La crisis cornea el campo bravo.
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Artículos
Periódico ABC, 16 de julio 2008
La crisis cornea el campo bravo
ROSARIO PÉREZ. MADRID
En esta «España de charanga y pandereta», retratada por Antonio Machado, la crisis económica se ha extendido de Norte a Sur. La piel curtida del hombre del campo, manchada por el polvo y dorada por el sol de los caminos, lucha por conservar lozanas sus propiedades frente a una situación monetaria que muchos califican de «insostenible». En la inmensidad de la dehesa, los ganaderos de bravo miran con enorme inquietud una balanza que cada vez se inclina más hacia el platillo de los gastos. Y lo más preocupante, salvo excepciones de las máximas figuras ganaderas, es la imposibilidad de trasladar los costes de producción a los precios.
Las cifras se alzan como unos pitones veletos: la alimentación del ganado, el gasoil (además del transporte del ganado a la plaza, los tractores son un instrumento básico en las fincas), la mano de obra (la ganadería de lidia requiere más personal que ninguna)... Al otro lado de la barrera, el precio de las corridas ha disminuido en la mitad en numerosos casos. «La ganadería es una ruina», afirma con desesperación la mayoría.
El presidente de la Unión de Criadores de Toros de Lidia, Eduardo Miura, explica que la subida de los cereales tiene consecuencias pésimas: «Nos ha afectado una barbaridad. El agricultor ha cogido más dinero por su cebada y nosotros hemos pagado más. Para colmo, no podemos compensarlo con la venta de carne, porque, con tantos problemas sanitarios («lengua azul», «vacas locas»), no vale nada».
Más oferta que demanda
También pone sobre el albero un problema clave: «La demanda está cubierta con excesos. Con menos producción, nos defenderíamos mejor. Cuando la cosa va boyante, nunca creemos que aparecerá el lobo». El propietario del legendario hierro de Zahariche cree que no todos resistirán esta cuesta arriba: «Como dice el chiste, unos nos quedaremos como estamos, otros darán un paso atrás y alguno lo dejará. Según tengo entendido, la crisis, sumada a las suspensiones por lluvias, ha provocado que llevemos casi cien espectáculos menos que en 2007, mientras que en Francia se mantienen».
A todo ello se une la entrada de los «nuevos ricos» en el sector y el incremento de la competencia desleal: «Aquí se han metido muchos de la construcción que no son profesionales. Piensan que esto es jauja y, cuando perciben la dureza, se aburren y sólo quieren figurar. Hasta ahora no nos ha importado mucho. Pero de aquí en adelante quizá nos importe más», señala Victorino Martín.
Considerado figura número uno de los ganaderos, mantiene su caché: «No soy tan hipócrita como para quejarme». Además de capitanear la divisa de la A coronada, se ha embarcado en la aventura de recuperar «tres encastes, Galache, Cobaleda y Urcola». Y ahí sí nota el descenso, al igual que en el ganado manso que pasta en Extremadura, donde se concentra gran parte de la actividad brava. «Si un kilo de cebada o avena cuesta 50 pesetas (0,30 euros), hace año y medio valía 25 (0,15 ¤). Hace 20 años los becerros de carne los compraban por 100.000 pesetas (600 ¤) y ahora pagan 60.000 (360 ¤). Y las corridas están a precio de risa: lo que se vendía por 5 millones (30.000 ¤), ahora se vende por 2,5 (15.000 ¤)». Victorino, como tantos camperos, habla aún en pesetas. Con más de medio siglo anclado a la dehesa, asegura que nunca ha vivido «una crisis así en el campo». «Si no hay un arreglo, lo manso desaparecerá en dos años», advierte. El de Galapagar opina que «esta inflación no hay quien la aguante». «Aunque en muchas zonas se vive de la agricultura y la ganadería, España siempre ha sido un destino turístico de gran atractivo -anexa-. Lo que ocurre es que la gente no está dispuesta a pagar productos que son más caros aquí. Éste es un pueblo de servicios y tendría que adaptarse para enderezar esta situación, revolucionada por los del ladrillo».
Subvención y libre mercado
El presidente de la Asociación de Ganaderías de Lidia, Eduardo Martín Peñato, ganadero y economista, tampoco oculta su pesar por el desfavorable panorama. «La crisis nos afecta a todos», indica. Y expone sus dos derivas: «El mayor miedo es que los ayuntamientos recorten los presupuestos destinados a la fiesta taurina. A principios de temporada la perspectiva de venta era buena, pero ahora se ha parado. Por otra parte, los costes de producción, como gasoil, grano y paja, se han disparado y la demanda está retenida. Si disminuye, los precios bajarán y sobrarán novillos».
En esta difícil época en la que muchos sobreviven gracias a las subvenciones, Martín Peñato, experto en Economía, sostiene: «La subvención es una ayuda para una crisis puntual o ante una adaptación al mercado, pero lo idóneo es dejar el mercado libre y, poco a poco, ir subiendo los precios hasta que se ajusten». Con vistas al futuro, no las considera beneficiosas: «Si las quitasen de golpe, harían un daño tremendo. Soy partidario de que desaparezcan paulatinamente. Además, así habría menos vacas, se reduciría la cabaña y mejoraría la calidad».
Si el Servicio de Estudios del BBVA estima que el «brusco deterioro» económico sitúa a España en crecimiento cero, José Miguel Arroyo «Joselito», dedicado a su ganadería desde que se retiró de los ruedos, dice: «Mi desaceleración no es a cero, sino a menos veinte». El maestro lo argumenta: «Además de que los piensos hayan subido una barbaridad, a los ganaderos que no somos figuras una corrida nos la pagan igual que hace quince años. Por entonces un jornalero cobraba unas 70.000 pesetas (420 euros), y ahora unos 1.200 euros. Si un kilo de paja costaba 3 pesetas (0,02 ¤), ahora 8 (0,05). En cambio, un toro vale igual e incluso menos. Es tremendo». Así lo ejemplifica: «Hace 25 años nosotros vendíamos erales a 250.000 pesetas (1.500 ¤) y los más gordos a 300.000 (1.800 ¤). Hoy en día pagan 200 o 220.000 pesetas (1.300 ¤). Algunos de estos nuevos ricos del ladrillo, que hacen bastante daño, los ofrecen por 160.000 euros. Y yo para eso se lo regalo a un chavalito».
El paisaje ganadero pinta negro zaino como el petróleo. La crisis ha propinado una grave cornada al sector, que considera que el Gobierno «debería coger ya el toro por los cuernos».
La crisis cornea el campo bravo
ROSARIO PÉREZ. MADRID
En esta «España de charanga y pandereta», retratada por Antonio Machado, la crisis económica se ha extendido de Norte a Sur. La piel curtida del hombre del campo, manchada por el polvo y dorada por el sol de los caminos, lucha por conservar lozanas sus propiedades frente a una situación monetaria que muchos califican de «insostenible». En la inmensidad de la dehesa, los ganaderos de bravo miran con enorme inquietud una balanza que cada vez se inclina más hacia el platillo de los gastos. Y lo más preocupante, salvo excepciones de las máximas figuras ganaderas, es la imposibilidad de trasladar los costes de producción a los precios.
Las cifras se alzan como unos pitones veletos: la alimentación del ganado, el gasoil (además del transporte del ganado a la plaza, los tractores son un instrumento básico en las fincas), la mano de obra (la ganadería de lidia requiere más personal que ninguna)... Al otro lado de la barrera, el precio de las corridas ha disminuido en la mitad en numerosos casos. «La ganadería es una ruina», afirma con desesperación la mayoría.
El presidente de la Unión de Criadores de Toros de Lidia, Eduardo Miura, explica que la subida de los cereales tiene consecuencias pésimas: «Nos ha afectado una barbaridad. El agricultor ha cogido más dinero por su cebada y nosotros hemos pagado más. Para colmo, no podemos compensarlo con la venta de carne, porque, con tantos problemas sanitarios («lengua azul», «vacas locas»), no vale nada».
Más oferta que demanda
También pone sobre el albero un problema clave: «La demanda está cubierta con excesos. Con menos producción, nos defenderíamos mejor. Cuando la cosa va boyante, nunca creemos que aparecerá el lobo». El propietario del legendario hierro de Zahariche cree que no todos resistirán esta cuesta arriba: «Como dice el chiste, unos nos quedaremos como estamos, otros darán un paso atrás y alguno lo dejará. Según tengo entendido, la crisis, sumada a las suspensiones por lluvias, ha provocado que llevemos casi cien espectáculos menos que en 2007, mientras que en Francia se mantienen».
A todo ello se une la entrada de los «nuevos ricos» en el sector y el incremento de la competencia desleal: «Aquí se han metido muchos de la construcción que no son profesionales. Piensan que esto es jauja y, cuando perciben la dureza, se aburren y sólo quieren figurar. Hasta ahora no nos ha importado mucho. Pero de aquí en adelante quizá nos importe más», señala Victorino Martín.
Considerado figura número uno de los ganaderos, mantiene su caché: «No soy tan hipócrita como para quejarme». Además de capitanear la divisa de la A coronada, se ha embarcado en la aventura de recuperar «tres encastes, Galache, Cobaleda y Urcola». Y ahí sí nota el descenso, al igual que en el ganado manso que pasta en Extremadura, donde se concentra gran parte de la actividad brava. «Si un kilo de cebada o avena cuesta 50 pesetas (0,30 euros), hace año y medio valía 25 (0,15 ¤). Hace 20 años los becerros de carne los compraban por 100.000 pesetas (600 ¤) y ahora pagan 60.000 (360 ¤). Y las corridas están a precio de risa: lo que se vendía por 5 millones (30.000 ¤), ahora se vende por 2,5 (15.000 ¤)». Victorino, como tantos camperos, habla aún en pesetas. Con más de medio siglo anclado a la dehesa, asegura que nunca ha vivido «una crisis así en el campo». «Si no hay un arreglo, lo manso desaparecerá en dos años», advierte. El de Galapagar opina que «esta inflación no hay quien la aguante». «Aunque en muchas zonas se vive de la agricultura y la ganadería, España siempre ha sido un destino turístico de gran atractivo -anexa-. Lo que ocurre es que la gente no está dispuesta a pagar productos que son más caros aquí. Éste es un pueblo de servicios y tendría que adaptarse para enderezar esta situación, revolucionada por los del ladrillo».
Subvención y libre mercado
El presidente de la Asociación de Ganaderías de Lidia, Eduardo Martín Peñato, ganadero y economista, tampoco oculta su pesar por el desfavorable panorama. «La crisis nos afecta a todos», indica. Y expone sus dos derivas: «El mayor miedo es que los ayuntamientos recorten los presupuestos destinados a la fiesta taurina. A principios de temporada la perspectiva de venta era buena, pero ahora se ha parado. Por otra parte, los costes de producción, como gasoil, grano y paja, se han disparado y la demanda está retenida. Si disminuye, los precios bajarán y sobrarán novillos».
En esta difícil época en la que muchos sobreviven gracias a las subvenciones, Martín Peñato, experto en Economía, sostiene: «La subvención es una ayuda para una crisis puntual o ante una adaptación al mercado, pero lo idóneo es dejar el mercado libre y, poco a poco, ir subiendo los precios hasta que se ajusten». Con vistas al futuro, no las considera beneficiosas: «Si las quitasen de golpe, harían un daño tremendo. Soy partidario de que desaparezcan paulatinamente. Además, así habría menos vacas, se reduciría la cabaña y mejoraría la calidad».
Si el Servicio de Estudios del BBVA estima que el «brusco deterioro» económico sitúa a España en crecimiento cero, José Miguel Arroyo «Joselito», dedicado a su ganadería desde que se retiró de los ruedos, dice: «Mi desaceleración no es a cero, sino a menos veinte». El maestro lo argumenta: «Además de que los piensos hayan subido una barbaridad, a los ganaderos que no somos figuras una corrida nos la pagan igual que hace quince años. Por entonces un jornalero cobraba unas 70.000 pesetas (420 euros), y ahora unos 1.200 euros. Si un kilo de paja costaba 3 pesetas (0,02 ¤), ahora 8 (0,05). En cambio, un toro vale igual e incluso menos. Es tremendo». Así lo ejemplifica: «Hace 25 años nosotros vendíamos erales a 250.000 pesetas (1.500 ¤) y los más gordos a 300.000 (1.800 ¤). Hoy en día pagan 200 o 220.000 pesetas (1.300 ¤). Algunos de estos nuevos ricos del ladrillo, que hacen bastante daño, los ofrecen por 160.000 euros. Y yo para eso se lo regalo a un chavalito».
El paisaje ganadero pinta negro zaino como el petróleo. La crisis ha propinado una grave cornada al sector, que considera que el Gobierno «debería coger ya el toro por los cuernos».