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El maltrato al animal como indicio de violencia familiar

archivado en:
Zulema Usach - zusach@losandes.com.ar

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La hipótesis es clara: quien maltrata a su mascota es más propenso a descargar su agresión con el resto de los habitantes del hogar que alguien incapaz de cometer esa práctica. Aunque del tema se habla poco en Mendoza, existe en los hechos y por lo tanto requiere de un abordaje integral. Incluso, distintos estudios realizados en Buenos Aires (ver aparte) y a nivel internacional no descartan que esto pueda ser un indicador al momento de analizar situaciones violentas.


Si bien en nuestra provincia no existen estadísticas al respecto, los especialistas locales coinciden en que ambos tipos de maltrato se unen en un punto común. Las asociaciones que trabajan por la protección de los animales lo ratifican y bregan por una toma de conciencia desde los ámbitos judiciales y gubernamentales a la hora de investigar los episodios de maltrato intrafamiliar.

Es que lejos de desaparecer, las huellas que va dejando una sociedad cada vez más violenta se evidencian a nivel mundial. Y nuestra provincia no es ajena teniendo en cuenta que las denuncias por este motivo saturan los juzgados de familia y los organismos de ayuda. Lo curioso es que hasta ahora, las mascotas de la casa nunca se incluyeron formalmente como víctimas y por lo tanto, en indicios de un hecho que permanece oculto detrás de las paredes del hogar.

Desde la Fundación Cullunche, entidad ambientalista que viene analizando la problemática, aseguran que un animal mal cuidado habla de un contexto familiar agresivo. En todos estos casos, los más débiles de la casa son sometidos a la figura que impone su autoridad por medio de la fuerza física o la manipulación psicológica. Los perros y gatos encabezan la lista de animales domésticos que son objeto de de excesos.

Para Jennifer Ibarra, quien preside la entidad, es necesario que este factor comience a ser tomado en cuenta. “Muchas veces tenemos gente que llama para denunciar que en una casa hay un perro golpeado o está mal alimentado pero el intento de resolver la situación se queda sólo allí”, explicó. Según Ibarra, dos estudios sobre maltrato animal realizados en Londres y Canadá muestran la necesidad de observar el estado en que se encuentra la mascota de la casa para determinar la personalidad y modo de vida de sus dueños.

Destacó que en esos países extranjeros “llevan 30 años registrando los casos de maltrato incluyendo a los animales”. Entre otros resultados, figura que los hombres tienen el doble de probabilidades de tratar mal a su mascota utilizando la fuerza física que las mujeres. Pero en ambos géneros, se trata de personas frías, impulsivas, autoritarias y con un alto grado de frustración.

Así, el maltrato animal es definido como “todos aquellos comportamientos que causan sufrimiento innecesario, estrés e incluso la muerte”. Ser negligente en cuanto a sus cuidados (refugio, alimento, agua, atención veterinaria) determina un agresión indirecta. La tortura, mutilación o asesinato se enumeran entre las reacciones violentas ejercidas en forma directa. Fuera de los hogares, la problemática se extiende hacia las riñas de perros y gatos. En Mendoza, esas prácticas son comunes en los departamentos alejados, mientras que en los del GranMendoza es más frecuente la utilización de caballos para las carretelas y el abandono.

Educación y valores

El componente sociocultural es determinante y una vez que las prácticas violentas son naturalizadas el riesgo de que se repitan es mayor. Es decir: si un niño crece en un ambiente en el que no se fomenta la compasión, el respeto y el cuidado por los seres vivos es probable que al llegar a adulto esos valores le queden relegados.

Así lo analizó Marta Stagni, jefa del Programa de Prevención y Atención del Maltrato a la Niñez, Adolescencia y Familia. “Si el chico nace en un ambiente violento es probable que desarrolle estas conductas con otras personas. Es una reacción en cadena”, explicó. Los más pequeños de la casa pueden ser espectadores de la situación, víctimas o bien suelen canalizar la ira contenida -al ser ellos también objetos de maltrato por parte de un adulto- en su mascota.

Según Sonia González, psiquiatra infanto-juvenil, la existencia de animales en la casa no forma parte de las preguntas de rigor en los tratamientos. Sin embargo, puede ser un parámetro que refleje un hecho más complejo. “La mascota forma parte de la familia y puede transformarse en víctima cuando hay estallidos de agresividad”, indicó.


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