El ocaso del orangután.
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El Mundo.es, 15 Febrero 2009.
El ocaso del pensador de la jungla.
Los cultivos de aceite de palma en Indonesia están matando a los orangutanes
El experto holandés Willie Smits presenta un libro sobre la sitúación en Borneo
«Vas a tu despensa, sacas unas galletas, margarina o cualquier cosa de las que comemos en Occidente y estás acabando con los orangutanes». Willie Smits, un holandés que lleva 30 años trabajando en Borneo y que tiene ahora mismo 1.000 simios a su cargo, no tiene reparo en amargarle el desayuno a los europeos. Quiere que se levanten y le pidan a sus gobiernos que hagan cumplir las leyes. Que no se importe más aceite de palma sin que haya garantía de que ha sido producido de forma respetuosa con el medio.
De no actuar así, se corre el riesgo de perder a una de las especies más extraordinarias del planeta. El orangután ('Pongo pygmaeus') es junto a chimpancés y gorilas el mamífero más cercano al hombre y una fuente de conocimiento para aprender qué nos hace humanos. El orangután es un libro de instrucciones de nuestra propia mente, pero está desapareciendo. El gran simio asiático ha quedado acorralado en los bosques lluviosos de las islas de Sumatra y, sobre todo, Borneo, en un terreno compartido por Indonesia y Malasia. Un área donde se está asestando un gigantesco bocado al medio natural.
Las selvas de las que depende están se destruyen a toda volocidad. Tanto que Indonesia es ya el cuarto emisor de gases de efecto invernadero del mundo por el humo de los fuegos forestales y las emisiones de metano provenientes de los suelos pantanosos desprovistos súbitamente de vegetación.
Estos terrenos de gran valor biológico se destinan a cultivos de exportación como el aceite de palma, un fruto que empieza ahora a dedicarse a biocombustible y que lleva mucho más tiempo siendo parte de nuestra dieta como una de esas «grasas vegetales» que aparecen como ingrediente de tantos alimentos.
Smits visita España para presentar su libro-denuncia sobre la situación del orangután. En 'Los pensadores de la jungla' (Ed. H.F Ullman) describe los problemas de conservación y narra su experiencia como gestor de un centro de recuperación de fauna. La organización que dirige, Borneo Orangutan Survival Foundation (BOS), rescata animales en peligro de los bosques talados o del circuito ilegal de ejemplares cautivos y trata de devolverlos a zonas de bosque seguras.
Smits habla tranquilo, con una serenidad heredada quizá de los largos días observando a la fauna en silencio. Pero no por ello pierde firmeza. Le brillan los ojos cuando afirma: «La situación es desesperada. No estamos salvando nada. Hay muchos organismos haciendo campañas diciendo que las cosas mejoran. Pero es falso. Los orangutantes se van a acabar si no actuamos. Y podemos hacerlo».
Porque sí, hay soluciones. En realidad, Smits no ha venido a Madrid a estropearle el desayuno a nadie. Tan sólo pretende despertar al consumidor-ciudadano y aportar una salida. Su discurso destierra el sambenito que se suele colgar a los defensores de la naturaleza: gente quejumbrosa contra el sistema que no ofrece alternativas a cambio.
Sanar la tierra
Sucede que Smits es, ante todo, un técnico, Un ingeniero forestal que llegó a Indonesia en 1980 para trabajar en el sector maderero y acabó convirtiéndose en experto en primates. Y su conclusión es clara: «No hemos entendido la complejidad de los ecosistemas tropicales, que no pueden manejarse como los cultivos europeos». «La riqueza no se crea talando grandes extensiones de terrenos que son rápidamente lavados por la lluvia, sino gestionando la rica diversidad», defiende. Y lo ha probado en las miles de hectáreas que gestiona junto a la población local.
En pocos años, el territorio ha pasado del erial al vergel productivo. Las plantaciones forestales de medio y largo plazo se alternan con cultivos de rápida cosecha. Y allí sí quedan orangutanes. Se trata de «sanar la tierra» y tener un enfoque local, lejos de la mezcla de avaricia, globalización y corrupción que ahora impera, comenta el autor.
Smits recuerda que ahora que el cambio climático es la mayor preocupación mundial, conservar el orangután ayudaría a enjugar el problema. «En lugar de quemar la selva y emitir más CO2 podemos salvar la especie y mantener sus bosques, que son un sumidero de carbono». Hay miles de hectáreas abandonadas en Indonesia, recuerda, que pueden destinarse al cultivo, pero los negociantes prefieren entrar en la selva virgen.
«No me opongo al aceite de palma», aclara Smits, «hay controles, trazabilidad, satélites que pueden decirte si el cargamento que llega a Europa está limpio o no, si viene de una plantación legal o de terrenos ocupados ilegalmente. ¿Por qué no se hace cumplir la ley? Lo único que pido es que los ciudadanos le digan a sus gobiernos que ellos no quieren ser cómplices del crimen que estamos cometiendo».
El libro de Smits está ilustrado con cientos de fotografías, la mayoría de Jay Ullal, que lleva años documentando la vida de los orangutanes que permanecen en los centros de recuperación de la BOS. Esto ha permitido aportar nuevos datos de importante valor científico sobre el desarrollo cognitivo y cultural de estos primates, revelando insospechadas conductas que refuerzan el conocimiento que se tiene ya sobre su inteligencia.
La obra muestra también la parte aspera de la situación. Orangutanes cautivos, matados, asados en los puestos de comida de los mercados. La obra fue rechazada varias veces hasta ser publicada por el editor Herbert Ullman, quien afirma: «Hay libros que se pueden editar y hay otros que, simplemente, se deben editar».
El ocaso del pensador de la jungla.
Los cultivos de aceite de palma en Indonesia están matando a los orangutanes
El experto holandés Willie Smits presenta un libro sobre la sitúación en Borneo
«Vas a tu despensa, sacas unas galletas, margarina o cualquier cosa de las que comemos en Occidente y estás acabando con los orangutanes». Willie Smits, un holandés que lleva 30 años trabajando en Borneo y que tiene ahora mismo 1.000 simios a su cargo, no tiene reparo en amargarle el desayuno a los europeos. Quiere que se levanten y le pidan a sus gobiernos que hagan cumplir las leyes. Que no se importe más aceite de palma sin que haya garantía de que ha sido producido de forma respetuosa con el medio.
De no actuar así, se corre el riesgo de perder a una de las especies más extraordinarias del planeta. El orangután ('Pongo pygmaeus') es junto a chimpancés y gorilas el mamífero más cercano al hombre y una fuente de conocimiento para aprender qué nos hace humanos. El orangután es un libro de instrucciones de nuestra propia mente, pero está desapareciendo. El gran simio asiático ha quedado acorralado en los bosques lluviosos de las islas de Sumatra y, sobre todo, Borneo, en un terreno compartido por Indonesia y Malasia. Un área donde se está asestando un gigantesco bocado al medio natural.
Las selvas de las que depende están se destruyen a toda volocidad. Tanto que Indonesia es ya el cuarto emisor de gases de efecto invernadero del mundo por el humo de los fuegos forestales y las emisiones de metano provenientes de los suelos pantanosos desprovistos súbitamente de vegetación.
Estos terrenos de gran valor biológico se destinan a cultivos de exportación como el aceite de palma, un fruto que empieza ahora a dedicarse a biocombustible y que lleva mucho más tiempo siendo parte de nuestra dieta como una de esas «grasas vegetales» que aparecen como ingrediente de tantos alimentos.
Smits visita España para presentar su libro-denuncia sobre la situación del orangután. En 'Los pensadores de la jungla' (Ed. H.F Ullman) describe los problemas de conservación y narra su experiencia como gestor de un centro de recuperación de fauna. La organización que dirige, Borneo Orangutan Survival Foundation (BOS), rescata animales en peligro de los bosques talados o del circuito ilegal de ejemplares cautivos y trata de devolverlos a zonas de bosque seguras.
Smits habla tranquilo, con una serenidad heredada quizá de los largos días observando a la fauna en silencio. Pero no por ello pierde firmeza. Le brillan los ojos cuando afirma: «La situación es desesperada. No estamos salvando nada. Hay muchos organismos haciendo campañas diciendo que las cosas mejoran. Pero es falso. Los orangutantes se van a acabar si no actuamos. Y podemos hacerlo».
Porque sí, hay soluciones. En realidad, Smits no ha venido a Madrid a estropearle el desayuno a nadie. Tan sólo pretende despertar al consumidor-ciudadano y aportar una salida. Su discurso destierra el sambenito que se suele colgar a los defensores de la naturaleza: gente quejumbrosa contra el sistema que no ofrece alternativas a cambio.
Sanar la tierra
Sucede que Smits es, ante todo, un técnico, Un ingeniero forestal que llegó a Indonesia en 1980 para trabajar en el sector maderero y acabó convirtiéndose en experto en primates. Y su conclusión es clara: «No hemos entendido la complejidad de los ecosistemas tropicales, que no pueden manejarse como los cultivos europeos». «La riqueza no se crea talando grandes extensiones de terrenos que son rápidamente lavados por la lluvia, sino gestionando la rica diversidad», defiende. Y lo ha probado en las miles de hectáreas que gestiona junto a la población local.
En pocos años, el territorio ha pasado del erial al vergel productivo. Las plantaciones forestales de medio y largo plazo se alternan con cultivos de rápida cosecha. Y allí sí quedan orangutanes. Se trata de «sanar la tierra» y tener un enfoque local, lejos de la mezcla de avaricia, globalización y corrupción que ahora impera, comenta el autor.
Smits recuerda que ahora que el cambio climático es la mayor preocupación mundial, conservar el orangután ayudaría a enjugar el problema. «En lugar de quemar la selva y emitir más CO2 podemos salvar la especie y mantener sus bosques, que son un sumidero de carbono». Hay miles de hectáreas abandonadas en Indonesia, recuerda, que pueden destinarse al cultivo, pero los negociantes prefieren entrar en la selva virgen.
«No me opongo al aceite de palma», aclara Smits, «hay controles, trazabilidad, satélites que pueden decirte si el cargamento que llega a Europa está limpio o no, si viene de una plantación legal o de terrenos ocupados ilegalmente. ¿Por qué no se hace cumplir la ley? Lo único que pido es que los ciudadanos le digan a sus gobiernos que ellos no quieren ser cómplices del crimen que estamos cometiendo».
El libro de Smits está ilustrado con cientos de fotografías, la mayoría de Jay Ullal, que lleva años documentando la vida de los orangutanes que permanecen en los centros de recuperación de la BOS. Esto ha permitido aportar nuevos datos de importante valor científico sobre el desarrollo cognitivo y cultural de estos primates, revelando insospechadas conductas que refuerzan el conocimiento que se tiene ya sobre su inteligencia.
La obra muestra también la parte aspera de la situación. Orangutanes cautivos, matados, asados en los puestos de comida de los mercados. La obra fue rechazada varias veces hasta ser publicada por el editor Herbert Ullman, quien afirma: «Hay libros que se pueden editar y hay otros que, simplemente, se deben editar».