El toro es cultura en Marbella
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Rafael Ávila y Julio Ortega
Que no lo decimos nosotros, que somos unos don nadie, sino que lo afirma D. Esteban Ferrón, garboso Director de la iniciativa que lleva ese nombre y que está auspiciada por el CADE (Centros de apoyo al desarrollo empresarial), a su vez integrado en la Consejería de Innovación, Ciencia y Empresa de la Junta de Andalucía por medio de la Agencia de Innovación y Desarrollo; una propuesta que se presentó como una oferta cultural y de ocio para todos los públicos - atención niños que los reality gore ya están a vuestro alcance – en la Ciudad de Marbella y la cosa debe de ir muy en serio, puesto que goza del empaque oficial que otorga sello de calidad a estos asuntos: aparece en la Página del Ayuntamiento que por supuesto lo ve bien, ya que el Grupo Popular pretendió blindar de forma permanente la Fiesta en el Estatuto de Andalucía y encima esta vez, le sale gratis la promoción de la misma. Resumiendo, que la Consejería de Innovación le concede un presupuesto al CADE y éste, en un alarde de necedad y desfachatez, se lo gasta en crear un Premio anual del que ahora han celebrado la primera edición denominado “I Premio: El Toro es Cultura”.
La Junta de Andalucía, a través de su Delegación en Málaga, piensa que la tauromaquia es un negocio basado en dos valores como son la innovación y la cultura. Ahora va a resultar que una de las tradiciones más cruentas, vergonzosas y rancias que tenemos en este País son un signo de modernidad; pero da la impresión de que ha habido un tremendo error de cálculo por parte de este Organismo, ya que a pesar del amparo institucional y de la pátina de ilustre novedad con la que lo han querido maquillar, su repercusión en los medios y la asistencia a los actos han sido más bien escasas. Las palabras del Sr. Ferrón cuando decía: “es un proyecto empresarial basado en la difusión de la cultura española utilizando la figura del toro”, añadiendo que: “la fiesta de los toros no es sólo una diversión más o menos recomendable sino que se trata de un hecho de profunda significación en la vida española", son el epitafio de un fiasco que ha fracasado a pesar del amparo de la Junta y del derroche de medios, entre los que no faltó la figura de un patrocinador, en este caso la FNAC, convertida la Empresa francesa en mecenas de la “cultura”, aunque en este caso con mucho más de Calígula y de Jesús Gil – ya que estamos en Marbella - que de Cayo Cilnio.
Lo más infamante de toda esta cuestión es que para lograr su objetivo, el Organo de Gobierno Andaluz utilice la tortura de animales, la presente como algo ampliamente aceptado en España, diga que es aconsejable y que encima asegure que su proyecto es válido para todas las edades – incluso ofrecían entradas gratuitas en las corridas a los menores de 16 años acompañados de sus padres - todo eso nos produce indignación porque está mintiendo, coraje porque cuenta con el beneplácito y colaboración de los políticos comunitarios, provinciales y locales, repugnancia porque lo considera un divertimento y náusea cuando pretende involucrar a los niños en semejante atrocidad.
Cada día se cierran más plazas, las que permanecen abiertas tienen muchas veces que recurrir a sortear algo entre los asistentes, obsequiar entradas o llevar engañados a turistas para que parezca que hay alguien en los tendidos; en concreto y como indica D. Rafael Avila, Coordinador de Ecologistas en Acción de Marbella y portavoz de la Plataforma 29 de Mayo refiriéndose a esta iniciativa: “la Plaza de Puerto Banús ya no alberga corridas y la de Marbella, prácticamente vacía a no ser por los pases regalados a jubilados, ha sobrevivido gracias a que la Empresa concesionaria no pagó el canon durante lustros”; los toreros han de salir en los programas del corazón o de crear polémica con sus medallitas para alimentar el morbo y asegurarse seguidores; las ciudades que se declaran contrarias a la tauromaquia aumentan día tras día; todas las encuestas indican el rechazo mayoritario a las corridas y cuando en alguna población tienen el valor y sobre todo la integridad política de hacer una votación vinculante al respecto, el resultado indefectiblemente es que en esa localidad no se somete a más animales a la tortura y a la muerte. En fin, que esta salvajada sangrienta y espectáculo para el goce de brutos y sádicos, este negocio cada vez más ruinoso para unos cuantos empresarios sin escrúpulos, esta vergüenza de tradición que nos sigue costando muchos millones en partidas presupuestarias cuando nos están contando que es momento de ajustarse y sacrificarse todos por la crisis, está abocada a la desaparición aunque algunos se empeñen en convencernos de que disfruta de una salud envidiable, claro que eso lo hacen de cara a los medios, en un intento desesperado de aferrarse a este rastro degradante que ha ido dejando el hombre a lo largo de varios siglos y que en España, cada vez más menguado y agonizante, sigue incomprensiblemente vivo.
La mesa de debate organizada con motivo de este homenaje crematístico a la perversión de la racionalidad recibió el nombre de “sin complejos”, en un intento, como siempre, de estafar a la cordura y a la sensibilidad con grandilocuentes mendacidades. Hablaron de la importancia de las dehesas como ecosistemas, del toro bravo, del caballo en libertad, del toreo como escuela de valores y como filosofía de vida, del profundo amor que aseguran tener por este animal... hablaron sin cesar con gran autocomplacencia porque estaban entre pares y la mentira se convierte en verdad para los que viven de ella, pero se olvidaron de explicar que las dehesas no van a desaparecer si se deja de criar toros de lidia, tampoco se acordaron de los caballos destripados en las plazas, ni de enumerar los sádicos sistemas empleados para menoscabar la fuerza del toro antes de salir al ruedo, no dijeron nada de las tremendas heridas que padece durante la corrida, ni del dolor extremo que experimenta, ni una palabra acerca de cómo se ahoga en su sangre y de que muchas veces se le arrastra todavía vivo pero inmovilizado con su médula seccionada. No, Señores sin complejos, eso no es valor ni tampoco amor, eso es sadismo, crueldad y una actividad mercantil sangrienta. A Vds. el toro no les importa nada, porque se dedican a criarlo, escogen a los que valen para ser lidiados, al resto los matan o los venden para otros espectáculos igualmente despiadados y a los elegidos, acaban por someterlos a un suplicio y a una muerte atroz. Y podrán adornarlo como quieran, pero la realidad es esa y toda su parafernalia y verborrea no podrá cambiarla.
La Junta de Andalucía por voz del Sr. Ferrón es muy libre de gritar que “el toro es cultura” si así lo piensa o si con ello, como bien señala D. Rafael Ávila: “está cediendo a las presiones de los lobbies taurinos”, que no hay que olvidar que están integrados por personajes de gran influencia y poder y hasta moralmente amparados por algún mayestático aficionado, pero dejando aparte aberraciones de la razón, insultos a la sensibilidad o simple codicia, el que el Gobierno de una Comunidad ampare dichos actos y los quiera vender como innovadores y educativos, es como para que los ciudadanos expresen de forma contundente su ira y repudio e inicien movilizaciones que no deberían de cesar hasta que no se acabe con semejante atropello; primero porque se está martirizando cruelmente a animales sin que su sufrimiento importe lo más mínimo, segundo porque se está enalteciendo semejante brutalidad y tercero, porque se está empleando mucho dinero público en mantener vivo un espectáculo infamante y moribundo que de no ser por las inyecciones económicas que recibe de la administración, hace mucho que habría desaparecido. Y por supuesto que la movilización no puede limitarse a Marbella, sino que tendría que existir en todos y cada uno de los rincones de este País en los que la tortura sigue siendo “cultura”. Hasta entonces, hasta que nos levantemos y aunque digamos que no nos gustan y nos repugnan las corridas de todos, seguiremos siendo cómplices de la barbarie y del saqueo de recursos que tendrían que ir destinados al bienestar social y no a sufragar un crimen legal autorizado para todos los públicos.