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Sociedades Protectoras. Protectora de Mieres

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La Nueva España, lne, 15 Noviembre 2008.
Tribuna
Protectora de Mieres: el camarote de los hermanos Marx.
El cuidado de los animales abandonados es una víctima del doble lenguaje de las administraciones y la sociedad.
JORGE CEFERINO FERNÁNDEZ CUESTA --¿Qué ocurre en la Sociedad Protectora de Animales de Mieres, albergue de animales / perrera municipal? Pues miren, en estos momentos, lo más parecido al camarote de la famosa película de los hermanos Marx. Hace ya más de ocho años, renuncie, voluntariamente, a las responsabilidades adquiridas para con la Sociedad Protectora de Animales de Mieres, y desde entonces, no he vuelto a mostrar opinión pública al respecto de los hechos y acontecimientos surgidos en los últimos años. Antes de cesar, se presentaron las bases de lo que debería ser una política adecuada y efectiva para intentar paliar el grave problema que suponía, y supone, el abandono de los animales de compañía, la cual se basaba en tres ejes fundamentales: protección, concienciación y restricción en la tenencia con medidas coercitivas.

En su momento, desde la Sociedad Protectora de Animales, activamos campañas que merecieron todo tipo de críticas desde los sectores implicados y sobre los cuales se aplicarían las reformas planteadas, tales como los propietarios de animales, titulares de criaderos, tiendas para la venta y núcleos zoológicos. Paradójicamente, el Ayuntamiento y todos sus grupos municipales apoyaron las reformas presentadas, las cuales contenían medidas duras y restrictivas en todos los aspectos antes reseñados, al objeto de tratar de solucionar lo que en su momento considerábamos un grave problema de población canina y felina en el municipio, y todo lo que suponía para el Albergue, obligados al sacrificio de animales, por falta de espacio y por la imposibilidad de procurar a los animales allí alojados unas mínimas condiciones. He defendido, incluso públicamente, que si no se puede procurar a una animal de compañía una estancia digna en un Albergue, no queda más remedio que la alternativa de la «eutanasia», o de lo contrario, y parece que está es la postura de los más «puristas», continuaremos viendo imágenes dantescas como el hacinamiento de animales. Y sí, es cierto, el fin de las protectoras debería ser el contrario, pero continuamos empeñados en dar vueltas al mismo problema, una y otra vez. El planteamiento lógico tiene que atajar el problema desde su raíz, para tratar, en lo posible, disminuir, al mínimo, el número de animales eutanasiados. Pero hacen falta ganas y valentía para aprobar medidas de ese tipo, tales como: limitar el número de animales por propietario, censar a todos los perros del municipio, legalizar o prohibir la venta entre particulares, controlar intensamente las tiendas, vigilar estrechamente los criaderos, fomentar la esterilización de las hembras, establecer un «canon» por tenencia, potenciar las denuncias, bien por vía administrativa o penal, limitar la tenencia de razas potencialmente peligrosas, etc. Sobra comentar que dicha reforma, transcurridos nueve años, duerme el sueño de los justos. «Vamos a cambiar las cosas para que todo continúe igual». He de reconocer, no obstante, que el concejal que más participo y colaboro, y hasta la fecha el único, fue Luis Suárez, responsable, en aquel entonces, de la delegación de agricultura y ganadería, del Grupo municipal Socialista.

Quizás, debamos hacernos la pregunta de otra manera: ¿qué es lo que se ha hecho durante todo este tiempo ? La respuesta, bien fácil: nada. Y digo nada, porque sencillamente, no han sabido aprovechar, todos los protagonistas implicados, las posibilidades a su alcance. Varias las preguntas, y ninguna respuesta. ¿Cómo es posible que en el año 2007 se abandonen casi tantos animales de compañía que hace 10 años atrás en el municipio de Mieres? Datos como este, nos deberían hacer reflexionar a todos y, sin embargo, ¿que ha hecho la administración local para evitarlo?. Pues «parchear» una y otra vez el problema, confiando en que los responsables del Albergue arreglarán la situación desde su débil y precaria situación. Es tan lenta la labor de estas asociaciones, tan poco reconocida socialmente, que les resulta imposible alcanzar las cotas deseables que, con el tiempo, sería de esperar. ¿Qué medios se les proporciona? Una mísera y ridícula subvención, y unas instalaciones anticuadas sin los mínimos servicios para proporcionar un supuesto «bienestar» a los animales allí alojados. ¿Desde cuando se está planteando la construcción del supuesto Albergue mancomunado?

No nos engañemos, los albergues, en la gran mayoría de los casos, son simples receptores de «mercancía», en donde se almacenan perros y gatos abandonados. Y ya apareció la maldita palabra: abandonados. ¿Por quién?: sus propietarios, que en su cinismo y para lavar su mala conciencia, prefieren entregarlos a la protectora que afrontar la responsabilidad que se debe contraer para con la tenencia de un animal de compañía. ¿Y que pueden hacer los responsables de los albergues?, pues, lo de siempre: seguir sumando para que las estadísticas, en vez de disminuir, aumenten escandalosamente. ¿Pero realmente existe una verdadera política en relación a la tenencia, protección y defensa de los animales de compañía, y unos programas de concienciación social dirigidos a frenar esta situación? Desgraciadamente, los perros y gatos abandonados en los albergues asturianos no votan, y a los responsables políticos estos asuntos no les interesan. El problema de los animales abandonados sigue siendo asunto menor, pequeño problema que asume algún concejal sin la preparación y cocimientos adecuados, y que además, no se suele dejar aconsejar. Se dictan normas recogidas en las ordenanzas, pero después no se muestra el mínimo interés por el bienestar de los animales aplicando las mismas. Debe ser, en ese eslabón, los ayuntamientos, donde se tiene que llevar a la práctica lo legislado, y de momento, aquí, es donde falla todo el sistema. Los municipios gastan ingentes cantidades de dinero en otras cosas, sin incluir en sus presupuestos partidas para los albergues, por olvido, desidia, falta de interés o vocación, y también, por que no decirlo, por una mala gestión de los mismos responsables de las sociedades protectoras.

El panorama de las sociedades protectoras es desolador, a nivel general, y continúan ancladas en la rutina del pasado. Excepto honrosas excepciones, la tónica de sus responsables es la de un grupo de personas, con buenísima voluntad y extremo sacrificio, pero que son incapaces de progresar, analizar lo que ocurre a su alrededor, encerrados en la cotidiana obligación de cuidar a los animales, dejando que transcurran los días, los meses, los años en una situación que no tiene ni salida ni final, y que como podemos comprobar en Mieres, inmersos en luchas intestinas que no conducen a nada, y que en la mayoría de los casos resulta, pura y realmente, en la incapacidad para gestionar. Hoy en día, la situación, por lo general, de la mayoría de los albergues es, cuando menos, preocupante, impropios de una comunidad y unos ayuntamientos que se llenan la boca de palabras con grandes proyectos, pero que presenta un déficit en relación a la tenencia, protección y defensa de sus animales de compañía, en todos los ámbitos: propietarios, administración, criadores, tiendas, y responsables de asociaciones.

Gestionar una protectora correctamente implica profesionalidad, la necesidad de poder disponer de personal contratado y todos los requisitos laborales, además de lo ya comentado de unas infraestructuras acordes para poder desarrollar la labor encomendada. El voluntariado en estas sociedades es de gran ayuda pero no deja de ser un complemento, a veces muy cambiante. Si una protectora está bien gestionada y profesionalizada, todo lo demás se puede lograr. Y es fundamental contar con una oficina desde donde se controle, asesore, documente, denuncie, se produzcan intercambios con otras protectoras, etc. Y el director, para ser eficiente, tiene que conocer la legislación y las ordenanzas locales, ser responsable, y no caer en la rutina de estar siempre en el albergue, pues se puede olvidar de otras funciones que tienen que resultar primordiales para su buena marcha, como el exigir ante las administraciones, con vehemencia, pero con razonamientos, un cambio que se nos antoja más que necesario. Denunciar la situación es fácil, implicarse, ya no tanto. Si tan «escandalosas» son las condiciones de los animales albergados en la perrera municipal de Mieres, ¿porque no se actúa de forma inmediata? ¿Por qué los asociados críticos con la actual gestión no se han constituido en otra sociedad protectora y acceden a ser ellos los gestores? ¿O seguiremos lamentándonos otros ocho años más? A todas las partes implicadas, una sugerencia: siéntense, dialoguen, encuentren una solución y, más que por ustedes, háganlo por los verdaderos protagonistas de todo este «culebrón»: los perros y gatos que desgraciadamente seguirán siendo abandonados.

Jorge Ceferino Fernández Cuesta presidió la Protectora de Animales de Mieres y la Asociación Ecologista Freixo





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