Si los que derriban un toro de madera son extremistas ¿qué son los que torturan toros de carne y hueso?
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Artículos
Agresión animal
AL TRASLUZ
EDUARDO AGUIRRE
EXTREMISTAS han vuelto a derribar la única valla publicitaria con el toro de Osborne que quedaba en Cataluña, en el Bruc, tras haber sido recolocada después de otra agresión. Es uno de los grandes iconos de la historia de la publicidad, más allá del producto que anuncia, de la fiesta nacional y cualquier otra simbología. Los autodenominados Banderas Negras, cuatro niñatos y quien les dirija, actúan como talibanes de pueblo. Según ellos, el toro de Osborne representa la españolidad opresora. Ignoran todo aquello que simboliza este animal en la cultura mediterránea y occidental, quizá también que la imagen fue diseñada en 1957 por el gaditano Manuel Prieto, militante del PCE durante la guerra civil, autor de la mancheta de la revista del Quinto Regimiento, además de ser uno de los fundadores de la Alianza de Intelectuales Antifascistas; la agresión hubiera sido igualmente intolerable si hubiera luchado con Franco, pero no está de más un poco de memoria histórica. Su importancia iconográfica es tal que la Junta de Andalucía catalogó estas vallas como monumentos protegidos.
En un comunicado se proclaman defensores de la «tierra sagrada catalana». Si la montaña de Montserrat pudiera hablar ¿qué les diría a sus falsos druidas? No es que añoren un regreso al paganismo, como Juliano, sino que aspiran a vivir en una edad anterior a la invención del fuego. «Ha caído y después ha sido pisado, ultrajado y humillado por los patriotas», aseguran. La estupidez ni se crea ni se destruye, se transforma. Cataluña no es como ellos. Sin embargo, no deben subestimarse estos ataques, aunque ya hay quienes les ríen las gracias. Destructores de imágenes, viejos como el mundo, adoradores de una madre tierra a la que profanan. Hasta un falso toro tiene más verdad que ellos.
AL TRASLUZ
EDUARDO AGUIRRE
EXTREMISTAS han vuelto a derribar la única valla publicitaria con el toro de Osborne que quedaba en Cataluña, en el Bruc, tras haber sido recolocada después de otra agresión. Es uno de los grandes iconos de la historia de la publicidad, más allá del producto que anuncia, de la fiesta nacional y cualquier otra simbología. Los autodenominados Banderas Negras, cuatro niñatos y quien les dirija, actúan como talibanes de pueblo. Según ellos, el toro de Osborne representa la españolidad opresora. Ignoran todo aquello que simboliza este animal en la cultura mediterránea y occidental, quizá también que la imagen fue diseñada en 1957 por el gaditano Manuel Prieto, militante del PCE durante la guerra civil, autor de la mancheta de la revista del Quinto Regimiento, además de ser uno de los fundadores de la Alianza de Intelectuales Antifascistas; la agresión hubiera sido igualmente intolerable si hubiera luchado con Franco, pero no está de más un poco de memoria histórica. Su importancia iconográfica es tal que la Junta de Andalucía catalogó estas vallas como monumentos protegidos.
En un comunicado se proclaman defensores de la «tierra sagrada catalana». Si la montaña de Montserrat pudiera hablar ¿qué les diría a sus falsos druidas? No es que añoren un regreso al paganismo, como Juliano, sino que aspiran a vivir en una edad anterior a la invención del fuego. «Ha caído y después ha sido pisado, ultrajado y humillado por los patriotas», aseguran. La estupidez ni se crea ni se destruye, se transforma. Cataluña no es como ellos. Sin embargo, no deben subestimarse estos ataques, aunque ya hay quienes les ríen las gracias. Destructores de imágenes, viejos como el mundo, adoradores de una madre tierra a la que profanan. Hasta un falso toro tiene más verdad que ellos.