La mejor amiga del perro
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Su pasión por los animales no tiene límite, pero su bolsillo sí. Una joven malagueña asume en solitario el cuidado de un centenar de animales abandonados
UNA noche, mientras terminaba de limpiar la perrera a la que tuvo que recurrir para no desprenderse de su mascota, escuchó un alarido desgarrador. Con ayuda de una escalera y una linterna descubrió el origen del quejido. Al otro lado del muro se encontró a un joven pastor alemán. Estaba esquelético, tan débil que no era capaz de mirar hacia la luz. Pidió que le abrieran el candado y el animalillo apenas se tenía en pie. Llevaba muchos días sin comer.
«Estuvo un mes a base de suero y carne que tenía que picarle porque no podía ni masticar, Tenía dos años y pesaba diez kilos». Cuando encontró a su nueva familia, ya pesaba 30 y volvía a ladrar.
Cuando el padre de Mónica Gutiérrez, dependienta de 31 años, cerró el negocio, se encontraron sin espacio en su piso de la barriada de La Luz para el can que vivía en la nave, así que acudieron a los servicios de un centro que alquila parcelas a particulares, bajo el compromiso de los dueños de hacerse cargo de su manutención.
Pero algo no marchaba. «Muchos propietarios casi nunca iban, hasta que se desentendían totalmente y los abandonaban», explica. A finales de marzo murió prematuramente un hombre que los cuidaba de forma altruista, y ella asumió por entero la responsabilidad sobre la manada, formada por unos 70 perros y 30 gatos.
«He visto animales morir de hambre». La frase no podía ser más dramática, pero ilustra en pocas palabras el panorama que se encontró. Animales escuálidos que ahora disfrutan de su ración de pienso, y hasta de un nombre propio. Allí vive Jorn, bautizado así en honor a uno de los cantantes favoritos de la joven cuidadora; también Roble, Suerte... «Lucky se metía en todos los problemas y de todos salía». Otros recuperan el apodo de los que murieron antes.
«El animal te ve y se vuelve loco. Esa es mi única recompensa», afirma. Mónica está desempleada y pasa la mayor parte de su tiempo dándoles de comer, limpiando las jaulas y curando sus heridas. Una pasión que tiene un alto precio económico: entre 300 y 400 euros mensuales para comprar alimentos y medicinas. Los fondos los saca del seguro de desempleo y de las tarjetas de crédito. «Cobro 600 euros de paro. Te privas de todo, de ropa, de salidas, es la única manera de poder gastarte 70 u 80 euros a la semana en pienso».
Pero también hay un coste afectivo y personal. «Mi familia piensa que es una tarea que me supera, porque cuando no estoy con los perros me dedico a mandar emails para buscarles dueño». «Soy consciente de que me he metido en un berenjenal, que podría pasar, pero entonces no comerían. Cuando llego a casa estoy para que me metan en la UVI». No obstante, asegura contar con el apoyo de ellos y de su novio. «Él lo entiende, fue vicepresidente de una sociedad protectora de animales y vive en la otra punta de España».
Confiesa que lo peor es la propia frustración por no poder hacer más por ellos. Asegura que ha recurrido a las protectoras de todo el país, pero la mayoría están saturadas y teme que si recurre a las autoridades los animales terminen siendo sacrificados en la perrera municipal. «Mirar para otro lado no sirve. Si al final los matan, tantos meses de pelea no habrán servido para nada. ¿Heroico? No. Sólo creo que me ha tocado».
Nuevo hogar
Tal es su implicación que no se plantea volver a trabajar hasta que no solucione el problema, por lo que su mayor obsesión ahora es encontrarles un nuevo hogar. «A veces paso todo el día en Internet, mandando correos, pero lo más que consigo es que adopten a un perro cada mes». Ha buscado familia para más de 30 animales, y ha llegado incluso ha mandar ejemplares a países como Alemania.
El tiempo se agota. Mónica relata que el solar donde se encuentran está afectado por las obras de ampliación del aeropuerto y será expropiado en los próximos meses, lo que, a su juicio, supondría el final para muchos de ellos. «Los refugios de Málaga, Barcelona, Vitoria y Córdoba han ofrecido ayuda, pero es necesaria la colaboración de los ciudadanos, porque no pueden hacerse cargo de tantos».
Por suerte no está sola. En su cruzada le acompaña Isabel, que cuida a numerosos animales en el centro, y la veterinaria de La Paz, Charo Rokisky, que le ayuda a encontrarles dueño y a desparasitarlos, y se ocupa de ellos cuando enferman.
En la Málaga del progreso, a escasos metros de la futura terminal, los ojos de un animal indefenso miran al cielo y sueñan con un futuro mejor. MÁS INFORMACIÓN I Para adoptar un animal puede ponerse en contacto con Mónica Gutiérrez. 600810724. norum_3@hotmail.com
UNA noche, mientras terminaba de limpiar la perrera a la que tuvo que recurrir para no desprenderse de su mascota, escuchó un alarido desgarrador. Con ayuda de una escalera y una linterna descubrió el origen del quejido. Al otro lado del muro se encontró a un joven pastor alemán. Estaba esquelético, tan débil que no era capaz de mirar hacia la luz. Pidió que le abrieran el candado y el animalillo apenas se tenía en pie. Llevaba muchos días sin comer.
«Estuvo un mes a base de suero y carne que tenía que picarle porque no podía ni masticar, Tenía dos años y pesaba diez kilos». Cuando encontró a su nueva familia, ya pesaba 30 y volvía a ladrar.
Cuando el padre de Mónica Gutiérrez, dependienta de 31 años, cerró el negocio, se encontraron sin espacio en su piso de la barriada de La Luz para el can que vivía en la nave, así que acudieron a los servicios de un centro que alquila parcelas a particulares, bajo el compromiso de los dueños de hacerse cargo de su manutención.
Pero algo no marchaba. «Muchos propietarios casi nunca iban, hasta que se desentendían totalmente y los abandonaban», explica. A finales de marzo murió prematuramente un hombre que los cuidaba de forma altruista, y ella asumió por entero la responsabilidad sobre la manada, formada por unos 70 perros y 30 gatos.
«He visto animales morir de hambre». La frase no podía ser más dramática, pero ilustra en pocas palabras el panorama que se encontró. Animales escuálidos que ahora disfrutan de su ración de pienso, y hasta de un nombre propio. Allí vive Jorn, bautizado así en honor a uno de los cantantes favoritos de la joven cuidadora; también Roble, Suerte... «Lucky se metía en todos los problemas y de todos salía». Otros recuperan el apodo de los que murieron antes.
«El animal te ve y se vuelve loco. Esa es mi única recompensa», afirma. Mónica está desempleada y pasa la mayor parte de su tiempo dándoles de comer, limpiando las jaulas y curando sus heridas. Una pasión que tiene un alto precio económico: entre 300 y 400 euros mensuales para comprar alimentos y medicinas. Los fondos los saca del seguro de desempleo y de las tarjetas de crédito. «Cobro 600 euros de paro. Te privas de todo, de ropa, de salidas, es la única manera de poder gastarte 70 u 80 euros a la semana en pienso».
Pero también hay un coste afectivo y personal. «Mi familia piensa que es una tarea que me supera, porque cuando no estoy con los perros me dedico a mandar emails para buscarles dueño». «Soy consciente de que me he metido en un berenjenal, que podría pasar, pero entonces no comerían. Cuando llego a casa estoy para que me metan en la UVI». No obstante, asegura contar con el apoyo de ellos y de su novio. «Él lo entiende, fue vicepresidente de una sociedad protectora de animales y vive en la otra punta de España».
Confiesa que lo peor es la propia frustración por no poder hacer más por ellos. Asegura que ha recurrido a las protectoras de todo el país, pero la mayoría están saturadas y teme que si recurre a las autoridades los animales terminen siendo sacrificados en la perrera municipal. «Mirar para otro lado no sirve. Si al final los matan, tantos meses de pelea no habrán servido para nada. ¿Heroico? No. Sólo creo que me ha tocado».
Nuevo hogar
Tal es su implicación que no se plantea volver a trabajar hasta que no solucione el problema, por lo que su mayor obsesión ahora es encontrarles un nuevo hogar. «A veces paso todo el día en Internet, mandando correos, pero lo más que consigo es que adopten a un perro cada mes». Ha buscado familia para más de 30 animales, y ha llegado incluso ha mandar ejemplares a países como Alemania.
El tiempo se agota. Mónica relata que el solar donde se encuentran está afectado por las obras de ampliación del aeropuerto y será expropiado en los próximos meses, lo que, a su juicio, supondría el final para muchos de ellos. «Los refugios de Málaga, Barcelona, Vitoria y Córdoba han ofrecido ayuda, pero es necesaria la colaboración de los ciudadanos, porque no pueden hacerse cargo de tantos».
Por suerte no está sola. En su cruzada le acompaña Isabel, que cuida a numerosos animales en el centro, y la veterinaria de La Paz, Charo Rokisky, que le ayuda a encontrarles dueño y a desparasitarlos, y se ocupa de ellos cuando enferman.
En la Málaga del progreso, a escasos metros de la futura terminal, los ojos de un animal indefenso miran al cielo y sueñan con un futuro mejor. MÁS INFORMACIÓN I Para adoptar un animal puede ponerse en contacto con Mónica Gutiérrez. 600810724. norum_3@hotmail.com