Matavacas
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Luis Francisco Esplá Matador de toros
El maestro Esplá, torero espiritual, clasicista, ilustrado, lee la lidia del toro bravo como una novela que tiene un principio, un nudo y un desenlace, «y quien sea capaz de construir la novela de la lidia de manera argumentada, y concatenada, es un lidiador». El pintor Esplá (actuó en la «Corrida del Siglo» del 1 de junio de 1982: dos orejas a un victorino, y el mejor par de banderillas de San Isidro) reaparece hoy en Estepona tras la triple y brutal cogida de Céret.
-¡Si no me parte un rayo...!
-¿Temió por su vida?
-La verdad es que no, porque todo alrededor fluía con mucha seguridad.
-A su hijo Alejandro le previno: «Ésto es lo que te espera».
-Es parte del panorama. Nunca vivo la cornada como una venganza del destino o del toro.
-¿Le diría que se arrime al toro?
-Evidentemente, los toreros han de ser valientes, y han de demostrarlo, pero uno nunca tiene que dejar que ese estrato esté por encima del de la técnica o el arte, porque se puede convertir esto en algo chabacano. Cuando era un asunto de cojones, de huevos, el espectáculo pasó por ahí.
-¿Cómo verá la vida ahora?
-Como antes. El toreo es fuente de vida, te enseña, y te lleva a estas situaciones límite.
-«No soy como esos toreros que cuando tienen una cornada salpican de sangre toda España», avisó a navegantes. ¿A quiénes?
-Me refiero a que hay toreros que viven cerca de la prensa del corazón y, si le arrancan una uña o les pisa un toro, entonces salpican de sangre toda España; cuando hay otros toreros seriamente heridos y no trasciende ni se entera nadie. Y el entorno del torero llega a dar una dimensión exagerada de la lesión y la herida. Me parece indecente hablar en el toreo públicamente de las cornadas y del dinero que se cobra.
-¿El toreo es camino tortuoso?
-Mi hijo lo sabe, y le digo: Alejandro, esto pertenece al milagro, y el milagro no se da todos los días. Pero a un chaval con 24 años no puedes matarle su sueño, tiene que llegar hasta sus límites. A mi hijo le insisto en que no cifre su futuro en esto cuando vea el límite; que no siga ahí y se convierta en un tullido más de éstos que hay por ahí. -¿Los toreros son superhombres, al modo de Nietzsche?
-No, lo que pasa es que estamos angustiados por una serie de premisas. La premura es la que nos lleva a curar las heridas con una precocidad increíble. De verdad, le aseguro que la primera vez que entré en la enfermería iba cagadito.
-¿Sigue sonando su toreo a la música callada de Miles Davis?
-Lo importante de Miles es que ha mestizado mucho, pero hay una esencia en su obra.
-¿El intelectual se ha divorciado del toreo?
-Lo hemos divorciado. El toreo ha perdido mucho interés, porque el torero ya no es lo que era. Ahora no tiene nada que ver ese señor que se juega la vida y que hace cosas inverosímiles con el hombre frívolo, vano o casquivano que sale fuera. -¿Sigue pensando que «el toreo tiene un submundo de pillaje en el que prosperan empresarios zafios y se mueven intereses sórdidos»?
-Todas las ciudades tienen sus cloacas, lo que pasa es que el toreo precisamente genera mucho detritus. Si pensamos que sólo funcionan diez o doce toreros de los doscientos que hay en el escalafón, podemos imaginar que el resto está alimentando y dando la razón a una gestión infame.
-¿Echa de menos hogaño el glamour de los toreros de antaño?
-Yo he vivido en ese cliché, obsesionado por la estética de los años 50. El torero estaba rodeado de glamour, coches, rancheras de madera, cuadrillas, mujeres, Chicote, las cafeterías famosas, ¡señor!, aquello era como el Hollywood de los años 50.
-¿Por qué pinta Esplá?
-Lo que yo quería ser en esta vida era pintor. El toreo y la pintura tienen una cosa en común: pertenecen a la creación.
-¿Relaja la pintura?
-Pintar con criterio crea las mismas tensiones que torear. Y afortunadamente funcionó el toreo, y no estoy pasando hambre con la pintura.
-¿Llegó al toreo a través de una crisis personal de niño?
-Tuve un par de años de rechazo al espectáculo, porque no lo entendía. Yo criaba los toros y me preocupaba el final del animal: podía caer en manos de un buen torero y tener un final sublime, o un final ruin, triste.
-¿La muerte dignifica al animal?
-Un día hablaba con Miquel Barceló sobre si era prescindible matar al toro. Contemplado como rito, éste no se consuma sin sacrificio, pero Miquel añadió un detalle fantástico: dejaría de ser el mito porque el toro que recordaríamos de vuelta a los corrales sería un animal vencido. Eso lo he visto en Portugal y lo recuerdo como algo patético. Lejos de dignificar al toro, lo convierte en una especie de preso de Guantánamo.
-Arrímese, maestro: ¿un pintor?
-Miquel Barceló.
-¿Un novelista?
-José Luis Sampedro.
-¿Un poeta?
-Francisco Brines.
-¿Un pensador?
-Ortega y Gasset.
-¿Un cineasta?
-José Luis Garci.
-¿Un dramaturgo?
-Calderón de la Barca.
-¿Cómo contempla el ojo de un pintor-torero como Esplá las tauromaquias de Goya?
-Contemplo toda la violencia y el génesis de la tauromaquia; dramatismo, contraste y contrasentido, muchas veces.
El maestro Esplá, torero espiritual, clasicista, ilustrado, lee la lidia del toro bravo como una novela que tiene un principio, un nudo y un desenlace, «y quien sea capaz de construir la novela de la lidia de manera argumentada, y concatenada, es un lidiador». El pintor Esplá (actuó en la «Corrida del Siglo» del 1 de junio de 1982: dos orejas a un victorino, y el mejor par de banderillas de San Isidro) reaparece hoy en Estepona tras la triple y brutal cogida de Céret.
-¡Si no me parte un rayo...!
-¿Temió por su vida?
-La verdad es que no, porque todo alrededor fluía con mucha seguridad.
-A su hijo Alejandro le previno: «Ésto es lo que te espera».
-Es parte del panorama. Nunca vivo la cornada como una venganza del destino o del toro.
-¿Le diría que se arrime al toro?
-Evidentemente, los toreros han de ser valientes, y han de demostrarlo, pero uno nunca tiene que dejar que ese estrato esté por encima del de la técnica o el arte, porque se puede convertir esto en algo chabacano. Cuando era un asunto de cojones, de huevos, el espectáculo pasó por ahí.
-¿Cómo verá la vida ahora?
-Como antes. El toreo es fuente de vida, te enseña, y te lleva a estas situaciones límite.
-«No soy como esos toreros que cuando tienen una cornada salpican de sangre toda España», avisó a navegantes. ¿A quiénes?
-Me refiero a que hay toreros que viven cerca de la prensa del corazón y, si le arrancan una uña o les pisa un toro, entonces salpican de sangre toda España; cuando hay otros toreros seriamente heridos y no trasciende ni se entera nadie. Y el entorno del torero llega a dar una dimensión exagerada de la lesión y la herida. Me parece indecente hablar en el toreo públicamente de las cornadas y del dinero que se cobra.
-¿El toreo es camino tortuoso?
-Mi hijo lo sabe, y le digo: Alejandro, esto pertenece al milagro, y el milagro no se da todos los días. Pero a un chaval con 24 años no puedes matarle su sueño, tiene que llegar hasta sus límites. A mi hijo le insisto en que no cifre su futuro en esto cuando vea el límite; que no siga ahí y se convierta en un tullido más de éstos que hay por ahí. -¿Los toreros son superhombres, al modo de Nietzsche?
-No, lo que pasa es que estamos angustiados por una serie de premisas. La premura es la que nos lleva a curar las heridas con una precocidad increíble. De verdad, le aseguro que la primera vez que entré en la enfermería iba cagadito.
-¿Sigue sonando su toreo a la música callada de Miles Davis?
-Lo importante de Miles es que ha mestizado mucho, pero hay una esencia en su obra.
-¿El intelectual se ha divorciado del toreo?
-Lo hemos divorciado. El toreo ha perdido mucho interés, porque el torero ya no es lo que era. Ahora no tiene nada que ver ese señor que se juega la vida y que hace cosas inverosímiles con el hombre frívolo, vano o casquivano que sale fuera. -¿Sigue pensando que «el toreo tiene un submundo de pillaje en el que prosperan empresarios zafios y se mueven intereses sórdidos»?
-Todas las ciudades tienen sus cloacas, lo que pasa es que el toreo precisamente genera mucho detritus. Si pensamos que sólo funcionan diez o doce toreros de los doscientos que hay en el escalafón, podemos imaginar que el resto está alimentando y dando la razón a una gestión infame.
-¿Echa de menos hogaño el glamour de los toreros de antaño?
-Yo he vivido en ese cliché, obsesionado por la estética de los años 50. El torero estaba rodeado de glamour, coches, rancheras de madera, cuadrillas, mujeres, Chicote, las cafeterías famosas, ¡señor!, aquello era como el Hollywood de los años 50.
-¿Por qué pinta Esplá?
-Lo que yo quería ser en esta vida era pintor. El toreo y la pintura tienen una cosa en común: pertenecen a la creación.
-¿Relaja la pintura?
-Pintar con criterio crea las mismas tensiones que torear. Y afortunadamente funcionó el toreo, y no estoy pasando hambre con la pintura.
-¿Llegó al toreo a través de una crisis personal de niño?
-Tuve un par de años de rechazo al espectáculo, porque no lo entendía. Yo criaba los toros y me preocupaba el final del animal: podía caer en manos de un buen torero y tener un final sublime, o un final ruin, triste.
-¿La muerte dignifica al animal?
-Un día hablaba con Miquel Barceló sobre si era prescindible matar al toro. Contemplado como rito, éste no se consuma sin sacrificio, pero Miquel añadió un detalle fantástico: dejaría de ser el mito porque el toro que recordaríamos de vuelta a los corrales sería un animal vencido. Eso lo he visto en Portugal y lo recuerdo como algo patético. Lejos de dignificar al toro, lo convierte en una especie de preso de Guantánamo.
-Arrímese, maestro: ¿un pintor?
-Miquel Barceló.
-¿Un novelista?
-José Luis Sampedro.
-¿Un poeta?
-Francisco Brines.
-¿Un pensador?
-Ortega y Gasset.
-¿Un cineasta?
-José Luis Garci.
-¿Un dramaturgo?
-Calderón de la Barca.
-¿Cómo contempla el ojo de un pintor-torero como Esplá las tauromaquias de Goya?
-Contemplo toda la violencia y el génesis de la tauromaquia; dramatismo, contraste y contrasentido, muchas veces.