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De mascotas que no lo son… (Jane Goodall)

archivado en:
El Mundo, Blog de Jane Goodall, 9 marzo 2009
De mascotas que no lo son…
Estimados lectores:
Hace algunos días, en Connecticut, Estados Unidos, un enorme chimpancé de 15 años llamado Travis atacó a un amigo de su dueña, mordiéndole repetidamente la cara y las manos. Su dueña intentó desesperadamente detenerlo con un cuchillo y luego con una pala, hasta que finalmente el chimpancé cayó bajo las balas de la policía. El chimpancé vivía con una viuda, comiendo langosta y helados sobre la mesa, vistiendo ropas humanas y entreteniéndose con el ordenador y la televisión.

Pero como muestra esta tragedia, no se puede domesticar totalmente a un chimpancé. El cerebro humano está altamente desarrollado, pero ¿por qué no aprendemos simplemente que los animales salvajes no son buenas “mascotas”? Creo que esto tiene mucho que ver con el frecuente uso de chimpancés en la industria del entretenimiento y la publicidad. Hace poco más de un mes, los norteamericanos que veían la Super Bowl (Liga de Fútbol Americano) tal vez riesen con un anuncio en el que chimpancés vestidos de mecánicos arreglaban un coche. Se los mostraba guapos, divertidos, adorables. ¿Sorprende acaso que los espectadores pensaran que los chimpancés son fantásticas mascotas?

Nada podría estar más lejos de la verdad. Tan sólo se utilizan chimpancés jóvenes para el entretenimiento y la publicidad porque a medida que se acercan a la madurez, a una edad de entre 6 y 8 años, se vuelven fuertes e incontrolables. Los chimpancés evolucionaron en los bosques tropicales de África, y ése es el medio para el que están adaptados, para vivir en grupos con los suyos. Una casa en Connecticut es un ambiente completamente extraño para un chimpancé.

Pero siendo un chimpancé “domesticado”, Travis nunca podría haber vuelto a la naturaleza. Nunca aprendió la serie de habilidades necesarias para sobrevivir allí. La industria del entretenimiento y los dueños de mascotas rara vez, si acaso, proporcionan un cuidado a largo plazo a los chimpancés. Los zoos no los quieren porque no han aprendido a interactuar con otros conespecíficos. Por tanto, la mayoría de esas pobres criaturas pasan el resto de su vida –a veces 50 años o más– en pequeñas jaulas en circos, en atracciones de carretera e incluso en casas de individuos a los que les faltan los medios para cuidarles adecuadamente.

Mientras tanto, más chimpancés jóvenes están siendo criados para proveer a la industria del entretenimiento. El uso de los chimpancés para la diversión y la publicidad no sólo condena a los chimpancés a vidas para los que no están hechos, sino que hace difícil que la gente crea que estos simios están realmente en peligro de extinción en la naturaleza. Pero lo están.

Los chimpancés están perdiendo su hábitat en parte por la tala comercial y en parte por la invasión de la creciente población humana que vive en la pobreza y que tala el bosque para cultivar y pastorear el ganado. Esta deforestación también contribuye significativamente al cambio climático. Y a veces, los chimpancés son víctimas colaterales de los conflictos étnicos o son cazados para consumir su carne, una práctica que puede haber llevado al desarrollo de las cepas humanas del VIH.

La tragedia de Connecticut debería recordarnos no sólo que los chimpancés no son buenas mascotas sino también que sus destinos están íntimamente ligados al nuestro.

Es realmente importante promover leyes que protejan a los chimpancés y otros animales. Fue alentador cuando en Nueva Zelanda se aprobó una propuesta para prohibir el uso de grandes simios en la investigación biomédica. Esperamos que también se apruebe pronto la propuesta no de ley pendiente de aprobación en España, que busca garantizar el derecho de los grandes simios a la vida, a la dignidad y a no ser sometidos a tortura, maltrato o uso comercial, y promover la protección de sus hábitats naturales. Espero que más legislación de este tipo se apruebe en otros países como Estados Unidos o el Reino Unido, y que la misma proteja eventualmente a todos los primates y seres sintientes.


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