"El mayor problema de la humanidad es que perdimos de vista nuestra condición animal"
Faro de Vigo.es, 27 mayo 2012
Unos estudios en una disciplina que, como sostiene orgulloso, demuestran que "el nivel de la investigación de la Prehistoria y la evolución humana en España es altísimo. España está a la cabeza europea".
Su libro amplía la idea de que hay que rehacer el mapa de la evolución humana. Incluso afirma que la paleontología está aquejada de un "afrocentrismo".
Son modas que se imponen. Primero se hablaba de que el origen de la humanidad estaba en Europa, éramos "eurocentristas". Después se empezó a apuntar a China y cuando aparecieron los primeros restos de un homínido en África todo el mundo volvió los ojos hacia ese continente. Desde hace veinte o treinta años todos los trabajos van en la misma dirección y África parece que bombeaba población de continuo cuando muchas veces no hay contrastación empírica. Nosotros empezamos a cuestionar esa visión hace unos años, con la tesis doctoral de María Martinón Torres, que ya es una investigadora consagrada y que en 2006 dijo algunas cosas que era complicado asumir. Empezamos a avanzar sobre cuestiones que Emiliano Aguirre, nuestro mentor y quien inició el proyecto de Atapuerca, había planteado ya hacía tiempo. La ciencia oficial no tenía en cuenta esas consideraciones, pero Aguirre sospechaba que los neandertales procedían de Asia y no de África. Esa nueva visión está ya en las publicaciones científicas a través de los artículos que hemos generado en estos años. Hay que tener en cuenta muchos aspectos en la evolución humana, como el clima o la geografía, que a veces se nos olvidan, sobre todo a los que sólo estudiamos fósiles humanos y pese a trabajar en equipos multidisciplinares.
La idea, en síntesis, es que los primeros colonizadores de Europa no procederían de África, sino de Asia.
Exacto. La primera salida constatada, clara y aceptada por todo el mundo es la que representan los homínidos de Dmanisi, en Georgia, hace casi dos millones de años. Estas poblaciones tienen unas características muy africanas, recuerdan mucho al Homo habilis. Georgia fue una zona refugio y el final de un viaje que los humanos podían hacer sin salir de su hábitat natural. Con un mapa delante, nosotros ahora distinguimos Europa de África, pero las características geológicas, geográficas y climáticas actuales no son las mismas que hace dos millones de años. En esa época los humanos podían moverse más hacia el norte de África sin salir de su hábitat y es lo que probablemente lo que ocurrió, ocuparon esa zona del Cáucaso que era el límite de su expansión normal dentro de su zona biogeográfica. Ya estaban fuera del continente africano y comienzan su expansión hacia el Este, donde tras salvar dificultades orográficas llegarán a lugares que guardan similitudes con África, como la India o Indonesia. Hacia el Oeste alcanza lo que hoy es Europa, sobre todo la zona sur. El problema es que en Europa las circunstancias cambian por efectos de las glaciaciones y hay una estacionalidad muy acusada, cosa que no ocurre en África.
Uno de los grandes y más recientes cambios de la teoría paleontológica es el derrumbe de la idea de que entre el hombre moderno y los neandertales no hubo cruce fértil.
Cuando la genética mostró la hibridación de neandertales y de humanos modernos nos quedamos sorprendidos. Pero si piensas que el genoma humano y el de los chimpancés se diferencian en un dos por ciento, ¿qué puede distinguir a un neandertal de un sapiens que tienen mucho en común y que comparten un ancestro relativamente reciente? Probablemente compartamos el 99,99 por ciento de nuestro genoma, con lo que ese cruce es factible y, además, con descendencia fértil. Desde el punto de vista biológico podemos decir que somos la misma especie. Ahora, la mayor parte de los paleoantropólogos y de los arqueólogos hemos preferido dejar los nombres (Homo neanderthalensis, Homo sapiens) porque, si no, no nos vamos a entender. Desde el punto de vista de los fósiles, la diferencia entre unos y otros es muy grande, por lo que desde la perspectiva paleontológica no podemos renunciar a las dos especies. Respecto al posible cruce de otros ancestros, podemos considerarlo factible, pero como no hay ADN que lo confirme no es algo que podamos sostener científicamente.
Parece claro, sin embargo, que el mestizaje entre nuestros ancestros fue mayor de lo que hasta ahora suponíamos.
Hubo mestizaje, pero no de una manera masiva, porque, si hubiera ocurrido así, los genetistas hace tiempo ya que lo hubieran advertido. Lo que nos dicen, sin embargo, es que las poblaciones africanas no tienen nada de neandertales, mientras que los que tenemos los ancestros en Eurasia llevamos entre el 2 y el 4 por ciento de sus genes. No está nada mal, más si tenemos en cuenta que nos quedamos con su sistema inmunitario, lo que nos permitió seguir hacia el Norte. Esto supone que tomamos de los neandertales herramientas biológicas que nos permitieron colonizar el territorio en el que vivían ellos. Se puede decir que les robamos la cartera.
En su libro anterior apuntaba que existe una disociación muy grande entre biología y tecnología, que nos hemos distanciado mucho de nuestra condición biológica.
Hemos perdido de vista nuestra condición biológica y ese es el mayor problema de la humanidad actual. Pensamos que no somos animales, que tenemos un toque divino y que el resto de lo que existe está por debajo de nosotros. Ése es nuestro pecado de soberbia infinita y no nos damos cuenta de que somos muy limitados. Si fuéramos tan excelsos como creemos no tendríamos la crisis por la que atravesamos ahora. Los problemas a los que nos enfrentamos cada día, de hambre, de contaminación, cuestionan esa presunta superioridad de la que presumimos. No estamos tan evolucionados como podemos pensar, aunque tengamos una tecnología que nos supera, que se ha desarrollado de una manera exponencial porque hay gente muy inteligente y, sobre todo, porque somos muchos para pensar. Si a uno de nosotros lo dejan en medio de la sabana, no duraría ni tres horas. Si nos dejan a una docena, a lo mejor aguantamos un par de días, pero si somos mil, entre todos volveríamos a construir una civilización.
Usted apunta que nuestros últimos cambios anatómicos están relacionados con la fabricación de herramientas. ¿Las nuevas tecnologías que ahora dominan nuestro entorno pueden provocar alteraciones similares?
Estamos en un momento muy interesante. Esta crisis no es sólo económica, lo es también de valores, de ideologías, de formas de pensar, y nos va a llevar a una situación distinta. Tenemos una tecnología cada vez más compleja que ya nos permite conocer nuestro genoma. Sabemos que algunos genes determinan aspectos concretos. Ya hemos manipulado especies. En el pasado convertimos a un cánido en múltiples razas de perros. Con las plantas hacemos lo mismo y con todo aquello que nos interesa para nuestra supervivencia. La cuestión ahora es si vamos o no a actuar sobre nosotros mismos, si nos limitaremos a intervenir para curar enfermedades o jugaremos a ser Dios. La ciencia es insaciable, como el ser humano, somos muy curiosos, como todos los primates, y tenemos una avidez de conocimiento que nunca se ve satisfecha. Si en el futuro somos capaces de manipular nuestra propia especie, estaríamos haciendo una especie nueva a partir de nosotros mismos. Técnicamente es posible.
¿Conocer la propia evolución nos permite entender mejor nuestra vida?
Esa es la aportación que pueden hacer a la Prehistoria. Nuestro trabajo puede parecer algo lúdico, orientado solo a saber cómo eran nuestros antepasados y a llenar museos como el que tenemos en Burgos dedicado a la evolución humana. Pero hay algo más: hemos de aprender del pasado, saber quiénes somos, cómo hemos llegado hasta aquí y qué nos ha hecho humanos.