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"Yo no puedo dejar de ser ecologista militante"

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cádiz. Literatura pedagógica, o algo así. Ese es el tono literario escogido por Purificación González de la Blanca para su primera irrupción en la narrativa: un libro titulado humildemente Cosas de la vida, que presenta mañana por la tarde en la sede del Ateneo de Cádiz.
sospechosos habituales purificación gonzález de la blanca
"Yo no puedo dejar de ser ecologista militante"

Miembro de Agaden y activista de la primera hornada gaditana de defensores de la naturaleza, mañana presenta su libro 'Cosas de la vida'

escritora. Purificación González de la Blanca.

"Hay que luchar por las causas perdidas"

J.J.TÉLLEZ

"Tenía muchos relatos escritos y seleccioné siete. Todos o casi todos tienen un mensaje. El primero, desde luego. El Baile de Máscaras lo escribí muy impactada por los sucesos en relación con la crisis de las vacas locas. Me aterraba comprobar cómo miles de animales eran tiroteados, enterrados vivos muchas veces. En el 89, en una reunión con Los Verdes en el Parlamento Europeo, supe que ellos habían denunciado lo de las vacas locas pero entonces dijeron que los locos eran los ecologistas. Ese asunto me inspiró el relato, pero quise meter en la piel de un animal a un ser humano para que supiera el sufrimiento tremendo que los animales padecen frecuentemente. Pero tienen otras lecturas también esa narración, claro. Lo del baile, por ejemplo, puede referirse perfectamente a una sociedad insensible ante tanta tragedia, como lo que ocurre en Irak, la desforestación, el cambio climático y una sociedad que sigue bailando, sigue consumiendo, sigue feliz".

Activista de Agaden y ecologista de la primera hornada gaditana, no tiene empacho a la hora de afirmar que suprimiría las corridas de toros: "Sí, pero habría un problema, las dehesas. Yo no suprimiría las dehesas, pero las corridas sí. Me parece profundamente inmoral que exista un espectáculo de masas basado en la degradación de un animal tan bello como el toro. Creo que es un fraude, porque el toro sale ya tocado. Ni siquiera es un duelo limpio. Hace unos años, no más salir de toriles, en Sevilla, murió un toro".

Pero las dehesas, sin ganaderías de bravo no podrían mantenerse al resultar enormemente caras: "Sí, claro, las dehesas las destrozarían inmediatamente, las roturarían y meterían cereal; se las cargarían, eso es cierto". Y la especie del toro de lidia difícilmente sobreviviría en un zoológico, lejos de ese hábitat natural: "Pero el toro de lidia no es una especie autóctona. Una vez, en el Patronato del Parque Nacional de Doñana, un empresario taurino –creo que fue Martín Berrocal–, quiso crear una reserva de toros de lidia. Finalmente, los científicos hicieron un informe que fue presentado también ante el patronato de Doñana y de cuyas conclusiones resulta que el toro de lidia es un mil leches, mezclado con un montón de razas de bovino y que lo único que era auténtico en aquellos pagos era la vaca mostrenca de Doñana".

Libro en mano, la exconcejal gaditana va enumerando el contenido de los restantes relatos de su primer libro: "El de La excursión es un canto a los paisajes de mi infancia, a esa vida bucólica que tan feliz hace a los niños y que consiste en el contacto con la naturaleza. No cuento que esos paisajes que describo cayeron arrasados por una autovía, la de la Costa del Sol, y esa Cueva de los Murciélagos, que aparece en el cuento, la destruyeron. No lo quiero decir para no amargar al lector".

"Otro relato que gusta mucho es el del pleito del caracol, lo kafkiano de la administración, no sólo la cotidiana sino la de justicia. A veces, alucino con las sentencias. Los caracoles son los de Medina Sidonia. Dicen que exagero pero es un caso real".

También frisa la realidad Diez minutos con Julia, la historia de un tipo que lo dio todo por una mujer: "Estaba enamorado locamente de ella. Es una persona conocida. Yo le advertí que podía ser una persona poco honrada cuando me dio mil dólares para que se los llevase a ella. El caso fue mucho más exagerado que los datos que yo refiero en la ficción, pero no hay que dar demasiadas pistas al respecto".

El árbol de los estorninos está ambientado en la gaditana Plaza de Mina y también se basa en evidencias: "Lo que cuento continúa sucediendo en Cádiz. Y es que el Ayuntamiento está empeñado en borrar cualquier rastro de vida animal que quede en la ciudad. Hasta el punto de que a los pájaros no sólo le tiran tracas, sino que están talando y desmochando árboles para que no paren las aves allí, ni les sirvan de cobijo. Estoy extrañada de que en Cádiz las palmeras no tengan dátiles. Y es que, según me aseguran, tienen orden los empleados del ayuntamiento de no dejar dátiles para que los pájaros no coman. Es increíble. Tienen dátiles las de Puerto Real y Jerez. Yo le he puesto un final feliz a ese cuento pero la verdad es que no le veo final feliz a casi nada. Pero los finales felices hay que ponerlos de cuando en cuando, para conservar la esperanza. En el fondo, El árbol de los estorninos es una denuncia de la perversión de la democracia, cuando se hace todo por el voto".

El séptimo relato, el de La cueva del agua refiere otro suceso entresacado de su memoria, "el de un desaparecido que se fue a vender ganado y nunca más se supo, hasta que aparecieron sus restos. Es una historia real, de mi infancia, que ocurrió en Casteldeferro, en la costa granadina".

Le gusta todo tipo de literatura, desde Edgar Allan Poe cuya influencia confiesa, a Kafka o novelas concretas como Madame Bovary, de Gustave Flaubert, o La sombra del viento, de Carlos Ruiz Zafón, que acaba de leer como casi todo bicho viviente.

Ella asume que no puede dejar sus convicciones a un lado: "Yo no puedo dejar de ser ecologista militante. Yo estoy militando hasta dormida. Si no, no sería yo. Aunque estamos viviendo tiempos malos. Todo está desactivado, comercializado, la gente se aburguesa rápidamente y la sociedad de consumo es brutal. Alguna gente no puede cruzarse de brazos y yo creo que soy de esas".






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