¿Patrón de toreros?
Así, se nombró en 1951 a un religioso de la orden franciscana, San Pedro Regalado, patrón de toreros. Al menos se presentaron dos candidaturas: un santo de León, San Juan de Sahagún y San Pedro de Valladolid. Y ¿cuáles eran los méritos aducidos para semejante nombramiento? Pues, sencillamente, que según la leyenda, los dos religiosos realizaron milagros donde intervenían sendos toros. La cuestión se decantó por el santo Regalado, pues la propuesta había partido de un vallisoletano.
Cuentan las crónicas, escritas a partir del siglo XVII, en época de su beatificación, la vida ascética, de dura penitencia y en la pobreza más extrema que llevó San Pedro - no en vano fue un santo reformador de la orden- y los milagros que realizó.
El milagro que principalmente nos atañe es el que hizo el santo fraile un día que acompañado por otro monje se desplazaba a otro monasterio. Parece ser que en el camino irrumpió de pronto un toro que escapaba de la plaza de Valladolid, donde se celebraba una corrida por ser las fiestas. El toro tenía banderillas clavadas en su cuerpo y había sido picado, “agarrocheado y herido”, por lo que corría desesperado por el camino perseguido por gente a caballo y a pie. El Santo lo detuvo presentándole su báculo y diciendo “¡detente!”; le desprendió las banderillas que tenía clavadas, lo bendijo, y el toro, “amansado” por S. Pedro, se fue al campo.
Años más tarde el Ayuntamiento de Valladolid crea un trofeo taurino que lleva su nombre y se le hace además patrón de las fiestas de la ciudad, que entre otros, se celebran con festejos taurinos.
Resulta curioso que sea el elegido un fraile de una orden mendicante como la franciscana, cuyo santo fundador, San Francisco de Asís, fue gran amante de los animales y defensor de la Naturaleza. Si profundizamos en las propiedades del milagro, es evidente la contradicción, pues posiblemente S. Pedro Regalado estaría hoy del lado de los antitaurinos, ya que si atendemos al relato, nuestro santo se mostró misericordioso con el animal: “Halagole el santo, quitole con suavidad los hierros que le ofendían, y echándole la bendición, le mandó se fuese”…es decir, le curó las heridas y lo trató dulcemente. ¿Cómo es posible entonces que se le haya hecho adalid de una práctica llena de crueldad y sanguinaria con los animales?
Resulta más, por el hecho de que S. Pedro Regalado renovó los preceptos de su Orden entre otras cosas, manifestándose explícitamente en contra de recibir dinero, que no fuera estrictamente para los actos litúrgicos, aspecto que en absoluto es coherente con la polémica generada el verano pasado contra la decisión del ayuntamiento de Valladolid que ha destinado 180.000 euros a las novilladas de la feria y cuyo alcalde afirmó que “los toros son cultura y hay que subvencionarlos”, declarando que la subvención tenía dos objetivos, uno favorecer la afición a la fiesta entre los menores y otro promocionar a “los nuevos valores”.
Asimismo, choca que sean los Hermanos de la Cruz Blanca, de la misma orden franciscana, la que periódicamente organiza corridas de toros en varias ciudades, con la asistencia incluso de alguno de sus miembros, y con el consabido pretexto de recaudar ingresos para fines benéficos.
Hoy, cuando existen multitud de asociaciones en España en defensa de los animales, cuando es evidente la falta de interés por los espectáculos taurinos y son continuas las manifestaciones en la calle por el respeto a los animales, llama la atención que la Iglesia no se haya pronunciado en contra de estos patronazgos de sus santos, que creemos ponen en entredicho su doctrina y al mismo tiempo nos recuerdan las costumbres relajadas y materialistas que precisamente quiso reformar S. Pedro Regalado hace ya más de medio milenio.
Carmen De Bock, Diciembre 2012.