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NIÑO DE 13 MATA TORO DE 480 KILOS

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Jairo torea casi en la clandestinidad. En México, el niño cacereño es idolatrado y gana miles de euros. Los astados pesan nueve veces más que él. ¿Dejaría usted a su hijo?
TORERO. Con 13 años, 1,72 de estatura y 52 kilos de peso, el cacereño Jairo Miguel se ha enfrentado ya a toros de más de 400 kilos.
La fotografía tiene ya cinco años. Colgada en la chimenea del salón familiar, en ella se ve a Jairo Miguel aún manchado con la sangre del novillo que acababa de matar y saliendo a hombros de la plaza de Aliseda (Cáceres). La imagen es de una precocidad insultante. Quien da la vuelta al ruedo es un niño de primera comunión. Un matador de ocho años, que eran los que cumplía Jairo Miguel Sánchez Alonso cuando oficialmente pasó por el estoque su primer novillo y se hizo esa fotografía.

Un lustro después, aún niño con 13 años recién cumplidos, el cacereño es presentado en los carteles taurinos con el reclamo del «novillero más joven del mundo». En México, donde asombra y triunfa, los críticos no se cansan de aplaudir sus hechuras de figura, sus elegantes movimientos en la arena, lo clásico de su estilo, el valor, el duende...

Es una fría mañana y el brasero calienta la vivienda del niño torero. Jairo Miguel y sus padres viven en una casa de campo, dentro de una finca taurina, a unos siete kilómetros de Cáceres, en la localidad de Malpartida. El padre, Antonio Sánchez Cáceres, el palo del que ha nacido la astilla, fue torero. La familia se gana la vida con una plaza de toros portátil y alquilando la finca.

Jairo, hijo único, se presenta en el salón recién levantado, en pijama, sobre las 10.30 de la mañana. Besa al padre y echa a correr hacia la cocina para darle un susto infantil a la madre, Celia. Sobre la mesa, un colacao y tostadas con mermelada.

Cuando recibió a CRONICA, Jairo tenía la muñeca izquierda escayolada.Un novillo le había dado un revolcón en la plaza de Comitán (Chiapas), en enero, y había regresado a España para recuperarse en casa.Unos meses atrás, en noviembre, tuvo que irse a hacer las Américas porque aquí le prohíben coger un capote. Es demasiado niño para saltar al ruedo. Por mucho que en el visado con el que ha entrado en México por la puerta grande ponga «profesional taurino», en España para ser matador, según la ley, hay que tener 16 años.A Jairo le faltan tres.

Cuando se ha enfundado la taleguilla aquí, lo ha hecho prácticamente en la clandestinidad. Aquellas primeras corridas benéficas de 2001, el año de la fotografía de la chimenea, le supusieron dos multas de 6.000 euros. «Yo no me quiero ir, pero en España a mi edad no se puede torear», dice él contrariado.

Vetado aquí, ha paseado su traje de luces por países que no ponen límite de edad, como Francia o Portugal. En julio dio el salto a Colombia, participó en tres novilladas y cortó seis orejas.Y en noviembre se trasladó con su padre a México, a donde ha regresado tras recuperar la movilidad en la muñeca. Sus tres primeros meses en el país azteca se saldaron con siete novilladas con picadores y salió de las plazas con 12 orejas y tres rabos.Algunas de sus faenas fueron portada de los periódicos mexicanos con las palabras «niño prodigio» o «nace un torero» estampadas en sus titulares. Prueba de las maneras que apunta es que Renovación Taurina, la empresa del sector más importante de México, se haya fijado en él y lo haya atado con un contrato por cinco años.Jairo cobra una media 4.800 euros por novillada. Este año tiene previsto torear unas 40, lo que supondría unos 190.000 euros de ingresos.

Gran parte de la entrevista, en torno a la mesa camilla, se desarrolla con Jairo sentado sobre las rodillas de su madre. Escuchando cómo es su vida de niño de 1º de ESO impresiona aún más que sea capaz de retar un bicho de 400 kilos. Cuando está en casa, su madre tiene que llevarlo todos los días hasta la puerta del Colegio Internacional San Jorge, en Malpartida. Mientras está fuera del país sigue un programa especial de educación a distancia. «El año pasado no me quedó ninguna y este año ya llevo un sobresaliente», presume Jairo de notas.

Los viernes se divierte yendo al cine o a un burguer con los amigos. Los fines de semana toca merienda y partidillo de fútbol en casa. En el baño, en lugar de cantar, suele hablarle a la alcachofa de la ducha y simula que lo entrevistan tras una faena redonda. Este año, por San Valentín, le hizo su primer regalo a una chica: unos pendientes que le encargó comprar a su madre.

Es el padre, también su apoderado y maestro, quién lo guía durante la entrevista y lo enseña.

-He recibido muy buenos consejos de Palomo Linares, Enrique Ponce, El Juli...

-Ten cuidado al nombrar, Jairo, que no se te puede olvidar nadie.

-¡Bueno, déjame terminar!

En la lista de grandes que alaban su arte están también José María Manzanares, César Rincón o Paco Camino. «Ese temperamento y ese genio torero...», ha dicho el último tras verlo en la arena.Fue precisamente Paco Camino quien le dio la oportunidad a Jairo de lidiar su primero toro. Le abrió las puertas de su plaza privada en Talayuela (Cáceres) en abril de 2005 y le puso delante un ejemplar de cuatro años y 480 kilos de peso. Jairo acababa de cumplir 12 años. El animal superaba en nueve veces los 52 kilos que pesa actualmente el chico, quien, con 1,72 de estatura, es de los más altos de su clase. En diciembre, repitió con un toro de 450 kilos, en público, en la plaza mexicana de Mérida.

«He intentado meterle miedo para que lo deje pero no ha habido forma. Por eso, ahora lo animo», dice Celia, la madre, con la boca pequeña y confesando que derrama alguna que otra lágrima a solas. Y todo, dicen, comenzó como un juego. «Torero», respondía Jairo con cinco años cuando le preguntaban qué quería ser de mayor. «Jugaba con mis amigos y les decía que hicieran de vaquilla para torear yo», cuenta.

Dos años antes, por su tercer cumpleaños, su padre le había regalado un pequeño capote. «Lo hice como quien compra un balón a su hijo, para que jugara», aclara Antonio. Lo cierto es que la tela se convirtió en el juguete favorito de Jairo, y sigue siéndolo hoy.«No quería ver dibujos animados», recuerda el torero precoz.«Con cuatro años, veía corridas y apartaba la mesa del salón para torear con el capote o me subía encima del sillón para hacer de picador». Tenía seis cuando trasteó su primer becerro en la comunión de un amigo y recibió los primeros aplausos.

Pero no todo son alabanzas al niño torero. La polémica que siempre ronda a los niños prodigio -ya sean actores, cantantes o motoristas- es aún más cruda si de lo que se habla es de un niño frente a un toro. «Estamos ante una sociedad hipócrita. Nos encanta tener buenos deportistas, toreros... Y viendo su pasado nos damos cuenta de que empezaron bien jóvenes», dice Javier Urra, psicólogo de la Fiscalía de Menores de Madrid. «Se aplaude el riesgo cuando el chico triunfa y se critica si sucede alguna desgracia».

El Jairo niño parece quedarse en las rodillas de la madre y se levanta un torero serio, con discurso de adulto, cuando se habla de la Fiesta. «En el ruedo siento responsabilidad, mucha responsabilidad, por hacerlo bien frente a un público que me juzga», dice. «Y lo hago con gusto, porque si sufriera lo dejaría. Para sufrir ya hay otras cosas en la vida».



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