Artículo de opinión "Los toros Lloran", de Angel Macías
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Artículos
EL ESPEJO DE TINTA. En Diario La Opinión de Zamora, 29 de junio
LOS TOROS LLORAN.
"Las concepciones éticas y morales, humanistas y filosóficas en suma, van desplazando el acento hacia la naturaleza en su conjunto, en el seno de la cual no somos más que unos invitados, a veces incómodos. Hacia su defensa, a la abolición de la violencia o las agresiones innecesarias.En ese contexto, se quiera o no, con mayor o menor resistencia, las corridas de toros, al menos como son hoy, desaparecerán. Entre otras razones, no menos significativas, porque de momento ya sabemos que en la plaza, los toros sufren y lloran."
ANGEL MACÍAS. La piel del toro perfila el mapa de nuestro territorio patrio. El alma del toro, nuestra forma de ser. La genética originaria de los íberos pervive en nuestras vísceras como pueblo y aflora con bravura, con nobleza y con sangre fratricida en reiterados episodios históricos y en materias de discusión que se mantienen en el tiempo. Uno, si no el que más, de esos temas que despiertan la víscera y elevan el grado de discusión y enfrentamiento de posturas, es el más vinculado con la especificidad, antropológica, cultural y estética de "lo español". La que sus defensores nominan "la fiesta" y sus detractores tachan de "orgía de la brutalidad". Las corridas de toros.
La pasión con la que unos y otros defienden sus postulados no tiene parangón en ninguna otra cuestión. Está al margen de creencias religiosas, ideologías, capacidades económicas o pertenencia a tal o cual grupo social. La pertenencia a uno u otro bando, nace en recovecos profundos del cerebro y del corazón. Sabios y necios por igual se ubican en ambas trincheras, porque al final, todo depende de la perspectiva que se tome. Lorca, poeta de las entrañas de lo español propugnaba que "el toreo es la riqueza poética y vital mayor de España". Más aún, pontificó, "los toros son la fiesta más culta que hay hoy en el mundo". Viéndonos desde fuera y con una más que dudosa interpretación de la moralidad, Hemingway aducía, "es moral lo que hace que uno se sienta bien, inmoral lo que hace que uno se sienta mal. Juzgadas según estos criterios morales que no trato de defender, las corridas de toros son muy morales para mí". Valle Inclán saludaba las corridas de toros como algo muy hermoso y reclamaba la misma violencia estética para el teatro. Y Ortega, inspirador del Cossío, la Biblia de los toros, consideraba imposible comprender la historia de España sin conocer la historia del toreo.
En verdad, es la tauromaquia una espectacular manifestación estética de cultura y tradición. Sin embargo, los tiempos cambian, la historia avanza, el hombre evoluciona. Vivimos los albores de una era en que la humanidad debe firmar un nuevo pacto de convivencia con y en la naturaleza. El hombre ha demostrado su supremacía. Su capacidad de dominio del mundo. Pero en ello ha encontrado también el mayor riesgo para su propia supervivencia. Las concepciones éticas y morales, humanistas y filosóficas en suma, van desplazando el acento hacia la naturaleza en su conjunto, en el seno de la cual no somos más que unos invitados, a veces incómodos. Hacia su defensa, a la abolición de la violencia o las agresiones innecesarias. En ese contexto, se quiera o no, con mayor o menor resistencia, las corridas de toros, al menos como son hoy, desaparecerán. Entre otras razones, no menos significativas, porque de momento ya sabemos que en la plaza, los toros sufren y lloran.
www.angel-macias.blogspot.com
LOS TOROS LLORAN.
"Las concepciones éticas y morales, humanistas y filosóficas en suma, van desplazando el acento hacia la naturaleza en su conjunto, en el seno de la cual no somos más que unos invitados, a veces incómodos. Hacia su defensa, a la abolición de la violencia o las agresiones innecesarias.En ese contexto, se quiera o no, con mayor o menor resistencia, las corridas de toros, al menos como son hoy, desaparecerán. Entre otras razones, no menos significativas, porque de momento ya sabemos que en la plaza, los toros sufren y lloran."
ANGEL MACÍAS. La piel del toro perfila el mapa de nuestro territorio patrio. El alma del toro, nuestra forma de ser. La genética originaria de los íberos pervive en nuestras vísceras como pueblo y aflora con bravura, con nobleza y con sangre fratricida en reiterados episodios históricos y en materias de discusión que se mantienen en el tiempo. Uno, si no el que más, de esos temas que despiertan la víscera y elevan el grado de discusión y enfrentamiento de posturas, es el más vinculado con la especificidad, antropológica, cultural y estética de "lo español". La que sus defensores nominan "la fiesta" y sus detractores tachan de "orgía de la brutalidad". Las corridas de toros.
La pasión con la que unos y otros defienden sus postulados no tiene parangón en ninguna otra cuestión. Está al margen de creencias religiosas, ideologías, capacidades económicas o pertenencia a tal o cual grupo social. La pertenencia a uno u otro bando, nace en recovecos profundos del cerebro y del corazón. Sabios y necios por igual se ubican en ambas trincheras, porque al final, todo depende de la perspectiva que se tome. Lorca, poeta de las entrañas de lo español propugnaba que "el toreo es la riqueza poética y vital mayor de España". Más aún, pontificó, "los toros son la fiesta más culta que hay hoy en el mundo". Viéndonos desde fuera y con una más que dudosa interpretación de la moralidad, Hemingway aducía, "es moral lo que hace que uno se sienta bien, inmoral lo que hace que uno se sienta mal. Juzgadas según estos criterios morales que no trato de defender, las corridas de toros son muy morales para mí". Valle Inclán saludaba las corridas de toros como algo muy hermoso y reclamaba la misma violencia estética para el teatro. Y Ortega, inspirador del Cossío, la Biblia de los toros, consideraba imposible comprender la historia de España sin conocer la historia del toreo.
En verdad, es la tauromaquia una espectacular manifestación estética de cultura y tradición. Sin embargo, los tiempos cambian, la historia avanza, el hombre evoluciona. Vivimos los albores de una era en que la humanidad debe firmar un nuevo pacto de convivencia con y en la naturaleza. El hombre ha demostrado su supremacía. Su capacidad de dominio del mundo. Pero en ello ha encontrado también el mayor riesgo para su propia supervivencia. Las concepciones éticas y morales, humanistas y filosóficas en suma, van desplazando el acento hacia la naturaleza en su conjunto, en el seno de la cual no somos más que unos invitados, a veces incómodos. Hacia su defensa, a la abolición de la violencia o las agresiones innecesarias. En ese contexto, se quiera o no, con mayor o menor resistencia, las corridas de toros, al menos como son hoy, desaparecerán. Entre otras razones, no menos significativas, porque de momento ya sabemos que en la plaza, los toros sufren y lloran.
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