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El Correo Gallego critica animalistas
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Artículos
Me ha indignado tanto el artículo como los comentarios de los lectores en favor del asesino de perros y despreciando al movimiento animalista. Especial atención a uno de los comentarios efectuados por una vecina de la población que asegura haber presenciado hace unos años como le partió la columna a un perro pastor, dice que fue arrastrándose durante varios meses y que le "invitaron a rematarlo" pero que se negó porque quería que sufriese una lenta agonía. Así pues, el bárbaro de Aguiño tiene un historial como maltratador extenso.
Paso enlace y copio artículo para facilitaros la labor,
http://www.elcorreogallego.es/index.php?idMenu=130&idNoticia=84511
a bordo
Aguiño irmandiño
CARLOS LUIS RODRÍGUEZ
Saquémonos el sombrero ante los vecinos de Aguiño, porque no todo el mundo hubiese reaccionado con la misma mesura frente a la agresión que están sufriendo. Están dando toda una lección de civismo, que contrasta con el máster de intolerancia que imparten algunos sedicentes defensores de los animales, esgrimiendo palos, enseñando el culo por la ventanilla del microbús, o emitiendo vergonzosos comunicados.
De nuevo una causa noble que pierde su nobleza al caer en manos expertas en fomentar la discordia. No bastaba en este caso con caer en la torpe artimaña de un veterinario que quiere sacar ventaja en un pleito privado, sino que incluso se llega a descalificar a todo un pueblo por haberse rebelado contra el acoso injusto a un paisano modesto. Hubiera sido más cómodo para los habitantes de Aguiño meterse en sus casas y ver en silencio como paseaban la figura de Juan Lado por diferentes escenarios, hasta convertirlo en un monstruo execrable.
Optaron por la solidaridad. Se negaron a pasar del caciquismo de antes a uno nuevo donde se pueda linchar socialmente a alguien que le resulta incómodo a un señorito. Demostraron un sentido de la justicia muy superior a los que claman contra el maltratador del perro, como si la pena no estuviera ya pagada y purgada. No son ellos, los vecinos de Aguiño, los que pertenecen a la Galicia negra del tópico, sino los que han intentado convertirlos en un pueblo cómplice de individuos desalmados.
Gracias al tesón de la gente de Aguiño, se puso freno a una escandalosa tergiversación que desempolva hechos juzgados, difunde imágenes guardadas desde hace tiempo, e intenta mezclar prosaicos litigios de propiedad con la defensa de los animales. Igual que el caciquismo antiguo, aquí se quiere dar la sensación de que la población es bruta y poco civilizada, explotando los buenos sentimientos de la gente de fuera.
En realidad, no hubiera sido difícil desentrañar la impostura del veterinario. Habría bastado con fijarse en la fecha del famoso vídeo, y preguntar si el caso se había llevado ante la justicia. Que no lo hicieran determinadas personas escandalizadas por la crudeza de las imágenes, es comprensible; no lo es tanto que organizaciones responsables se lanzaran a una caza de brujas que acaba implicando a todo el pueblo.
Esas reacciones irreflexivas que reparten el papel de bueno absoluto y malo total, sin tener en cuenta las circunstancias, sin informarse, sin ir al pueblo, sin estudiar el caso, guiándose sólo por impresiones, ponen en cuestión la solvencia de siglas que comparecen habitualmente para dar su opinión de otros asuntos. ¿Los tratan con la misma frivolidad con que han tratado el caso de Aguiño? Es para echarse a temblar.
A la defensora de los perros que se abalanzó contra los vecinos con la estaca en alto, es inútil pedirle cordura. Tampoco hay que esperarla de los excursionistas solidarios que llamaron asesinos a los vecinos, o los que les brindaron su trasero. Todos ellos pertenecen al gremio de buscabullas que aprovechan cualquier conflicto para desahogarse. De esas asociaciones, sin embargo, hay que esperar algo más.
Hay que esperar un comportamiento como el de Aguiño. Su gente no se dejó amilanar por la oleada de improperios, ni dejó desasistido al vecino acosado. Queda claro que no defendían ni defienden a un tipo que apaleó a su perro hace más de un año, sino a un individuo que es víctima, ahora, de una insidia. Lo han hecho sin estacas, y sin enseñar, como otros, el trasero.
http://www.elcorreogallego.es/index.php?idMenu=130&idNoticia=84511
a bordo
Aguiño irmandiño
CARLOS LUIS RODRÍGUEZ
Saquémonos el sombrero ante los vecinos de Aguiño, porque no todo el mundo hubiese reaccionado con la misma mesura frente a la agresión que están sufriendo. Están dando toda una lección de civismo, que contrasta con el máster de intolerancia que imparten algunos sedicentes defensores de los animales, esgrimiendo palos, enseñando el culo por la ventanilla del microbús, o emitiendo vergonzosos comunicados.
De nuevo una causa noble que pierde su nobleza al caer en manos expertas en fomentar la discordia. No bastaba en este caso con caer en la torpe artimaña de un veterinario que quiere sacar ventaja en un pleito privado, sino que incluso se llega a descalificar a todo un pueblo por haberse rebelado contra el acoso injusto a un paisano modesto. Hubiera sido más cómodo para los habitantes de Aguiño meterse en sus casas y ver en silencio como paseaban la figura de Juan Lado por diferentes escenarios, hasta convertirlo en un monstruo execrable.
Optaron por la solidaridad. Se negaron a pasar del caciquismo de antes a uno nuevo donde se pueda linchar socialmente a alguien que le resulta incómodo a un señorito. Demostraron un sentido de la justicia muy superior a los que claman contra el maltratador del perro, como si la pena no estuviera ya pagada y purgada. No son ellos, los vecinos de Aguiño, los que pertenecen a la Galicia negra del tópico, sino los que han intentado convertirlos en un pueblo cómplice de individuos desalmados.
Gracias al tesón de la gente de Aguiño, se puso freno a una escandalosa tergiversación que desempolva hechos juzgados, difunde imágenes guardadas desde hace tiempo, e intenta mezclar prosaicos litigios de propiedad con la defensa de los animales. Igual que el caciquismo antiguo, aquí se quiere dar la sensación de que la población es bruta y poco civilizada, explotando los buenos sentimientos de la gente de fuera.
En realidad, no hubiera sido difícil desentrañar la impostura del veterinario. Habría bastado con fijarse en la fecha del famoso vídeo, y preguntar si el caso se había llevado ante la justicia. Que no lo hicieran determinadas personas escandalizadas por la crudeza de las imágenes, es comprensible; no lo es tanto que organizaciones responsables se lanzaran a una caza de brujas que acaba implicando a todo el pueblo.
Esas reacciones irreflexivas que reparten el papel de bueno absoluto y malo total, sin tener en cuenta las circunstancias, sin informarse, sin ir al pueblo, sin estudiar el caso, guiándose sólo por impresiones, ponen en cuestión la solvencia de siglas que comparecen habitualmente para dar su opinión de otros asuntos. ¿Los tratan con la misma frivolidad con que han tratado el caso de Aguiño? Es para echarse a temblar.
A la defensora de los perros que se abalanzó contra los vecinos con la estaca en alto, es inútil pedirle cordura. Tampoco hay que esperarla de los excursionistas solidarios que llamaron asesinos a los vecinos, o los que les brindaron su trasero. Todos ellos pertenecen al gremio de buscabullas que aprovechan cualquier conflicto para desahogarse. De esas asociaciones, sin embargo, hay que esperar algo más.
Hay que esperar un comportamiento como el de Aguiño. Su gente no se dejó amilanar por la oleada de improperios, ni dejó desasistido al vecino acosado. Queda claro que no defendían ni defienden a un tipo que apaleó a su perro hace más de un año, sino a un individuo que es víctima, ahora, de una insidia. Lo han hecho sin estacas, y sin enseñar, como otros, el trasero.
