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Orangutanes libres en la jungla de Borneo.

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Web Pagina12, turismo, 5 noviembre 2008.
MALASIA > EN LA ISLA DE BORNEO.
Orangutanes en la jungla.
En Sabah, provincia de Malasia en la isla de Borneo, se potencia el turismo ecológico y sostenible conservando la riqueza natural de la zona. Desde Sandakan, la antigua capital, una visita a dos importantes lugares de vida salvaje: Sepilok, paraíso de los orangutanes, y el área de Sukau, a orillas del río Kinabatangan, donde viven los monos narigudos.
Sabah es uno de esos privilegiados lugares donde la naturaleza reina sobre todo lo demás, a pesar del implacable avance de la civilización, el hormigón y la codicia. En sus 74.500 km2 hay lugar para varios parques nacionales protegidos, selvas y ríos, islas, cataratas, cuevas y montañas. Aquí se encuentra el monte Kinabalu, el más alto de todo el sudeste asiático, animales que sólo habitan en esta parte del mundo y bellas plantas como las orquídeas, de las que se encuentra una variedad asombrosa, o la rafflesia, la flor más grande del planeta. Todo hace pensar en un paraíso, y ciertamente lo es, pero el peligro acecha, los incendios y la tala de los bosques son frecuentes, dejando al descubierto los hábitat de algunos animales, como los orangutanes, que ven cómo su territorio pierde terreno día tras día. No son únicamente los animales los que sufren las consecuencias de las deforestaciones; las selvas de Sabah, como las del resto de Borneo, son uno de los pulmones más importantes del planeta, una verdadera fábrica de nubes que puede entrar en quiebra si los árboles desaparecen. Para evitar que el avance de la civilización signifique la destrucción parcial o total de formas de vida ancestrales, los organismos públicos de Sabah se han tomado muy en serio la tarea de educar a nacionales y visitantes en el cuidado de una naturaleza salvaje y sabia pero extremadamente frágil.

“HOMBRES DE LA SELVA” En malayo, “orang után” significa literalmente “hombre de la selva”, y en ella estos gigantes se desenvuelven como ningún otro animal. Pero los incendios, las talas de árboles y el secuestro de bebés orangutanes para convertirlos en mascotas hicieron que en los últimos 40 años la población de orangutanes descendiera hasta entrar en peligro de extinción. Las crías de orangután necesitan un período de aprendizaje muy superior al de otros animales, casi siete años, y la madre debe enseñarles qué comer, cómo saltar de árbol en árbol, cómo construir los nidos donde dormirán cada noche, etcétera. Sin esa escuela elemental los pequeños no tienen ninguna posibilidad de sobrevivir.

En el Centro de Recuperación de Orangutanes de Sepilok, desde que nació la idea en 1961, se recuperan muchas de estas crías huérfanas y se les enseña a vivir en la jungla, donde serán devueltos tras el período de enseñanza. Otros orangutanes llegan aquí enfermos o heridos, y también son tratados por veterinarios y especialistas antes de devolverlos a su hábitat natural. Sepilok –a sólo media hora en coche desde Sandakan, la antigua capital de Sabah– no es un zoológico, es uno de los centros de recuperación más grandes de Asia, y se trata de proporcionar un estadio intermedio entre la protección y la libertad total a los orangutanes, donde éstos pasan diversos niveles de educación y adaptación antes de ser devueltos definitivamente a la selva, objetivo prioritario de quienes trabajan en el centro.

Mientras tanto, los turistas que visitan el parque pueden disfrutar de la cercanía de los animales que aún permanecen en el primer nivel, y contemplar sus juegos y carantoñas ante las cámaras. En ese primer nivel hay una plataforma de madera a la que se acercan los orangutanes a comer de la mano de sus cuidadores y los turistas a observarlos. El silencio es total cuando aparecen sus peludos y rojizos cuerpos trepando por la cuerda extendida entre los árboles. Hay mucha emoción, siempre hay emoción cuando se tiene un animal salvaje libre ante los ojos. El calor y la humedad son muy altos, sin que el viento pueda apenas penetrar los gigantescos árboles por donde pasean majestuosos los orangutanes. A la salida, quien sienta la necesidad de colaborar en el mantenimiento de estos animales puede adoptar a uno de ellos a distancia, y así sabrá que esa pequeña aportación de dinero pagará los gastos derivados de su estancia en el centro.

LOS MONOS NARIGUDOS de Sukau Tienen un aire triste, melancólico, y a veces parecen intimidados por la presencia de tanta cámara en el silencio de la tarde, cámaras amarradas a los cuellos y manos de quienes se acercan a Sukau y el río Kinabatangan a comprobar si es cierto que los monos narigudos tienen una panza tan prominente como su escandalosa nariz. Borneo es el único lugar del mundo donde estos simios lucen su curiosa fisonomía, preferentemente en selvas cercanas a la costa, pantanos o ríos. Un pequeño afluente del Kinabatangan, el río Menanggul, se ha convertido en uno de los mejores miradores naturales para que quienes sienten la llamada de la selva se acerquen a contemplar estos animales en silencio.

Sukau es una pequeña ciudad de interior que ha comprendido que su mayor riqueza se encuentra en los tesoros naturales de la tierra, y está realizando un esfuerzo por conservar esos tesoros mientras los muestra al resto del mundo. Porque en esta zona no sólo se encuentran estos curiosos monos de nariz grande y mirada triste, sino también elefantes, orangutanes, macacos de cola corta y cola larga, cerdos salvajes y más de 200 especies diferentes de pájaros. Al atardecer, poco antes de la puesta de sol, los animales se acercan a la orilla de los ríos a beber, y ese es el momento en el que las barcas, silenciosas y lentas, se adentran en el corazón de la jungla para espiar los movimientos de sus habitantes. A lo largo del río principal se encuentran algunos de los alojamientos gestionados por población local y totalmente integrados en su entorno: cabañas de madera camufladas entre los altos árboles, caminos y senderos de tierra, ventiladores en lugar de aire acondicionado, sistemas de reciclaje, no más de 25 huéspedes al día... todo un oasis para disfrutar en calma de la naturaleza.

Los habitantes de esta región, poco más de 2000, son urang sunai y en su mayoría son musulmanes. Tradicionalmente se han dedicado a la agricultura y la pesca, y en los últimos años el turismo ha entrado como una actividad económica más, pero gestionada por ellos mismos y cuidando que el medio no se resienta por ello. En realidad Sukau es zona protegida y el gobierno de Sabah les está dando facilidades para que puedan salir adelante con su proyecto. Como ejemplo, hace apenas diez años no había electricidad en la zona, mientras ahora disponen de ella las 24 horas, algo no demasiado habitual en lugares tan apartados como éste.

Hay mucho más por descubrir en Sabah, cuevas repletas de nidos de pájaros como la de Gomantong, el intacto Valle de Danum, con sus puentes colgantes, parques y senderos por los que caminar se convierte en experiencia única, islas para bucear bajo unas aguas espectacularmente bellas, montes aptos incluso para los escaladores menos expertos... Un paraíso que debe protegerse, no sólo para que tengamos la posibilidad de contemplarlos algún día sino para que el ciclo de la vida no se detenga.

Diversidad cultural
Sabah no es únicamente una tierra rica en tesoros naturales, también lo es en tesoros culturales. Entre sus dos millones de habitantes hay 30 etnias distintas que hablan más de 80 dialectos distintos, y que conservan sus tradiciones, sus fiestas, sus usos y costumbres. Esta gran diversidad cultural convive cotidianamente con la malaya, china, filipina y la llegada de Indonesia y se traduce, por ejemplo, en una oferta gastronómica y lúdica incomparable. El grupo étnico más numeroso de Sabah, con casi un tercio de la población, son los kadazan, quienes tradicionalmente se han dedicado al cultivo del arroz. Los bajau son hábiles pescadores y expertos en el adiestramiento de ponys y búfalos de agua, hasta el punto de ser llamados los “cowboys del este”. Se les puede ver vestidos a la manera tradicional en los mercados dominicales. Los murut viven en el interior de la provincia donde muchos aún siguen en sus tradicionales viviendas comunes, largas casas que llegan a acoger hasta 40 o 50 familias, con espacios comunes para compartir. Una de las ceremonias más espectaculares de los murut son las bodas. En general, la mayoría de los integrantes de estas etnias se han convertido recientemente al catolicismo, aunque muchos siguen guardando especial respeto a sus antiguos dioses. El resto de la población profesa la religión musulmana o budista.

Informe: Julián Varsavsky


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