El Defensor del Pueblo llama tontos a muchos españoles
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Tras tener conocimiento de las declaraciones en tono peyorativo realizadas por el Defensor del Pueblo, el Señor Enrique Múgica Herzog en los micrófonos de la COPE -la cadena que propaga y alienta el insulto desde las posturas más reaccionarias y totalitaristas- acerca de la naturaleza y calidad de los detractores de la tauromaquia, he entrado en la Página de esta Institución buscando cuál es su sentido, significado y objetivos, porque me resultaba muy difícil creer que quien representa tal cargo tenga no ya la bajeza, sino la desfachatez de expresarse de tal modo y seguir ostentando ese nombramiento sin que se le caiga la cara de vergüenza.
Y adentrarse en la Página del Defensor del Pueblo es penetrar en un mundo de principios, reflexiones y teorías que de ser ciertas, constituirían una muestra primordial del avance del hombre en su lucha por la justicia y la igualdad, de ser ciertas... porque tras las palabras del Sr. Múgica, todas las declaraciones de intenciones allí expuestas son manifestaciones grandilocuentes construidas con humo, son una sarta de mentiras o al menos, en eso han quedado convertidas por el actual Defensor con su lamentable comportamiento.
La periodista de la virtuosa Cadena radiofónica quiso saber que es lo que el Sr. Múgica le diría a aquellos que piensan que los toros son una tontería -empiezo por no comprender la pregunta, porque si se refería a los animalistas éstos no creen que la tauromaquia sea un asunto baladí sinó un crimen legalizado- a lo que el invitado respondió: “a los tontos no se les puede convencer de nada”. Y podemos sumar a esta edificante contestación las afirmaciones que en su día también salieron de la boca de este protector de los derechos esenciales, labor por la que cobra, cuando aseguró que “las posturas antitaurinas son producto de la utopía, del desconocimiento o de un nacionalismo mal entendido”.
La figura del Defensor de Pueblo se encarga como decía de proteger y amparar los derechos fundamentales y las libertades públicas de los ciudadanos. Primer punto, ¿no es expresarse en contra de un acto que implica sufrimiento y muerte para un ser vivo un derecho y un ejercicio de libertad?, pues ante tal circunstancia nos encontramos al Defensor actuando no sólo de fiscal acusando a tres cuartas partes de los ciudadanos de ignorantes, sinó también faltándoles el respeto por llamarles tontos. Y él, ¿se cree muy inteligente o habla desde la prepotencia que le otorga su puesto, ese para el que al menos en esta ocasión ha mostrado una conducta impropia y ruin?.
Otro deber inherente a su cargo es que la Administración Pública actúe conforme al Artículo 103.1 de la Constitución, esto es, que sirva a los intereses generales con objetividad. ¿Y eso es él quien nos lo tiene que garantizar?, ¿el mismo que debido a su afición desde que era un niño a las corridas de toros se deja llevar por su pasión -sangrienta y brutal- y en vez de ser imparcial como su posición exige, ataca con suma necedad y nula racionalidad a un inmenso colectivo al que al menos, debería de atender, escuchar y valorar en sus demandas pero jamás escarnecer?.
Pero lo más sangrante es el papel que adquiere esta Institución como encargada de “impulsar el conocimiento y difusión de los derechos humanos especialmente entre los jóvenes, como elemento esencial de su formación ética”. Y el Sr. Múgica se atribuye sin el menor embarazo tan sustancial y delicada misión mientras es capaz de mantener que en nuestro País: “los toros configuran un occidente cultural”. Enseñar a la juventud que la tortura es un modo protegido de cultura, forma parte del ideario de la misma persona que pretende transmitirle a nuestros hijos valores que afiancen su formación ética.
En determinada ocasión el Sr. Múgica se refirió a la posición que mantienen los que abogan por la abolición de la tauromaquia, como “un desconsiderado altruismo ternurista y animalista” , llamando a este movimiento en contra del maltrato a los animales “tribu antitaurina, de rostro desencajado y totalitaria”. Ese es el Defensor del Pueblo, un individuo para quien propugnar que la violencia sobre seres vivos desaparezca como forma de diversión, es sensiblería y ternura trasnochada de un grupo de fanáticos de ideas radicales y antidemocráticas. No me extraña que escogiese a la COPE, la Cadena sin pecado concebida para expresarse ni que en su día fuese elegido por Aznar para esta función, y no me sorprende porque a juzgar por sus manifestaciones compruebo que él es un recio macho bragado, enemigo de la terneza propia de seres débiles y blandos y capaz de calificar a los hombre y mujeres, a los niños y ancianos que continuamente se manifiestan en contra de esta tradición bárbara que cada vez atrae a menos personas y repugna a más, de cabila totalitarista. Si esa actitud no es fascismo se le parece mucho y si viene del Defensor del Pueblo, es inconcebible y suficiente como para reclamar que se deje de prostituir de tal modo una Institución que se supone que es una salvaguarda de los derechos fundamentales de todos y esa labor, no puede pasar por proteger comportamientos violentos y crueles contra otros seres, porque el “derecho a matar” no ha de estar jamás por encima del derecho a no morir a manos de alguien.
Durante la presentación de un libro sobre la Fiesta de los toros a la que este insigne aficionado fue invitado, pronunció un discurso en el que dijo refiriéndose al reglamento taurino y todos los extremos que le conciernen, “que ese trabajo –el de regular las corridas por derecho- ha de ser tenido en cuenta como muestra de la preocupación y de la exigencia que deben presidir las reflexiones sobre los distintos componentes y experiencias que afectan a una convivencia civilizada y pacífica”. E imagino que desde entonces hasta ahora, el Sr. Múgica habrá acudido con su abono a unas cuantas corridas y acáso, mientras contemplaba extasiado como el animal vomitaba sangre entre estertores al final de la faena, recordaría sus palabras hablando de “convivencia civilizada y pacífica”, para seguir disfrutando de un espectáculo en el que pacifismo se escribe en rojo sobre la arena y la civilización se retrotrae al estado más salvaje y primitivo del hombre.
Don Enrique Múgica Herzog volverá a su despacho como cada día y desde los medios de comunicación o a través de su Página web, nos venderá su cometido como un logro básico de la democracia y su figura, como la de un adalid de la justicia, la igualdad, la razón y la ética. Pero yo, que al igual que otros muchos soy para él un tonto de rostro desencajado y perteneciente a una tribu totalitaria de altruismo ternurista, mientras existan cargos públicos capaces de insultar al Pueblo al tiempo que cobran por protegerlo y defenderlo, en tanto en cuanto quien vela por al formación de los niños como parte de su labor, no tenga el menor reparo en afirmar que es cultural y educativo el que un hombre reviente internamente durante veinte minutos a un animal para matarlo tras una agonía terrible, mientras eso ocurra, pensaré que mi “imbecilidad” tal vez no sea tan evidente como el Sr. Múgica afirma, ya que al menos dispongo de la lucidez necesaria para ser consciente de que es indigno de la plaza que ocupa y el que lo siga haciendo, supone una afrenta a esta supuesta democracia y sobre todo, a unos ciudadanos que no merecen ser defendidos por un paladín de la tortura, por muy legalizada que esté todavía.
Julio Ortega Fraile