Carta de una chica de 17 años. A un torero.
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Me ha llegado por casualidad. La he encontrado publicada en un periódico que editan los alumnos de un colegio de Madrid al final del curso. Su autora se llama Lorena, y tiene 17 años. La titula: UNA CARTA, y dice así:
Para el Sr...:
No quisiera robarte mucho tiempo. Sin embargo, quería escribirte para preguntarte ciertas dudas que me han surgido a raíz de la faena de esta tarde.
Ha sido una actuación espléndida. El animal ha muerto rápido. ¿Ocurre siempre así? Perdona, en realidad no pretendo preguntar por tu trabajo. Pretendo, si me lo permites, preguntar por tí.
Me gustaría saber si tu trabajo te realiza. Si realmente es tu vocación hacer de la muerte del toro un espectáculo. ¿Qué es lo que más te enriquece? ¿La fama o el honor? ¿Y son sólo tuyas? Lo digo porque, al fin y al cabo, en la plaza tienes junto a ti a rejoneadores, banderilleros, picadores... y más gente que te ayuda a acabar con un solo toro. Entonces, ¿por qué la gloria te la llevas siempre tú?
No me malinterpretes, no quiero hacer preguntas indiscretas. Si te planteo estas cuestiones es porque eres el único que puede solventarlas.
Por ejemplo, una paradoja que se me plantea constantemente. Algo en que me he fijado, es que tú, como muchos de tu profesión, eres cristiano, y supongo que practicante. Al menos, antes de salir al ruedo te encomiendas encarecidamente a tu Virgen. Pero no crees que Dios sea el único que decide quién vive y quién muere. Y por cada vida que te llevas, ¿estás más cerca del cielo? No he estudiado Teología, pero por lo general, en la mayor parte de las religiones, la sangre no ayuda a lavar los pecados. ¿Y de verdad Dios te permite que mates gratuitamente?
¿Cuánta sangre hace falta para ganarse el cielo?
No me puedo creer que nunca os hayáis planteado el dolor que causáis. ¿O es que pensáis que no pueden sentir dolor? No, es imposible. Tenéis que saber que sufren.
¿Cómo podéis cargar con eso? ¿Cómo podéis dormir?
¿Cómo podéis volver a hacerlo una y otra vez?
Aunque matar al toro es necesario, claro está. Aunque sobreviviese, ya no serviría para torear. Sólo algunos, aquéllos que demuestran mayor fiereza, son librados de la muerte para continuar con la estirpe sintética que la raza humana ha forjado. Para continuar esa raza cuyo único fin es luchar. Y morir luchando. Por eso tú le ofreces esa oportunidad, ¿verdad?
Porque la tauromaquia es una penosa excusa para que el ser humano pueda realizarse y asegurarse a si mismo su supuesta supremacía en la cadena trófica.
Pero hay algo al parecer, que no habéis pensado.
Y es que la sangre no te convierte en un hombre.
Ni te da valor.
Y tampoco honor. Muchos se plantean si te lo quita.
Porque la sangre mancha, y no puede ser limpiada.
Hay mucha gente cuyo trabajo es matar; para alimentarse, para vestirnos. Nuestra especie es así.
Pero la principal diferencia es que tu trabajo consiste en ser asesino declarado, orgullo y símbolo del país, verguenza internacional.
La cultura y el arte no pueden ir vinculados a la sangre. Por eso espero que no sean las respuestas que des a la última y más importante de las preguntas que te planteo.
¿Por qué?
LORENA.
Me ha llegado por casualidad. La he encontrado publicada en un periódico que editan los alumnos de un colegio de Madrid al final del curso. Su autora se llama Lorena, y tiene 17 años. La titula: UNA CARTA, y dice así:
Para el Sr...:
No quisiera robarte mucho tiempo. Sin embargo, quería escribirte para preguntarte ciertas dudas que me han surgido a raíz de la faena de esta tarde.
Ha sido una actuación espléndida. El animal ha muerto rápido. ¿Ocurre siempre así? Perdona, en realidad no pretendo preguntar por tu trabajo. Pretendo, si me lo permites, preguntar por tí.
Me gustaría saber si tu trabajo te realiza. Si realmente es tu vocación hacer de la muerte del toro un espectáculo. ¿Qué es lo que más te enriquece? ¿La fama o el honor? ¿Y son sólo tuyas? Lo digo porque, al fin y al cabo, en la plaza tienes junto a ti a rejoneadores, banderilleros, picadores... y más gente que te ayuda a acabar con un solo toro. Entonces, ¿por qué la gloria te la llevas siempre tú?
No me malinterpretes, no quiero hacer preguntas indiscretas. Si te planteo estas cuestiones es porque eres el único que puede solventarlas.
Por ejemplo, una paradoja que se me plantea constantemente. Algo en que me he fijado, es que tú, como muchos de tu profesión, eres cristiano, y supongo que practicante. Al menos, antes de salir al ruedo te encomiendas encarecidamente a tu Virgen. Pero no crees que Dios sea el único que decide quién vive y quién muere. Y por cada vida que te llevas, ¿estás más cerca del cielo? No he estudiado Teología, pero por lo general, en la mayor parte de las religiones, la sangre no ayuda a lavar los pecados. ¿Y de verdad Dios te permite que mates gratuitamente?
¿Cuánta sangre hace falta para ganarse el cielo?
No me puedo creer que nunca os hayáis planteado el dolor que causáis. ¿O es que pensáis que no pueden sentir dolor? No, es imposible. Tenéis que saber que sufren.
¿Cómo podéis cargar con eso? ¿Cómo podéis dormir?
¿Cómo podéis volver a hacerlo una y otra vez?
Aunque matar al toro es necesario, claro está. Aunque sobreviviese, ya no serviría para torear. Sólo algunos, aquéllos que demuestran mayor fiereza, son librados de la muerte para continuar con la estirpe sintética que la raza humana ha forjado. Para continuar esa raza cuyo único fin es luchar. Y morir luchando. Por eso tú le ofreces esa oportunidad, ¿verdad?
Porque la tauromaquia es una penosa excusa para que el ser humano pueda realizarse y asegurarse a si mismo su supuesta supremacía en la cadena trófica.
Pero hay algo al parecer, que no habéis pensado.
Y es que la sangre no te convierte en un hombre.
Ni te da valor.
Y tampoco honor. Muchos se plantean si te lo quita.
Porque la sangre mancha, y no puede ser limpiada.
Hay mucha gente cuyo trabajo es matar; para alimentarse, para vestirnos. Nuestra especie es así.
Pero la principal diferencia es que tu trabajo consiste en ser asesino declarado, orgullo y símbolo del país, verguenza internacional.
La cultura y el arte no pueden ir vinculados a la sangre. Por eso espero que no sean las respuestas que des a la última y más importante de las preguntas que te planteo.
¿Por qué?
LORENA.