La realidad del tráfico de perros de raza que llegan a España.
El pasado diciembre, el Seprona de la Guardia Civil de Madrid detectó el último cargamento. El nivel de hacinamiento era mayúsculo: sólo en una jaula contaron 50 animales. Agentes del Servicio de Protección de la Naturaleza del Instituto Armado indican que la importación de animales no es ilegal en sí. Otra cosa es el incumplimiento de la normativa europea que lo regula. «A través de las asociaciones protectoras, que denuncian, llevamos un seguimiento muy exhaustivo.Las condiciones del transporte de estos perros son lamentables», reseña un sargento del Seprona. Son animales que prácticamente se compran al extranjero a la carta.
Hungría, Eslovaquia y Eslovenia son los tres principales países que se dedican a criar las razas más demandadas en España. Hablamos de los populares westies, yorkshires, carlinos, bulldogs franceses, bichones malteses, labradores, spitzs alemanes, pinschers y chihuahuas. «En esos países, tienen mucha más facilidad para la cría de animales de raza; la normativa interna no es tan estricta como en España.
Los propios denunciantes son muchas veces quienes han ido a la tienda en cuestión y han pedido un yorkshire, por ejemplo. El dueño del comercio llama a su proveedor en Europa del Este y le manda el perro. Eso no es ilegal, pero sí que carezcan del documento que recoge el número y tipo de animal que va en el cargamento, conocido como Traces, que carezcan del certificado sanitario (obligatorio por la Unión Europea) y del pasaporte sanitario».
El parvovirus mortal
La picaresca lleva a estos traficantes de animales a destruir el pasaporte sanitario; luego, borran el expediente y lo falsifican, con una nueva fecha y lugar de nacimiento. Así, consiguen camuflar el hecho de que los cachorros con los que se trafica no han pasado la cuarentena: cuando se destetan y es pronto aún para su vacunación, pierden la inmunidad maternal y quedan expuestos a contagiarse de cualquier enfermedad. Una de las más frecuentes y peligrosas es la parvovirosis.
«Los animales vienen sin vacunar y se mueren. Estamos investigando si a los perrillos les meten algún tipo de sustancia para que estén “animados” cuando los venden en las tiendas», nos explica el Seprona. Al día siguiente, el comprador ve cómo el animal va perdiendo vigor, se pone mustio, deja de comer, comienza con vómitos y diarreas, y, en muchos casos, muere al tercer o cuarto día. Es algo muy frecuente.
Los viajes desde Hungría, Eslovaquia y Eslovenia son penosos. Duran hasta tres días, con los perros metidos en jaulas minúsculas y pegándose las enfermedades. Se dan ocasiones, recuerdan desde Justicia Animal, en que los cargamentos son interceptados en la frontera francesa. Al comprobar que les falta la documentación requerida, les impiden el paso; pero los conductores, en vez de regresar a su país de origen, vuelven a intentar colarse por otra zona fronteriza, hasta que lo consiguen y acaban en España.
La asociación protectora calcula que unos 8.000 perros al mes llegan así a España, 2.000 de ellos a nuestra Comunidad. La principal responsable de Justicia Animal, Matilde Cubillo, trabaja mano a mano con el Seprona en la denuncia de quienes, ya en España, favorecen este tipo de prácticas. Habla claro: «Hay una tienda que tenemos denunciada nosotros y el Ayuntamiento de Pinto que recibe entre 100 y 150 perros cada semana. Su dueño es un mafioso. Recibe los cargamentos en una nave industrial, y luego los lleva al establecimiento».