Hay más linces ibéricos disecados o convertidos en alfombras que vivos.
Manuel Ansede 31/12/2012
Científicos de Doñana localizan 466 especímenes históricos en colecciones de cazadores y de museos y emprenden su análisis genético para intentar salvar de la extinción a los últimos 312 ejemplares que viven en libertad en el planeta
El equipo del biólogo José Antonio Godoy ha visto “de todo”: trofeos de caza del lince ibérico sobre chimeneas, alfombras pardas con motas negras elaboradas con sus despojos, mantas de piel de lince sobre camas. En un salón de un cortijo, situado en un coto del sur de Castilla-La Mancha habituado a escopetas como la del rey Juan Carlos, los científicos han contemplado incluso una hilera de 20 cabezas de lince ibérico, decorando una pared. “Hemos visto hasta linces ibéricos disecados al lado de la tele de un bar, entre la muñeca flamenca y el torito”, cuenta Godoy, uno de los padres del genoma de la especie.
Iweb esmateria.com, 31 12 2012
Su grupo de investigación, de la Estación Biológica de Doñana (CSIC), ha emprendido una tarea monumental: localizar especímenes del felino más amenazado del mundo en museos de historia natural de Europa y EEUU, pero también en las recónditas y dispersas colecciones privadas de cazadores. Tras años de persecución, han registrado 466 especímenes, 157 de ellos en manos privadas.
“Hay más linces ibéricos muertos que vivos”, resume de manera descarnada Godoy. Y no es una hipérbole. El censo de 2011 en Andalucía habla de sólo 312 linces ibéricos viviendo en libertad, confinados en sus últimos reductos del planeta: Sierra Morena y Doñana.
La ciencia necesita localizar los restos de linces muertos para ayudar a los vivos. Son animales enteros disecados, o pieles y huesos procedentes de una época en la que el lince ibérico era visto como una alimaña, y como tal perseguido y tiroteado. En el Palacio de Doñana, dentro del Parque Nacional, hay una fotografía que muestra al rey Alfonso XIII de Borbón, abuelo del rey Juan Carlos, posando con un ejemplar recién cazado.
Tiroteados por el rey
Era uno de los trofeos más codiciados por las escopetas de la nobleza española. En el libro Doñana (1974), de Juan Antonio Fernández, se menciona una montería celebrada el 25 de enero de 1924 con la participación del rey Alfonso XIII, en la que caen bajo los disparos 83 venados, 42 jabatos, 15 gamos y tres linces ibéricos. Hoy, el monarca borbónico habría sido condenado a 20 meses de cárcel y a 115.000 euros de multa, si se aplicara la misma pena que al matrimonio acusado de envenenar en 2008 a un ejemplar en su finca de Andújar (Jaén).
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Trofeo de caza hoy propiedad del Parque Nacional de Doñana / Antonio Sabater
El felino, como muchos otros depredadores, fue perseguido en España y Portugal hasta finales de la década de 1980. Ambos gobiernos, de hecho, ofrecían incentivos económicos para tirotear a las alimañas. Pero hoy el lince es un símbolo mundial de la conservación de la naturaleza y, paradójicamente, se enfrenta a una amenaza que también afectó a sus enemigos Borbones: la endogamia, la falta de diversidad genética.
En agosto, el equipo de Godoy anunció que había secuenciado el genoma del lince ibérico. Son 2.700 millones de pares de letras que conforman el libro de instrucciones de la especie. Pero es un texto con errores, heredados de generación en generación. Y los errores se acumulan. El objetivo de Godoy es cuantificar esa pérdida de diversidad genética, para detectar debilidades, mejorar los programas de conservación y salvar a la especie de la extinción. Para ello, los investigadores necesitan conocer cómo era el ADN del lince en el pasado, antes de que el animal estuviera acorralado y en las últimas. Y ahí son fundamentales los ejemplares disecados o convertidos en alfombras, tiroteados hace décadas.
“No sé nada del lince”
Tras negociar con algunos propietarios de los especímenes, los científicos han obtenido ADN de las almohadillas de las patas, de las láminas de hueso de sus narices, han perforado cráneos con taladros en busca de tejidos bien conservados y hasta han extraído dientes de ejemplares disecados, para tomar muestras y volverlos a colocar para no alterar las obras de los taxidermistas. “Con estos análisis genéticos podemos reconstruir cuál ha sido la dinámica del declive”, explica Godoy. “Saber cómo ha cambiado el lince ibérico con el tiempo es un recurso fantástico para su conservación”, esgrime.
«En apenas 20 años se ha perdido el 40% de los ejemplares, muchos de ellos han acabado en la basura»
JOSÉ ANTONIO GODOY
Investigador del CSIC
Para conseguir las muestras, los científicos han tenido que negociar hasta con algún miembro de la Familia Real. Una de las mayores colecciones de felinos ibéricos se encuentra en el Palacio Real de Ríofrío, en Segovia. Allí se exponen restos de ocho linces ibéricos, cazados a mediados del siglo XX.
En un artículo publicado en la revista BioScience, Godoy y su equipo reivindican la importancia de estas colecciones privadas de animales disecados como fuente de material científico. Y urgen a regularizarlas para que no se pierdan. La bióloga Mireia Casas fue la principal encargada de recorrer España en coche e ir puerta por puerta en busca de linces ibéricos escondidos en desvanes. Entre 2009 y 2010, Casas preguntó a guardas de fincas, a cazadores históricos y a camareros de bares de zonas linceras, entre otros muchos, si conocían la existencia de ejemplares disecados. También buscó los especímenes que ya constaban en registros realizados en los periodos 1987-1988 y 1995-1997. Ahí saltaron las alarmas.
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El duque de Tarifa posa con un lince cazado en Doñana, en 1920 / Antonio Sabater
“En apenas 20 años se ha perdido el 40% de los ejemplares, muchos de ellos han acabado en la basura”, alerta Godoy. En algunos casos, los propietarios estaban perfectamente localizados desde 1987, pero al volver a entablar contacto con ellos pusieron excusas peregrinas para anunciar la desaparición de especímenes disecados o de pieles. Casas recuerda el caso de un dueño registrado en el censo de hace 25 años, con nombre, apellidos y fotografías de su colección. “Llamé a su puerta, me dijo que no sabía nada de linces y me cerró”, rememora Casas, antes en el CSIC y ahora buscándose la vida como científica en Nueva Zelanda.
Godoy teme que detrás de estas evasivas de los propietarios se encuentre el miedo a incumplir la ley, aunque los ejemplares fueran cazados en una época en la que era perfectamente legal e incluso aplaudido meterle un perdigonazo entre los ojos a un lince ibérico.
Miedo a la ley
Muchos propietarios no saben que existe un procedimiento para legalizar especímenes capturados antes de 1980, cuando se firmó la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas (CITES). Y la ley prohíbe que los animales cazados ilegalmente estén en manos privadas. “Así que mucha gente o esconde sus especímenes o los tira a la basura. Por ejemplo, hemos oído hablar de especímenes desechados tras la aprobación en España en 1980 de la ley que criminalizaba su posesión, y después algunas personas negaron haber poseído un ejemplar registrado previamente”, detallan los autores en su trabajo.
Los científicos piden a las autoridades un programa para regularizar los especímenes que están en manos privadas
El equipo, que incluye a Miguel Delibes de Castro, ex director de la Estación Biológica de Doñana, pide a las autoridades españolas que sigan el ejemplo de Portugal. El país luso ha llevado a cabo un programa piloto, dirigido por Margarida Fernandes, del Instituto de Conservación de la Naturaleza y la Biodiversidad, en Lisboa, para legalizar la situación de varios especímenes de lince en manos de coleccionistas portugueses.
“Un programa similar al iniciado en Portugal podría producir resultados positivos en España”, afirman. “Lo ideal sería preservar a largo plazo todos estos ejemplares históricos, porque podemos volver a necesitarlos. Cualquier sabe lo que puede ocurrir en el futuro en la conservación del lince ibérico”, argumenta Godoy. “Si no se hace nada, dentro de 20 años no quedará prácticamente ninguno de estos especímenes”, sentencia Casas.
Linces guardados en colegios e institutos
La Estación Biológica de Doñana, con 120 ejemplares, y el Museo Nacional de Ciencias Naturales, con 94 especímenes en sus almacenes de Madrid, son las instituciones que más linces ibéricos históricos poseen, aunque el resto están desparramados por medio mundo. El Museo de Historia Natural de Londres custodia 21 muy antiguos, cazados entre 1840 y 1895 ; el Museo de Historia Natural de Suecia, 2; y un pequeño museo local de Clermont-Ferrand, en Francia, guarda cuatro ejemplares. En EEUU hay al menos tres, uno en el Museo Nacional de Historia Natural y otros dos en el museo del Instituto Smithsonian, según el meticuloso registro de Mireia Casas y José Antonio Godoy.
En España hay algunas localizaciones curiosas, como el Colegio de Nuestra Señora de los Reyes, en Sanlúcar de Barrameda, y tres institutos, el Aguilar y Eslava, en Cabra (Córdoba); el Padre Luis Coloma, en Jerez de la Frontera (Cádiz) y el Padre Suárez, en Granada. Estos tres últimos fueron capturados entre 1874 y 1880. Mucho más reciente es el que custodia el Ayuntamiento de El Real de la Jara (Sevilla), capturado en 1970, o el del Museo Municipal de Penamacor (Portugal), un ejemplar de 1985.
Casas ha localizado un lince ibérico expuesto en un bar del sur de Portugal y Godoy recuerda ejemplares en bares españoles en el pasado. Entre los 157 especímenes registrados en 75 colecciones privadas de España y Portugal hay ejemplares muy antiguos, de 1875, pero también otros sorprendentemente modernos, de 1995, un año en el que el lince ya era una preocupación para las autoridades. El anonimato ha sido una de las condiciones impuestas por los propietarios de estas colecciones a cambio de facilitar el trabajo a los científicos.
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REFERENCIA
'The Value of Hidden Scientific Resources: Preserved Animal Specimens from Private Collections and Small Museums' DOI: 10.1525/bio.2012.62.12.9
Web esmateria.com, 3 agosto 2012
Abrigos de lince, a la venta en bases militares de Afganistán.
Las bases militares de EEUU y la OTAN en Afganistán se han convertido involuntariamente en paraísos de la venta ilegal de pieles de especies amenazadas. Un estudio realizado en cuatro bases militares del país ha encontrado cientos de pieles y otras partes de animales protegidos en los mercadillos que se instalan dentro de las bases. A la vista de cualquiera y por un precio asequible para los soldados occidentales, los tenderetes ofrecen pieles de leopardo de las nieves, abrigos de lince, calaveras de carneros de Marco Polo con su enroscada cornamenta y otras especies teóricamente protegidas por leyes internacionales y locales.
III EN ESTA NOTICIA
Penas de hasta 10 años de cárcel ↓
Documentos / Referencias
El trabajo, publicado en Biodiversity and Conservation, también ha realizado una encuesta entre 371 militares estadounidenses que habían servido en el extranjero, la mayor parte en Afganistán e Iraq. El 40% de los encuestados reconoció haber comprado algún artículo de este tipo o vio a compañeros hacerlo. Comprar pieles de especies amenazadas viola la ley estadounidense, la afgana y la internacional, alerta el trabajo.
“Consiguen confiscar algunos [artículos] pero yo lo escondí muy bien”
“Los bazares suelen ser semanales o mensuales dependiendo del nivel de seguridad en cada momento”, explica Heidi Kretser, ecologista de la organización Wildlife Conservation Society y coautora del estudio. En esos bazares se venden pieles, animales disecados, piezas de marfil e incluso carne de mamíferos y aves, que, según la encuesta, es el producto más demandado por los soldados, seguido por las pieles.
Un soldado explicó a los investigadores cómo consigue violar los controles aduaneros. “Consiguen confiscar algunos [artículos] pero yo lo escondí muy bien”, señaló al equipo un militar que había comprado un caparazón de tortuga y piezas de coral. “Llevaba cinco o seis abrigos en mi maleta pero los aduaneros se los quedaron”, dijo otro. El estudio también habla de un coronel al que se le confiscó en la aduana un abrigo de lobo.
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Un abrigo de lince europeo confiscado a militares de EEUU en Afganistán. / Elisha Hubbard
El problema de la venta de productos ilegales dentro de las bases militares en Afganistán no es sólo de EEUU, sino de la mayoría de miembros de la OTAN, de la que España forma parte. “Hemos hecho cursillos con militares de la ISAF [Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad] de varios países y ellos también tienen bazares dentro de sus bases en los que se venden productos prohibidos”.
El alto poder adquisitivo de los militares occidentales podría estar acentuando la caza furtiva y el tráfico con especies en extinción, algo que ya ha pasado en otros países en guerra. “Los precios de las pieles son a veces equivalentes al sueldo de meses o incluso años”, señala Urs Breitenmoser, investigador de la Universidad de Berna (Suiza) y co-director de la unidad de felinos de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN). “Los incentivos para arriesgarse y violar la ley son muy grandes”, reconoce.
Vista gorda en la aduana
Por el momento faltan estadísticas para conocer el efecto de la demanda militar de productos ilegales debido a que los biólogos apenas han podido pisar un país que lleva más de 30 años empalmando una guerra tras otra. Por primera vez, el estudio de Kretser aporta algo de certeza a los grupos que luchan por conservar a especies en extinción. “Este estudio es muy importante porque, como poco, nos ha mostrado que existe una oferta y una demanda de estos productos”, opina Breitenmoser, que no ha participado en el trabajo. “Es la confirmación de datos que se conocían de forma indirecta por testimonios en el terreno y que este tipo de comercio es una amenaza adicional para los felinos y muchas otras especies”, añade.
El problema se ve acrecentado por el desconocimiento de los compradores que ignoran estar haciendo algo ilegal y la posible manga ancha de las aduanas militares, dice Breitenmoser. “Por lo general [los militares] no son tan conscientes como los civiles y no tienen que someterse a los mismos controles aduaneros que ellos”, señala. “Claramente necesitamos llamar la atención sobre este asunto en el ejército, al menos hasta alcanzar un nivel de concienciación similar al de los turistas”, opina.
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Abrigos y cojines de piel en uno de los bazares militares investigados. / Elisha Hubbard
El equipo de Kretser, financiado por el Departamento de Defensa de EEUU, cuenta en su estudio que, una vez detectado el problema, las autoridades castrenses cooperaron para evitar las ventas y confiscaron cientos de objetos potencialmente ilegales, incluidos abrigos de lince y gorros de lobo. Su equipo también ofreció charlas para que todo el personal supiese que comprar ciertos objetos es ilegal. Sin embargo, los resultados positivos no duran debido al funcionamiento mismo de un ejército en estado de guerra.
230
Atículos confiscados por la Policía Militar en una sola visita al bazar de la base Camp Eggers en 2008, en el centro de Kabul
“Los militares han cooperado mucho porque no quieren violar las leyes de su país ni las afganas”, explica Kretser. “Desafortunadamente las rotaciones de personal en las bases son cada seis o nueve meses”, recuerda. Su propio estudio habla de que algunos vendedores esconden la mercancía prohibida para volver a sacarla tras la rotación, cuando los mandos habían cambiado. “Lo ideal sería que las sesiones de información se institucionalizasen en instancias altas del ejército para garantizar que se ofrecen tanto antes del despliegue en el país como durante la estancia en él”, concluye Kretser.
Penas de hasta 10 años de cárcel
En un sólo día recorriendo los bazares dentro de la base de Camp Eggers, en el centro de Kabul, la Policía Militar confiscó 230 pieles y otros objetos de posibles especies protegidas por la legislación internacional. El equipo realizó unas 50 visitas similares a otras tres bases militares (Camp Phoenix, el aeródromo de Bagram y el cuartel general de la ISAF en Kabul) entre 2007 y 2009. En los puestos del aeropuero de la base central de la ISAF se vendían pieles de leopardo de las nieves, leopardo común y carnero de Marco Polo. El estudio también habla de abrigos de lince y gorros de lobo confiscados a militares estadounidenses. En los puestos también hallaron pieles de lobo, lince europeo, chacal, zorro rojo y corsac así como pequeños felinos salvajes como gato montés, y gato de bengala.
El trabajo incluye referencia a militares que explican que es más fácil enviar los artículos a EEUU a través del servicio de correo militar, que tiene una vigilancia más laxa que las aduanas. Según los testimonios, los envíos incluyen “montones de pieles de zorros del desierto con cabeza incluida” así como “lagartos y serpientes desecados”.
Las penas por llevar a casa pieles u otros productos ilegales varían mucho en EEUU, dice Kretser. “Si es sólo uno y se desconoce la ley, las penas son muy pequeñas”, explica. “Pero si se conoce la ley y aún así se compran muchos artículos con el propósito de revenderlos hay multas de un cuarto de millón de dólares y penas de prisión de hasta 10 años”, añade. Pero eso es para los civiles. “Desconozco las penas de acuerdo con el código de justicia militar”, reconoce.
“Prohibir la venta de productos de especies salvajes en los bazares de dentro de las bases militares sería la medida más fácil y efectiva”, señala Kreister. Su propio estudio reconoce que eso no acabará con el mercado ya que, muros afuera de las bases, este goza de una saludable demanda, no sólo por parte de militares. Los investigadores vieron con sus propios ojos cómo cooperantes y empleados de contratas extranjeras compraban artículos ilegales en un bazar de Kabul apodado “la calle del pollo”. En esta calle se contaron hasta 13 pieles de leopardo de las nieves y una de guepardo, ambas especies en extinción.
REFERENCIA
DOI 10.1007/s10531-012-0232-3