Semana Santa y Canal Sur
Nunca las procesiones han alcanzado tanto auge como ahora, bajo el mandato socia- lista y laico- Estamos asistiendo impávidos al exultante apogeo de los tíos del Ku-Klux- Klan, a quienes se les consiente que paralicen la ciudad para sacar ellos a pasear sus estatuas por las calles, lanzando trompetazos, sin duda para ahuyentar los malos espíritus.
Parece como si esto fuera el Nepal y estuviéramos a orillas del Ganges. Las masas entontecidas se acercan con arrobo místico a contemplar a sus sagrados ídolos portados sobre grandes mamotretos relucientes de oro y plata.
La televisión es una enfermedad incurable que se ha aposentado en nuestras vidas.
Canal Sur alcanza el máximum de porquería y demuestra ser el vehículo cultural de primera magnitud que Andalucía necesita. Los capitostes de esa tele se sienten orgullosos, y con razón, de engendros tales como El destornillador, números rojos. Dúo Sacapuntas. Agustín Bravo (primera y segunda parte). Cene usted bogavante con Inma la Elegante... y otros portentosos logros del cacumen humano.
Pues ahora en Canal Sur han estado sembrados transmitiendo procesiones de día y de noche. Algún melómano descarriado hubiera agradecido un concierto de música sacra, un Oratorio o una Pasión de Bach, o un Réquiem de Mozart, en lugar de tantas saetas, que producen desarreglos gástricos, y de esas trompeterías estridentes que hieren la sensibilidad de cualquier persona medianamente cultivada y aterrorizan a los niños e incluso a los animales. Yo tuve un perro que cuando oía los tambores y trompetas de una procesión corría despavorido a esconderse debajo de la cama.
Los señores de la Junta se gastan millones en campañas publicitarias de exaltación andaluza. ¿No tienen otra cosa más útil en que emplear el dinero? Mientras tanto, y a las estadísticas me remito, Andalucía sigue yendo a la cola de Europa en todo, sigue siendo la tierra de la juerga perpetua y del cachondeo, inmersa en sangre de toros, derrochando esfuerzos, tiempo y dinero en cosas que, por mucha tradición ancestral que representen, no dejan de ser más que expresiones de tercermundismo. Andalucía, por desgracia, sigue tan cateta, tan retrasada, tan analfabeta como siempre. O más.
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