El negocio de las pieles.
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Artículos
ABC, 15 junio 2009
Junio, el mes de... las pieles
Si en los años 50 el visón era caro y tenía que durar toda la vida (un abrigo en EE.UU. valía lo mismo que un Cadillac cuando hoy no cuesta más que una buena bicicleta de montaña), con la llegada, hace 20 años, de los diseñadores de piel franceses e italianos, y la cría de animales en granja, el concepto ha cambiado y los últimos desfiles confirman que si en la pasarela no hay pieles, no eres nada. Pero, ¿qué hay detrás de este mundo de lujo?
Hablamos de un negocio enorme que da trabajo a mucha gente, que mueve cantidades tremendas de dinero y que genera unos mercados variables según sean o no emergentes las economías de los países. Dinamarca tiene mucho que decir en el campo de la piel porque en Copenhague está la mayor casa de subastas de pieles del mundo, Copenhagen Fur, que clasifica nada menos que 18 millones de unidades al año, con unas exclusivas y precisas máquinas que determinan la calidad, el tamaño, el color o el sexo de visones, zorros, swakaras, chinchillas o martas, subastados para el mercado mundial por lotes (500 pieles como mínimo) al mejor postor. Cada piel que pasa por esta casa ha estado al menos en manos de 3 ó 4 personas, del total de los 150 clasificadores que la ha cribado, además de la máquina (que clasifica por color y tamaño 100.000 pieles por día). Cada color tiene su tono y cada tono su división de color, dependiendo además de la púa y la borra.
Punto de partida
Escandinavia siempre generó un mercado importante de pieles. Desde hace unos años Copenhagen Fur ha tomado la delantera en el complicado y riguroso mundo de la clasificación de piezas que, al fin y al cabo, es la base de la calidad de abrigos y otras prendas de lujo. En Copenhague se celebran cinco subastas anuales y a ellas acuden comerciantes de pieles y minoristas de todo el mundo, pues es aquí donde se establece el valor actual del mercado de pieles mediante la licitación.
Y por si fuera poco, en Copenhague también está el selecto Club Purple, cuyos miembros son importantísimas firmas peleteras internacionales que una, dos o tres veces al año acuden a experimentar en este «laboratorio» de la piel para que les ayuden a resolver las dudas que sus diseños plantean.
Nuevos tratamientos
Porque la piel, a la hora del diseño o del tratamiento (despinzado, rasado o estampado), presenta unos problemas distintos de los del textil. En el Club Purple se hacen experimentos sin costo para que los peleteros no gasten sus piezas. La gallega Sonia Ríos, de la firma Olga Ríos, es la única española miembro de este selecto club y durante nuestra visita al centro estaba trabajando y experimentando nuevas técnicas con visón palomino (la piel más prestigiosa, moderna y demandada por los peleteros, además de la más cara), y napas para hacer cuerpos y mangas de vestidos de fiesta, en aras a conseguir de la piel nuevos aires y distintos diseños en piezas que vayan más allá del típico abrigo o chaquetón.
Con la buena piel se puede hacer lo que se quiera y últimamente ha entrado en el terreno de la decoración. En el Club Purple vimos cómo se experimentaba con visones teñidos de colores o en llamativos estampados para hacer flores para tocados, pulseras, collares, adornos en los zapatos, gorros, diademas, pantallas para lámparas, cojines, asientos de sillas, mantas, fundas de sofás, fundas de cafeteras, taburetes, ositos y sacos de paseo para los niños, como el que habían confeccionado para el hijo del Príncipe Federico de Dinamarca.
Todo se aprovecha. Bien lo saben los chinos (los mayores consumidores de pieles del mundo y compradores del 85 por ciento de la subasta de Copenhagen Fur) que se llevan gran parte de los lotes, incluidos los de pieles defectuosas, que ellos utilizan para hacer productos de baja calidad que venden a precios irrisorios, pues el coste de la mano de obra china es la cuarta parte que en Europa, aunque su producción deja mucho que desear al fallar el gusto por los detalles. También el mercado ruso es importante y siente especial inclinación por los visones machos (más peludos, grandes y pesados), porque consideran que abrigan más y ellos lo necesitan. En la última subasta de diciembre el mercado ruso falló, a consecuencia de la crisis, y en esta que ahora se celebra sacan 1,4 millones de piezas procedentes de aquella cita. También bajó en diciembre el precio del visión macho un 18 por ciento, pero no el de las hembras. Ahora una piel de visón tiene un precio medio de 27,5 euros. Lo curioso es que, aunque el diseño sea italiano, el abrigo se fabrica en China, que tiene un mercado distinto al centroeuropeo donde los compradores, con anterioridad a la subasta, buscan y rebuscan entre los lotes eligiendo entre los 47 tipos diferentes de visones naturales que llegan a desarrollar 74.000 variedades, dependiendo de las calidades y el color. Y pagan los precios más altos pues cuanto más rasada sea una piel más cosas se pueden hacer con ella. Bien lo saben Gucci, Prada, Mac Jacobs, Armand Basi, Katia Hillier, Issa, Elie Saab, Loewe, Veronique Leroy, José Castro, Denis Simacher o Sonia Rios, todos miembros del Club Purple, donde las últimas técnicas les han llevado a experimentar con pieles de salmón para mezclarlas con visón cachemir (idóneo para hacer faldas o camisas) o cazadoras para esquiar donde se ha microprocesado el visión con el fin de que la piel transpire.
Imaginación y calidad
«La piel es un material que tiene más posibilidades de trabajo que un textil al ser algo natural que se puede artificializar», afirma Sonia Rios, quien añade que «en peletería hay que lograr hacer piezas que no sean el típico abrigo cuadrado de la abuela que duraba toda la vida con la misma hechura, porque ahora con la piel bien tratada y curtida se pueden hacer maravillas. El límite está donde lo pongas tú».
«¿Crisis en la industria de la piel?», se pregunta Torben Nielsen, director general de Copenhagen Fur. «No estamos —dice— tan afectados y esto tiene que ver con el hecho de que en los últimos años hemos enfocado el negocio hacia la calidad. Hemos puesto muchas cosas en marcha con los granjeros criadores daneses de visón para mejorar la calidad y este año vamos a recibir 20 millones de pieles para clasificar y aunque los mercados cambian, afortunadamente en China no hay crisis; es más, una piel europea y de pelo corto allí da prestigio. El lujo nunca va a desaparecer, nuestra competencia está en los nuevos materiales (que han cambiado el mercado), donde lo funcional predomina sobre cualquier tejido y en ver cómo enganchar a la piel a las nuevas generaciones».
Junio, el mes de... las pieles
Si en los años 50 el visón era caro y tenía que durar toda la vida (un abrigo en EE.UU. valía lo mismo que un Cadillac cuando hoy no cuesta más que una buena bicicleta de montaña), con la llegada, hace 20 años, de los diseñadores de piel franceses e italianos, y la cría de animales en granja, el concepto ha cambiado y los últimos desfiles confirman que si en la pasarela no hay pieles, no eres nada. Pero, ¿qué hay detrás de este mundo de lujo?
Hablamos de un negocio enorme que da trabajo a mucha gente, que mueve cantidades tremendas de dinero y que genera unos mercados variables según sean o no emergentes las economías de los países. Dinamarca tiene mucho que decir en el campo de la piel porque en Copenhague está la mayor casa de subastas de pieles del mundo, Copenhagen Fur, que clasifica nada menos que 18 millones de unidades al año, con unas exclusivas y precisas máquinas que determinan la calidad, el tamaño, el color o el sexo de visones, zorros, swakaras, chinchillas o martas, subastados para el mercado mundial por lotes (500 pieles como mínimo) al mejor postor. Cada piel que pasa por esta casa ha estado al menos en manos de 3 ó 4 personas, del total de los 150 clasificadores que la ha cribado, además de la máquina (que clasifica por color y tamaño 100.000 pieles por día). Cada color tiene su tono y cada tono su división de color, dependiendo además de la púa y la borra.
Punto de partida
Escandinavia siempre generó un mercado importante de pieles. Desde hace unos años Copenhagen Fur ha tomado la delantera en el complicado y riguroso mundo de la clasificación de piezas que, al fin y al cabo, es la base de la calidad de abrigos y otras prendas de lujo. En Copenhague se celebran cinco subastas anuales y a ellas acuden comerciantes de pieles y minoristas de todo el mundo, pues es aquí donde se establece el valor actual del mercado de pieles mediante la licitación.
Y por si fuera poco, en Copenhague también está el selecto Club Purple, cuyos miembros son importantísimas firmas peleteras internacionales que una, dos o tres veces al año acuden a experimentar en este «laboratorio» de la piel para que les ayuden a resolver las dudas que sus diseños plantean.
Nuevos tratamientos
Porque la piel, a la hora del diseño o del tratamiento (despinzado, rasado o estampado), presenta unos problemas distintos de los del textil. En el Club Purple se hacen experimentos sin costo para que los peleteros no gasten sus piezas. La gallega Sonia Ríos, de la firma Olga Ríos, es la única española miembro de este selecto club y durante nuestra visita al centro estaba trabajando y experimentando nuevas técnicas con visón palomino (la piel más prestigiosa, moderna y demandada por los peleteros, además de la más cara), y napas para hacer cuerpos y mangas de vestidos de fiesta, en aras a conseguir de la piel nuevos aires y distintos diseños en piezas que vayan más allá del típico abrigo o chaquetón.
Con la buena piel se puede hacer lo que se quiera y últimamente ha entrado en el terreno de la decoración. En el Club Purple vimos cómo se experimentaba con visones teñidos de colores o en llamativos estampados para hacer flores para tocados, pulseras, collares, adornos en los zapatos, gorros, diademas, pantallas para lámparas, cojines, asientos de sillas, mantas, fundas de sofás, fundas de cafeteras, taburetes, ositos y sacos de paseo para los niños, como el que habían confeccionado para el hijo del Príncipe Federico de Dinamarca.
Todo se aprovecha. Bien lo saben los chinos (los mayores consumidores de pieles del mundo y compradores del 85 por ciento de la subasta de Copenhagen Fur) que se llevan gran parte de los lotes, incluidos los de pieles defectuosas, que ellos utilizan para hacer productos de baja calidad que venden a precios irrisorios, pues el coste de la mano de obra china es la cuarta parte que en Europa, aunque su producción deja mucho que desear al fallar el gusto por los detalles. También el mercado ruso es importante y siente especial inclinación por los visones machos (más peludos, grandes y pesados), porque consideran que abrigan más y ellos lo necesitan. En la última subasta de diciembre el mercado ruso falló, a consecuencia de la crisis, y en esta que ahora se celebra sacan 1,4 millones de piezas procedentes de aquella cita. También bajó en diciembre el precio del visión macho un 18 por ciento, pero no el de las hembras. Ahora una piel de visón tiene un precio medio de 27,5 euros. Lo curioso es que, aunque el diseño sea italiano, el abrigo se fabrica en China, que tiene un mercado distinto al centroeuropeo donde los compradores, con anterioridad a la subasta, buscan y rebuscan entre los lotes eligiendo entre los 47 tipos diferentes de visones naturales que llegan a desarrollar 74.000 variedades, dependiendo de las calidades y el color. Y pagan los precios más altos pues cuanto más rasada sea una piel más cosas se pueden hacer con ella. Bien lo saben Gucci, Prada, Mac Jacobs, Armand Basi, Katia Hillier, Issa, Elie Saab, Loewe, Veronique Leroy, José Castro, Denis Simacher o Sonia Rios, todos miembros del Club Purple, donde las últimas técnicas les han llevado a experimentar con pieles de salmón para mezclarlas con visón cachemir (idóneo para hacer faldas o camisas) o cazadoras para esquiar donde se ha microprocesado el visión con el fin de que la piel transpire.
Imaginación y calidad
«La piel es un material que tiene más posibilidades de trabajo que un textil al ser algo natural que se puede artificializar», afirma Sonia Rios, quien añade que «en peletería hay que lograr hacer piezas que no sean el típico abrigo cuadrado de la abuela que duraba toda la vida con la misma hechura, porque ahora con la piel bien tratada y curtida se pueden hacer maravillas. El límite está donde lo pongas tú».
«¿Crisis en la industria de la piel?», se pregunta Torben Nielsen, director general de Copenhagen Fur. «No estamos —dice— tan afectados y esto tiene que ver con el hecho de que en los últimos años hemos enfocado el negocio hacia la calidad. Hemos puesto muchas cosas en marcha con los granjeros criadores daneses de visón para mejorar la calidad y este año vamos a recibir 20 millones de pieles para clasificar y aunque los mercados cambian, afortunadamente en China no hay crisis; es más, una piel europea y de pelo corto allí da prestigio. El lujo nunca va a desaparecer, nuestra competencia está en los nuevos materiales (que han cambiado el mercado), donde lo funcional predomina sobre cualquier tejido y en ver cómo enganchar a la piel a las nuevas generaciones».