Más de mil perros peligrosos siguen sin control en la provincia

Desde 2005 es obligatorio identificar a todas las mascotas con un microchip. La mitad son de la raza rottweiler IGNACIO A. CASTILLO. MÁLAGA Pese a que la legislación autonómica obliga a todos los propietarios de perros a identificarlos con un microchip, esta medida no ha calado aún en el 100% de la población. En los últimos dos años, desde la publicación en 2005 del decreto que obliga a la identificación de todas las mascotas, se ha logrado incrementar el número de animales controlados. El Ayuntamiento de Málaga, de hecho, ha otorgado entre enero y octubre de este año 154 licencias para la tenencia de perros potencialmente peligrosos. Sin embargo, los expertos consideran que un millar siguen sin ningún tipo de control en la provincia.
Uno de ellos, acabó el martes con la vida de un vecino de 40 años de Cañete la Real, que falleció a consencuencia de las heridas que le provocó uno de los cinco canes que cuidaba en una nave industrial. El animal agresor es un pastor alemán cruzado con mastín, de unos cuatro años de edad y unos setenta kilos de peso, que durante los días anteriores había mostrado un comportamiento poco pacífico.
En Andalucía, 24.000 de los 872.862 perros registrados oficialmente son potencialmente peligrosos. Pese a que los veterinarios
son contrarios a esta clasificación, pues estiman que el carácter de un animal depende del trato que le propina su dueño y de su adiestramiento, la legislación actual considera peligrosas 13 razas, entre ellas los dogos, el staffordshire, los presas, el dobermann, el boxer o el pit bull.
Precisamente, la mitad de estos canes inscritos en el Registro de Animales Potencialmente Peligrosos (RAPP), dependiente de la Junta de Andalucía, son de la raza rottweiler; el 20,5% son pit bull; el 5%, american straffordshire terrier; el 4,8%, bull terrier; el 4,7%, boxer, y el 15% restante está compuesto por otros como presa canario, akita inu, american pit bull, bullmastiff...
El microchip. Los microchips homologados obligatorios son del tamaño de un grano de arroz. Se implantan en el cuello del animal, no generan daños y están cubierto de un material biocompatible. En el chip constan los datos del propietario y el veterinario. El objetivo es garantizar el buen estado sanitario de los animales de compañía, facilitar la recuperación del animal en caso de robo o de pérdida, y también la persecución de eventuales conductas ilícitas.