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Reflexiones sobre la borrosa "frontera animal".

archivado en:
Portafolio.com.co Blog en El Portal de Economçia y Negocios, 21 Noviembrfe 2008.
Pensar la frontera
N y D
Frontera animal
En el primer capítulo de su libro Breve historia de la humanidad, el historiador inglés Felipe Fernández-Armesto presenta el término “frontera animal” para tratar de establecer las diferencias reales entre el hombre y el resto de las especies animales. Entre los varios criterios establecidos para analizar estas diferencias destacan tres por su centralidad e importancia: el lenguaje, la cultura y la razón. Con este artículo se busca presentar las reflexiones del libro respecto a estos tres criterios, para demostrar, como lo hace el autor, que incluso la “frontera animal” es borrosa y difícil de definir, aunque no es posible negar las diferencias existentes entre el hombre y el resto de los animales.
Al lenguaje están dedicadas las primeras páginas del libro. En ellas, la habilidad lingüística del hombre es presentada como una habilidad especial, parecida al radar de los murciélagos. El autor afirma, con base en estudios sobre el tema, que la debilidad física del hombre respecto a otros animales lo obligó a socializar de tal forma que el gran tamaño de los grupos sociales humanos, comparado con el de otros animales, creó la necesidad del lenguaje. De la misma manera, hace el autor un análisis de la comunicación no verbal, que no es propia sólo del hombre, sino de muchos animales. También nos muestra en este capítulo, con los más variados ejemplos, que los animales aprenden más fácil nuestro lenguaje que nosotros el de ellos, y que, incluso, más fácil nos entiende un mico a nosotros que nosotros a un chino. Entonces, a partir de estas reflexiones, se llega a la conclusión de que el lenguaje no establece la diferencia.



Si se piensa en la cultura, la situación no es mucho más clara. Los animales practican algunos rituales a la hora de comer que han sido considerados, de manera injusta, prácticas protoculturales por algunos científicos humanos. Igualmente, considerando el arte como una de las principales formas culturales, se han encontrado algunas sociedades humanas, como una en Bengala, que no tienen ninguna manifestación artística. Ni música, ni pintura, ni nada que pueda ser considerado arte. Entonces, el autor trata de demostrar la existencia de prácticas culturales entre algunos animales al tiempo que muestra las carencias culturales de ciertos grupos humanos, para llegar a la conclusión que en la cultura tampoco está la diferencia.



La razón es presentada, desde tiempos de Aristóteles, como la principal diferencia entre hombres y animales. Dejando de lado la dificultad para razonar que presentan algunos hombres, el autor relaciona la razón con la voluntad y la libertad. La capacidad que tienen algunos animales para reconocerse en un espejo es presentada como una forma de autoconciencia que puede ser entendida como un bajo nivel de racionalidad. Para la razón, así como para el lenguaje y la cultura, se establecen unas diferencias de grado entre el hombre y el resto de los animales que no pueden ser consideradas como la frontera clara entre estos, pues el límite es borroso. Entonces, la diferencia tampoco está en la razón.



Fernández-Armesto termina sugiriendo que sólo hay dos habilidades físicas que son propias y exclusivas del hombre, aunque incluso en este caso se podrían argüir diferencias de grado. Estas diferencias son: la capacidad de lanzar y la excesiva sudoración. El libro no pretende ignorar las diferencias que existen entre el hombre y los animales, sino que las critica por no haber sido expuestas de manera clara y satisfactoria, pues, en la mayoría de casos, el autor demuestra que los atributos humanos, y de los otros animales, no son más que compensaciones. Vale la pena seguir reflexionando sobre este tema, aunque las conclusiones a las que se llegue sigan siendo temporales y sean presentadas en términos negativos.



*El libro reseñado es: FERNÁNDEZ-ARMESTO, Felipe, Breve historia de la humanidad, Barcelona, Ediciones B, 2005.


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