PÁJAROS CAUTIVOS
Luis Gilpérez Fraile
Para
muchos humanos, el vuelo de los pájaros es un
símbolo de libertad. Nada parece más libre que
aquello capaz de volar. ¿Por qué entonces
enjaulamos a los pájaros? ¿Quizá para
dominar lo que no podemos poseer? ¿Quizá para
disfrutar de lo que no nos pertenece? ¿O simplemente por el
placer de su compañía? En todo caso no deja de
ser una paradoja.
La costumbre de enjaular pájaros parece ser arcaica. Al igual que ocurre con los canarios, la mayor parte de los pájaros que se crían en cautividad pertenecen al grupo de los denominados "cantores": jilgueros, ruiseñores, alondras, mirlos, petirrojos, verderones, etc. Pero también otras especies son enjauladas por motivos distintos a lo agradable de su canto: periquitos, loros, perdices, zorzales, camachuelos... Los unos, por sus colores, los otros por su utilidad cinegética, exotismo o simpatía.
Con independencia de la razón por la que son enjaulados, a los efectos que ahora nos ocupan podemos dividir a las aves cautivas, atendiendo a su procedencia, en dos grandes grupos: los de procedencia silvestre (es decir, ejemplares que son capturados estando en libertad), y los de cría (es decir, ejemplares nacidos de madres cautivas).
La cautividad de aves silvestres nos parece, sin paliativos, una crueldad. El mayor castigo que puede imponerse a un ser nacido libre es, precisamente, privarle de esa libertad. Y ello sin entrar en otros aspectos que dicha costumbre lleva pareja: la captura de animales protegidos y/o en peligro de extinción (todos los pájaros cantores silvestres lo están), el tráfico ilegal, la creación de nuevos efectivos de aves cautivas para reproducción, el atroz cautiverio de las perdices para reclamo, etc... Cada año, sólo en Andalucía, miles de pájaros cantores son capturados legalmente (con permisos especiales) por los denominados silvestristas. A la sombra de tales permisos, otros miles de pájaros son capturados fuera de cupo, ilegalmente. Su único fin es criarlos en cautividad para reproducción y disfrutar de su canto. La Administración extiende dichos permisos con el argumento de que es una práctica tradicional muy arraigada.
En cuanto a los procedentes de cría, no falta quien sostiene que su existencia se justifica precisamente por ello, por ser criados para estar cautivos. Y hay parte de razón: liberar a cualquiera de estos pajarillos significa ineludiblemente su muerte, pues ya no son capaces de sobrevivir por sí mismos. Durante siglos (el primer registro de un canario domesticado se remonta ya a finales del siglo XVI) generación tras generación no han conocido otro espacio que el limitado por los barrotes de su jaula. Esta es quizá la causa por la que, incluso personas con gran sensibilidad hacia los animales, son capaces de mantener pájaros enjaulados pensando que ello no supone sufrimiento para ellos. ¿Pero es esto verdad?. ¿Al no conocer la libertad pueden echarla en falta?. Es imposible decirlo, paro hay algunos detalles que señalan que, a pesar de su procedencia, aún tienen genes que responden a costumbres de libertad. Por ejemplo su mismo canto.
Los pájaros, no importa si cautivos o en libertad, cantan para señalar su territorio, para marcar un entorno que reservan a la hembra que consigan atraer. Los canarios, por ejemplo, dejan de cantar cuando mudan su pluma, pues saben que durante ese período no pueden atraer hembras. También el periquito deja de cantar mientras su hembra anida. Si son capaces de conservar tales recuerdos ¿por qué debemos suponer que no añorarán otros?.
Debemos llegar a comprender que, excepto para cubrir necesidades vitales, el hombre no tiene derecho a privar de libertad a otros seres. Si tienen patas, dejémoslos correr. Si tienen aletas, dejémoslos nadar, Si tienen alas, dejémoslos volar. La Naturaleza no es propiedad del hombre.
No compres pájaros para tenerlos enjaulados, y si ya los tienes, procura soltarlos en pajareras amplias y no repitas el error. Ayudarás a acabar con una práctica cruel.
Nota: hay magníficas cintas y CDs con los más maravillosos trinos. Elige las grabadas de pájaros en libertad.
La costumbre de enjaular pájaros parece ser arcaica. Al igual que ocurre con los canarios, la mayor parte de los pájaros que se crían en cautividad pertenecen al grupo de los denominados "cantores": jilgueros, ruiseñores, alondras, mirlos, petirrojos, verderones, etc. Pero también otras especies son enjauladas por motivos distintos a lo agradable de su canto: periquitos, loros, perdices, zorzales, camachuelos... Los unos, por sus colores, los otros por su utilidad cinegética, exotismo o simpatía.
Con independencia de la razón por la que son enjaulados, a los efectos que ahora nos ocupan podemos dividir a las aves cautivas, atendiendo a su procedencia, en dos grandes grupos: los de procedencia silvestre (es decir, ejemplares que son capturados estando en libertad), y los de cría (es decir, ejemplares nacidos de madres cautivas).
La cautividad de aves silvestres nos parece, sin paliativos, una crueldad. El mayor castigo que puede imponerse a un ser nacido libre es, precisamente, privarle de esa libertad. Y ello sin entrar en otros aspectos que dicha costumbre lleva pareja: la captura de animales protegidos y/o en peligro de extinción (todos los pájaros cantores silvestres lo están), el tráfico ilegal, la creación de nuevos efectivos de aves cautivas para reproducción, el atroz cautiverio de las perdices para reclamo, etc... Cada año, sólo en Andalucía, miles de pájaros cantores son capturados legalmente (con permisos especiales) por los denominados silvestristas. A la sombra de tales permisos, otros miles de pájaros son capturados fuera de cupo, ilegalmente. Su único fin es criarlos en cautividad para reproducción y disfrutar de su canto. La Administración extiende dichos permisos con el argumento de que es una práctica tradicional muy arraigada.
En cuanto a los procedentes de cría, no falta quien sostiene que su existencia se justifica precisamente por ello, por ser criados para estar cautivos. Y hay parte de razón: liberar a cualquiera de estos pajarillos significa ineludiblemente su muerte, pues ya no son capaces de sobrevivir por sí mismos. Durante siglos (el primer registro de un canario domesticado se remonta ya a finales del siglo XVI) generación tras generación no han conocido otro espacio que el limitado por los barrotes de su jaula. Esta es quizá la causa por la que, incluso personas con gran sensibilidad hacia los animales, son capaces de mantener pájaros enjaulados pensando que ello no supone sufrimiento para ellos. ¿Pero es esto verdad?. ¿Al no conocer la libertad pueden echarla en falta?. Es imposible decirlo, paro hay algunos detalles que señalan que, a pesar de su procedencia, aún tienen genes que responden a costumbres de libertad. Por ejemplo su mismo canto.
Los pájaros, no importa si cautivos o en libertad, cantan para señalar su territorio, para marcar un entorno que reservan a la hembra que consigan atraer. Los canarios, por ejemplo, dejan de cantar cuando mudan su pluma, pues saben que durante ese período no pueden atraer hembras. También el periquito deja de cantar mientras su hembra anida. Si son capaces de conservar tales recuerdos ¿por qué debemos suponer que no añorarán otros?.
Debemos llegar a comprender que, excepto para cubrir necesidades vitales, el hombre no tiene derecho a privar de libertad a otros seres. Si tienen patas, dejémoslos correr. Si tienen aletas, dejémoslos nadar, Si tienen alas, dejémoslos volar. La Naturaleza no es propiedad del hombre.
No compres pájaros para tenerlos enjaulados, y si ya los tienes, procura soltarlos en pajareras amplias y no repitas el error. Ayudarás a acabar con una práctica cruel.
Nota: hay magníficas cintas y CDs con los más maravillosos trinos. Elige las grabadas de pájaros en libertad.
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