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El juego trágico del verano.

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El País, 23 agosto 2009
El juego trágico del verano
Son ya seis los muertos por asta de toro en los encierros españoles
LOLA GALÁN - Madrid - 23/08/2009
La entrada a la plaza de toros de la localidad madrileña de San Sebastián de los Reyes presentaba el aspecto de un campo de batalla recién abandonado. Con manchas de sangre, ropa desgarrada, decenas de zapatillas desparejadas por el suelo. El encierro del 28 de agosto de 2005 fue devastador. Dejó 60 heridos y al equipo de la televisión polaca, que lo filmaba, totalmente consternado. Sobre todo al enterarse de que aquel desastre no impediría el encierro del día siguiente.

Descienden las corridas, pero aumentan los festejos con toros
¿Cómo explicarles a los periodistas polacos que ese factor de riesgo, de sangre, de locura, de barbarie si se quiere, es consustancial a los encierros de toros? Que cada año hay cientos de heridos en los casi 15.000 festejos de este tipo que se celebran en buena parte de los más de 7.000 municipios españoles. Y que el fenómeno, lejos de remitir, parece consolidarse.
Sólo en la Comunidad Valenciana se celebraron el año pasado más de 6.000 festejos populares con toros. Y la afición crece en Castilla y León, Castilla-La Mancha y Andalucía. También aumentan los aficionados que van de un pueblo a otro, de unas fiestas a otras, para disfrutar del espectáculo. Los sanfermines, el referente de todos los encierros, han dejado un muerto y 41 heridos por asta de toro, además de dos centenares largos de contusionados. Una lista que incluye chavales de 18 años, y hombres maduros de 66. Españoles y norteamericanos, en una fiesta cada vez más masificada en la que corren entre 2.000 y 3.000 personas en el estrecho espacio de las talanqueras.

El muerto de Pamplona no era el primero del año, ni el último. Antes de que un toro corneara fatalmente a Daniel Jimeno, otros cuatro varones habían muerto ya en circunstancias similares. Y el martes pasado caía la última víctima hasta el momento, un chaval de 16 años, volteado por un cabestro en el pueblo de Cabanillas (Navarra). Una cosecha amarga nada excepcional.

El verano en España, ardiente, interminable, es el gran momento para estos festejos. Los ingredientes son siempre los mismos. Fiestas hasta el amanecer con conciertos y copas en abundancia. El riesgo mayor en los encierros está en el consumo de alcohol y la masificación. "Los borrachos, los menores incontrolados, los cafres y los considerados normales, están en todas las fiestas y eventos del mundo. Siempre en las mismas proporciones", se lamenta José Lorente, corredor de encierros y subdirector de la revista taurina Bous al Carrer, que se edita en Puzol (Valencia). "Llevo 30 años asistiendo a los festejos populares en toda España, y veo las mismas caras que en una discoteca, en una verbena, en un concierto, o en un estadio".

Pero en los encierros el riesgo es elemento esencial. Por mucho que las autoridades rodeen los recintos de policías y ambulancias. Alberto Matiaces, concejal de Festejos de San Sebastián de los Reyes -cuyos encierros empiezan el próximo miércoles-, hace mucho hincapié en la seriedad de una organización en la que intervienen unas 400 personas. "Disponemos de siete ambulancias-UVI, un hospital de campaña, el quirófano de la plaza de toros, con nueve cirujanos preparados, y nuestro hospital Infanta Sofía, en estado de alerta". Eso sin contar las pólizas de seguros obligatorias. Una de 4.000 euros, para cubrir desgracias a los corredores, y otra de 9.000 para asegurar a los toros.

"Correr los toros exige una forma física como la de un deportista de élite. A los 37 años yo ya soy un viejo", dice Lorente, que conserva cicatrices de tres cornadas. Aunque el trayecto o manga parece interminable (más de 800 metros en Pamplona y en Sanse), el participante no suele correr más de 50 metros.

Lo sabe bien José María Pereira, pastor de encierros y corredor él mismo, que lleva ocho años organizando los de San Sebastián de los Reyes. Pereira, de 30 años, tiene claro que no se puede hablar de encierros o de toros sin más. "Hay festejos con toros de corro, que se alquilan y van de un sitio a otro y se las saben todas". Esas fiestas no son para él. "Deberían prohibirse, como ocurre ya en Madrid".

Lo que irrita al movimiento ecologista y antitaurino es que este espectáculo se financie con dinero público. Calculan que anualmente se destinan a estos festejos unos 600 millones de euros. La cifra no parece disparatada si se tiene en cuenta que un ayuntamiento como Manzanares el Real, en la Comunidad de Madrid, gasta casi un 2% de su presupuesto de siete millones de euros en sus fiestas de agosto, con encierros y novilladas.

"Un gasto desproporcionado que este año se ha reducido a la mitad, después de una consulta a los vecinos", cuenta Angel Aretxaga, concejal de IU. La decisión ha sido una especie de quiero y no puedo porque la opinión local está muy dividida. Ocurre en todas partes.

No es casual que sólo 56 municipios españoles (casi todos en Cataluña), se hayan descolgado oficialmente de la afición taurina. Los toros siguen siendo el plato esencial del menú festivo español.

Theo Oberhuber, portavoz de Ecologistas en Acción, considera, no obstante, que el fenómeno está remitiendo, aunque muy lentamente. Un dato del que tendrían que tomar buena nota los poderes públicos. "Las encuestas que hace Gallup muestran que la cifra de aficionados a los toros está ahora en apenas un 10% o un 12% de la población".

Datos globales del Ministerio del Interior avalan también esta tesis. En 2008 se celebraron 2.218 corridas, 404 menos que el año anterior, y los ganaderos (en España hay más de 1.300 empresas dedicadas a criar toros), achacan este descenso a la crisis que ha llevado a una reducción general de festejos taurinos.

Pero los números también pueden resultar engañosos. Las fiestas populares con toros, lo que valencianos y catalanes llaman bous al carrer, no dejan de aumentar. Los propios encierros parecen haber cobrado nuevo brío coincidiendo con el despegue del sector turístico español. En San Sebastián de los Reyes se creó la primera peña taurina en el año 1979. "Nuestros encierros datan de 1520", asegura el concejal popular Alberto Matiaces.

El recurso a la tradición, para explicar el sorprendente apego de los españoles a los festejos taurinos, no le sirve al sociólogo y escritor Enrique Gil Calvo. A su juicio, la clave está en la transgresión del orden social. Algo que se consigue plenamente en las fiestas taurinas que conjugan transgresión y riesgo. "Y de aquí viene la mala fama, pero la enorme fama que tienen las fiestas con toros, que trasgreden y violan la vida del toro y además suponen un riesgo, un peligro, una amenaza para la integridad física de los fiesteros".

Afrontar el propio miedo, dominarlo, sería la gran recompensa de los participantes en los encierros. Una gratificación con la que deberían conformarse, sin buscar demasiadas bendiciones externas.



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