Cerdo engrasao en Humilladero
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Parejas atadas por los pies, pequeños lechones y mucha vaselina. Humilladero recuperó ayer su antigua tradición del guarro engrasao, en la que los más valientes del municipio se atrevieron a atarse los pies con sus parejas para perseguir y atrapar a un pequeño cerdo soltado en mitad del campo de fútbol. Para ponerlo aún más difícil, los participantes llevaban la manos untadas de vaselina al igual que los guarrillos, que lograron resistirse en más de una ocasión a los duros competidores.
El lechón más resbaladizo
Las caídas y los resbalones abundaron en la celebración de una fiesta en la que el premio era el propio ejemplar, para su crianza y posterior matanza, al igual que se hacía hace más de 30 años, cuando se impuso el desarrollo de esta tradición durante las épocas de carestía, solucionando en más de una ocasión a sus ganadores la comida de varias jornadas.
"Cuentan los más antiguos que hace años, en las ferias de la época franquista, en la que se pasaba mucha hambre, tenían lugar estos actos para que quien cogiera al cerdillo, se lo llevara a casa para hacer matanza", recordó el teniente de alcalde del Ayuntamiento de Humilladero, Florentino Morilla (IU). La pérdida de esta costumbre inquietó al equipo de gobierno humilladerense, que decidió retomar esta tradición para las fiestas locales del municipio.
La aceptación no ha podido ser mayor. Niños y adultos se disputaron los puestos de salida de la prueba, no sin antes engrasar sus manos, para conseguir hacerse con el animal. Sin embargo, el sentido de esta fiesta ha cambiado mucho y en su recuperación predominan otros valores como la diversión y el pasar un buen rato entre amigos.
Así, varios centenares de personas acudieron a la celebración de la tradición del guarrillo engrasao, como se conoce en Humilladero, y disfrutaron de lo lindo viendo a los intrépidos participantes correr, tropezar y hasta caerse para conseguir agarrar al lechón.
La prueba comienza con la colocación en línea de todos los participantes, unidos por parejas y atados por los pies entre sí para complicar aún más la captura. Mientras engrasaban sus manos, el pequeño cerdo era colocado en el extremo contrario del campo de fútbol, hasta donde debían llegar los concursantes, que emprendían una carrera complicada hasta el guarrillo que, en más de una ocasión, acababa en caída.
Esta fiesta ya se realizó como prueba hace dos años en la pedanía de Los Carvajales, donde la buena aceptación que tuvo animó a la corporación municipal a recuperarla en Humilladero. "Resultó muy bonito e interesante", agregó Morilla, que resaltó la capacidad física de los pequeños del pueblo para participar en la prueba.
No obstante, el edil quiso dejar claro que esta tradición no supone un maltrato para el animal. Muy al contrario, sólo se trata de perseguir a la carrera a un cerdo con la intención de que los vencedores lo críen.
Una vez terminada la celebración, los vecinos se dirigieron a la Caseta de la Juventud para participar en una fiesta de la espuma, tras la que disfrutaron de la actuación de la orquesta Manantial Sur y de la Primera Gala Ciudad de Humilladero, con la actuación de Isaac Luque, Bea Bronchal, Ramón y Leticia y Manuel de Angustias. La traca final puso la guinda a la feria local de este municipio, en el que no han faltado el buen ambiente y las ganas de diversión.
El lechón más resbaladizo
Las caídas y los resbalones abundaron en la celebración de una fiesta en la que el premio era el propio ejemplar, para su crianza y posterior matanza, al igual que se hacía hace más de 30 años, cuando se impuso el desarrollo de esta tradición durante las épocas de carestía, solucionando en más de una ocasión a sus ganadores la comida de varias jornadas.
"Cuentan los más antiguos que hace años, en las ferias de la época franquista, en la que se pasaba mucha hambre, tenían lugar estos actos para que quien cogiera al cerdillo, se lo llevara a casa para hacer matanza", recordó el teniente de alcalde del Ayuntamiento de Humilladero, Florentino Morilla (IU). La pérdida de esta costumbre inquietó al equipo de gobierno humilladerense, que decidió retomar esta tradición para las fiestas locales del municipio.
La aceptación no ha podido ser mayor. Niños y adultos se disputaron los puestos de salida de la prueba, no sin antes engrasar sus manos, para conseguir hacerse con el animal. Sin embargo, el sentido de esta fiesta ha cambiado mucho y en su recuperación predominan otros valores como la diversión y el pasar un buen rato entre amigos.
Así, varios centenares de personas acudieron a la celebración de la tradición del guarrillo engrasao, como se conoce en Humilladero, y disfrutaron de lo lindo viendo a los intrépidos participantes correr, tropezar y hasta caerse para conseguir agarrar al lechón.
La prueba comienza con la colocación en línea de todos los participantes, unidos por parejas y atados por los pies entre sí para complicar aún más la captura. Mientras engrasaban sus manos, el pequeño cerdo era colocado en el extremo contrario del campo de fútbol, hasta donde debían llegar los concursantes, que emprendían una carrera complicada hasta el guarrillo que, en más de una ocasión, acababa en caída.
Esta fiesta ya se realizó como prueba hace dos años en la pedanía de Los Carvajales, donde la buena aceptación que tuvo animó a la corporación municipal a recuperarla en Humilladero. "Resultó muy bonito e interesante", agregó Morilla, que resaltó la capacidad física de los pequeños del pueblo para participar en la prueba.
No obstante, el edil quiso dejar claro que esta tradición no supone un maltrato para el animal. Muy al contrario, sólo se trata de perseguir a la carrera a un cerdo con la intención de que los vencedores lo críen.
Una vez terminada la celebración, los vecinos se dirigieron a la Caseta de la Juventud para participar en una fiesta de la espuma, tras la que disfrutaron de la actuación de la orquesta Manantial Sur y de la Primera Gala Ciudad de Humilladero, con la actuación de Isaac Luque, Bea Bronchal, Ramón y Leticia y Manuel de Angustias. La traca final puso la guinda a la feria local de este municipio, en el que no han faltado el buen ambiente y las ganas de diversión.