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VI Campeonato Nacional de Caza de Zorro en Galicia. Opinión.

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Kaosenlared, 18 enero 2009.
VI Campeonato Nacional de Caza de Zorro en Galicia.
Cuando la Sociedad y sobre todo los gobernantes, no toman conciencia de la necesidad de erradicar ciertas conductas, se hace necesario recurrir a las denuncias y a los actos de protesta.
Cuántas veces es necesario acudir a cuestiones legales, que no siempre prosperan, para acabar con determinada actividad que siendo por su naturaleza execrable, su único punto vulnerable es algún posible quebrantamiento de la Norma en su desarrollo. Lo malo de esta cuestión es que se pueden lograr victorias puntuales sin embargo, una denuncia efectiva no tiene como resultado la abolición de unos hechos que, repito, más allá de su legitimidad o no en casos concretos, son la constatación de la permisividad ante conductas dignas de un rechazo absoluto y que en modo alguno, deberían de estar protegidas e incluso apoyadas desde la Administración.

Tenemos un ejemplo inmediato de esta cuestión en la caza del zorro, que el próximo sábado día 24 va a tomar forma en la Localidad de Rodeiro (Pontevedra) convertida en Campeonato, en lo que será una nueva edición de un Certamen anual que reúne a un buen número de cazadores de toda España, principalmente gallegos, que distribuidos en cuadrillas por el monte organizarán batidas con el objeto de matar todos los raposos que sean capaces y con ello, hacerse merecedores del trofeo destinado al ganador. Si nos centramos en el aspecto legal que antes mencionaba, esta cruel e inútil cacería ya ha sido denunciada por las Asociaciones Matar por Matar Non y Adega, basándose en el supuesto incumplimiento de dos puntos recogidos en la Ley de Caza 4/1997 y en la Orden de Vedas 2008/2009. De momento el Acto sigue convocado y que tenga lugar o no finalmente dependerá de la decisión de la Fiscalía de Medio Ambiente. Y no ya en lo que a aspectos legales se refiere pero sí a técnicos, también hay que tener presente la discrepancia entre los estudios respecto a la población de zorros presentados por las diferentes partes: cazadores y detractores de la muerte de animales como forma de diversión. Los primeros indican que la densidad de estos animales es superior a la recomendada; los segundos, han demostrado lo contrario según los informes y estudios que han presentado.

Lo anteriormente explicado sería la cuestión "formal" del asunto y de cuya interpretación jurídica puede depender la celebración de este Campeonato cuyo objetivo es acabar con la vida del mayor número de zorros posible. Pero en todo caso y aunque la Justicia diese la razón a los Grupos ecologistas cuyo trabajo se centra en evitar el maltrato, sufrimiento y muerte de animales como un modo de entretenimiento, se conseguiría paralizar este sangriento acontecimiento deportivo, que no es poco, pero no erradicar de modo definitivo un pasatiempo que tiene diferentes modalidades de "juego", pero sea al paso, montería, rececho o espera entre otros, el objetivo es sólo uno en todos los casos: matar.

No olvidemos que la caza es un deporte y que oficialmente se encuadra dentro de esta categoría, por lo que en modo alguno constituye una cuestión de supervivencia o de necesidad perentoria, sino y como reconocen los propios cazadores es una afición, una pasión que se convierte en aquellos a los que entusiasma en casi una obsesión, de ahí que haya un número tan abundante de furtivos, de personas denunciadas por practicarla sobre especies protegidas, con técnicas prohibidas, en días de fortuna o por sobrepasar los cupos permitidos. Pongamos un ejemplo bastante ilustrativo, es frecuente que a pesar de ser ilegal, estos individuos se dediquen a disparar a gorriones para satisfacer su ansia de ver caer fulminado a un animal, y lo hacen amparados principalmente en la facilidad para encontrar estos pájaros y en lo complicado de sorprenderles en tales instantes; es habitual leer en los foros de cazadores sus relatos en este sentido aún sabiendo que no es legal hacerlo, sin embargo se justifican echando mano del gran número de gorriones que hay y de lo imposible que les resulta permanecer semanas sin cazar algo, añadiendo que tal prohibición les parece absurda y por lo tanto, no siempre se creen en la obligación de respetarla.

Ese es el fondo de la cuestión y lo verdaderamente sorprendente e injusto del asunto. Resulta que no existe la menor duda de que la caza es pura diversión: repoblaciones para seguir disfrutando de piezas, continuos anuncios con ofertas de venta de excedentes de caza, organización de monterías, la caza internacional centrada en especies aquí inexistentes o protegidas, el pago de enormes sumas de dinero por obtener un puesto, la abundancia del furtivismo, el mundo de la taxidermia y de los trofeos... todos ellos diferentes aspectos de una actividad deportiva que cuesta vidas, que deja a muchos animales heridos y moribundos en el monte y que no aporta nada más que satisfacción personal a unos cuantos y sufrimiento a otros muchos. Esta realidad debería de ser motivo suficiente para declararla ilegal y con ello, dar un paso más en el respeto a seres con los que compartimos la característica de ser animales aunque el hombre añada la racionalidad, cuestión discutible en ciertos casos viendo su comportamiento destructor y profundamente sádico.

Pero resulta que como parecemos no haber alcanzado el grado de evolución adecuado para acabar con estas prácticas salvajes, la única estrategia posible es acudir a la frecuente transgresión de la Ley por parte del colectivo de cazadores para, si la Justicia falla a favor, detener la matanza de unas docenas de animales, en un lugar concreto y un día determinado, un hecho de infinito valor si atendemos a las vidas salvadas en esa ocasión pero que en modo alguno elimina una lacra repetida una y otra vez, tanto que la cifra de animales muertos en España en las diferentes modalidades de caza es de treinta millones de ejemplares al año, eso como datos oficiales y que no incluyen el gran número de piezas abatidas con técnicas furtivas. No debería de ser necesario denunciar un incumplimiento de calendario, de sistema de captura o de cupo para frenar tantas muertes absurdas y evitables, como tampoco es lógico tener que acudir a apuntar espantosas irregularidades que tienen lugar en ciertas plazas antes de que el toro salte al ruedo con el fin de mermar su fuerza y capacidad de respuesta ante el torero: taponarle la nariz con bolitas de algodón, untarles sustancias irritantes en los ojos e incluso clavarle alfileres en los testículos; la cuestión no tendría que ser que se incumple la Ley llevando a cabo estas atrocidades sino plantear la necesidad de la tauromaquia o de cualquier costumbre que implique dolor y muerte para un ser vivo como forma de cultura o deporte. De hecho a este tipo de personas, que carecen de la capacidad para conmoverse ante el sufrimiento de un animal, lo que realmente les produce placer por mucho que quieran disimularlo es la muerte de la criatura. Recordemos lo que pasó con la llamada "Tradición del Quinto" en la Localidad de Manganeses de la Polvorosa, que consistía en lanzar una cabra viva desde un campanario para que se reventase contra el suelo; cuando la presión ejercida por algunas Asociaciones contra el maltrato animal logró que fuese obligatorio que hubiese abajo una manta para detener la caída del infortunado rumiante acabó por desaparecer la despiadada costumbre, ya que sin muerte no había diversión.

Y aunque pueda parecerlo, esta aparente dispersión sobre el tema central no es tal, porque da lo mismo que se trate de actividades prohibidas como el lanzamiento de cabras o las peleas de perros, de permitidas en muy pocos lugares como los combates de gallos o de plenamente autorizadas como la tauromaquia o la caza, en todos los casos sus adeptos se aferran a la tradición, a la gente que mueve o a los beneficios económicos que reporta, para reivindicar la necesidad de su continuidad. En el mundo de los partidarios de la caza se emplea un elemento añadido tan egoísta como absurdo, así afirman que los que están en contra de la misma pertenecen al ámbito urbano y no pueden valorarla ya que desconocen las circunstancias que la rodean. Un razonamiento que utilizando desde una óptica absolutamente interesada primero niega una realidad: que están en contra de estas matanzas tanto habitantes de las ciudades como del entorno rural y aún en los del primer caso, negarles su capacidad para opinar es tanto como insinuar que en lo que no ocurre a pocos metros de distancia no debemos de meternos. Por esa regla tan peculiar imagino que no podemos protestar por la existencia de Guantánamo, por las lapidaciones en Irán o por las masacres de focas en Canadá.

No sé si las denuncias interpuestas por Adega y Matar por Matar Non surtirán efecto y no se permitirá llevar a cabo el Campeonato de Caza de raposo, en todo caso y porque más allá de la licitud normativa del Certamen y aunque cumpla la legislación, es triste que sigamos a vueltas con cuestiones como esta, por eso hay convocada una protesta sobre el terreno organizada por Equanimal y secundada por numerosas Asociaciones y particulares, para llamar la atención sobre un crimen al que hoy en día todavía no se le puede calificar como tal, dada la cobertura oficial de que goza. Tanto las querellas como las acciones de campo no son más que un grito para despertar la conciencia de la Sociedad y sobre todo la de los gobernantes sobre estos vestigios de crueldad. Los segundos, cuya reacción ante problemas que consideran menores suele ser lenta e insuficiente cuando no nula, sólo van a tomar cartas en el asunto cuando se den cuenta del rechazo generalizado y expresado de modo contundente por parte de los ciudadanos ante hechos como la caza. Únicamente con un compromiso real lograremos su desaparición; mientras tanto, seguiremos viendo zorros ensangrentados, jabalíes destripados, cabezas de corzos como trofeos, galgos ahorcados, perros perdidos en el monte o muertos en el agarre de la presa, animales de todo tipo atrapados en cepos y lazos, furtivos en solitario o perfectamente organizados matando de forma indiscriminada y por supuesto, escuchando a los escopeteros referirse a todos aquellos que están en contra de la caza, como "urbanitas ignorantes cazasubvenciones pertenecientes a sectas" porque no comprenden que alguien disfrute viendo a un animal atrapado en una trampa, que sienta placer disparando sobre él, que se deleite mientras sus perros lo acorralan y se establece una lucha sangrienta y que al fin, se regocije con la agonía y muerte del mismo. Recuerdo hace poco leer en una Página de cazadores el relato de uno que contaba como de un tiro le había cercenado limpiamente los testículos a un jabalí que consiguió huir para sin duda, morir desangrado en cualquier rincón; este hombre escribía en tono jocoso "este ya no tiene descendencia, ¿vosotros qué opináis?". Así es la caza y así son los cazadores que el día 24 en Rodeiro (Pontevedra), van a participar en la VI Copa de España de Caza del Raposo.

Julio Ortega Fraile



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