Una Editorial contundente sobre los toros en barcelona
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Artículos
Editorial de EL PERIÓDICO. 18.06.2007
¿Por qué la excepción de los toros?
http://www.elperiodico.com/default.asp?idpublicacio_PK=46&idioma=CAS&idnoticia_PK=416547&idseccio_PK=1006&h =
Ayer fue un día importante para los aficionados a los toros. Volvió a los ruedos uno de los grandes, José Tomás, un diestro sobrio que marcó una época en el toreo. Para el regreso eligió Barcelona, una plaza de la que tantas veces había salido a hombros y en la que ayer volvió a triunfar con dos grandes faenas. Para los aficionados locales, el acontecimiento de ayer ha de suponer un punto de inflexión en la decadencia taurina de Barcelona, el inicio del cambio de tendencia que la lleve de nuevo a ser una capital del toreo.
Frente a los aficionados, otros ciudadanos se manifestaron ayer contra el espectáculo taurino. Piensan, con razón, que la falta de interés de los barceloneses por el toreo puede llevar a la Monumental a cerrar en un plazo relativamente corto y están dispuestos a echar el resto para impedir que la tendencia se invierta. Para ellos, el espectáculo taurino debe desaparecer porque se basa en la tortura de unos animales.
Ante estas posiciones encontradas vale la pena hacer algunas reflexiones. La primera es que no es mejor catalán aquel que se opone al toreo. Los intentos de llevar la discusión a este terreno pueden tener una rentabilidad inmediata pero distorsionan el debate sobre el problema y pueden dificultar su resolución.
El tema de fondo cabe resumirlo en esta pregunta: ¿Por qué la convicción moral de que los animales no deben ser torturados ha llevado a establecer formas indoloras de sacrificio en los mataderos y a prohibir la exhibición del sufrimiento de los animales en todo tipo de espectáculos menos en el taurino? Alguien podrá contestar que la excepción es para preservar una tradición. Es cierto, pero también lo es que muchas tradiciones han sucumbido a los cambios de sensibilidad moral. Hubo un tiempo en que fue tradicional ahorcar a los reos en la plaza pública y ahora incluso está abolida la pena de muerte.
Algunos defensores del espectáculo taurino apelan a la libertad de opción para atacar las propuestas prohibicionistas. "Nadie está obligado a ir a los toros", vienen a decir. "Dejen que a los que nos gustan podamos seguir disfrutando de las corridas", añaden. Es un buen argumento, ciertamente. Y sería inapelable si el espectáculo no incluyera el padecimiento de unos seres vivos que sufren, algo que las sociedades occidentales del siglo XXI han prácticamente erradicado. Con poquísimas excepciones, como la del toreo.
¿Por qué la excepción de los toros?
http://www.elperiodico.com/default.asp?idpublicacio_PK=46&idioma=CAS&idnoticia_PK=416547&idseccio_PK=1006&h =
Ayer fue un día importante para los aficionados a los toros. Volvió a los ruedos uno de los grandes, José Tomás, un diestro sobrio que marcó una época en el toreo. Para el regreso eligió Barcelona, una plaza de la que tantas veces había salido a hombros y en la que ayer volvió a triunfar con dos grandes faenas. Para los aficionados locales, el acontecimiento de ayer ha de suponer un punto de inflexión en la decadencia taurina de Barcelona, el inicio del cambio de tendencia que la lleve de nuevo a ser una capital del toreo.
Frente a los aficionados, otros ciudadanos se manifestaron ayer contra el espectáculo taurino. Piensan, con razón, que la falta de interés de los barceloneses por el toreo puede llevar a la Monumental a cerrar en un plazo relativamente corto y están dispuestos a echar el resto para impedir que la tendencia se invierta. Para ellos, el espectáculo taurino debe desaparecer porque se basa en la tortura de unos animales.
Ante estas posiciones encontradas vale la pena hacer algunas reflexiones. La primera es que no es mejor catalán aquel que se opone al toreo. Los intentos de llevar la discusión a este terreno pueden tener una rentabilidad inmediata pero distorsionan el debate sobre el problema y pueden dificultar su resolución.
El tema de fondo cabe resumirlo en esta pregunta: ¿Por qué la convicción moral de que los animales no deben ser torturados ha llevado a establecer formas indoloras de sacrificio en los mataderos y a prohibir la exhibición del sufrimiento de los animales en todo tipo de espectáculos menos en el taurino? Alguien podrá contestar que la excepción es para preservar una tradición. Es cierto, pero también lo es que muchas tradiciones han sucumbido a los cambios de sensibilidad moral. Hubo un tiempo en que fue tradicional ahorcar a los reos en la plaza pública y ahora incluso está abolida la pena de muerte.
Algunos defensores del espectáculo taurino apelan a la libertad de opción para atacar las propuestas prohibicionistas. "Nadie está obligado a ir a los toros", vienen a decir. "Dejen que a los que nos gustan podamos seguir disfrutando de las corridas", añaden. Es un buen argumento, ciertamente. Y sería inapelable si el espectáculo no incluyera el padecimiento de unos seres vivos que sufren, algo que las sociedades occidentales del siglo XXI han prácticamente erradicado. Con poquísimas excepciones, como la del toreo.