de que los buenos romeros de El Rocío reventaron esta primavera a nada menos que veinticinco caballos, fallecidos la mayoría por el sobreesfuerzo y la mala alimentación. La Asociación Andaluza para la Defensa de los Animales afirma que esta barbaridad se produce «porque las sanciones para los maltratadores son nulas». España, ya lo dijo Richard Ford en el siglo XIX, es un lugar donde violentas pasiones africanas conviven con la más fría crueldad.
Y ello por no hablar de las fiestas veraniegas cuyo capítulo central consiste en martirizar a pobres bestias, vesania que al parecer es fuente del mayor deleite popular. Tampoco los zoos y los circos presentan un expediente inmaculado, pues la Comisión Europea ha reclamado a nuestras autoridades que investiguen si las comunidades autónomas incumplen la normativa sobre el cuidado de esas fieras acostumbrados a aceptar con mansedumbre los designios más negros del cielo. Está claro que mientras sigamos con la mentalidad de Santiago y ¡cierra España!, los animales tienen todas las de perder ante el hombre.