OTRA VEZ SOBRE LA RAZA DE LIDIA
OTRA VEZ SOBRE LA RAZA DE LIDIA
Luis Gilpérez Fraile (primavera de 2007)
A los lectores no iniciados en taxonomía –entre los que se encuentra el que esto escribe- les recomendamos que antes de iniciar la lectura de este artículo lo hagan de los titulados «La presunta raza de lidia» y «La raza de lidia» en dicho orden. Así podrán comprender mejor lo que a continuación exponemos. Y a todos los lectores les sugerimos que, mientras leen este artículo, tengan disponible el que criticamos, «El Toro de Lidia», para poder comprobar, si les surge la duda, que no hemos sacado frases ni conceptos de contexto.
Tras la promulgación del «Real Decreto 60/2001, de 26 de enero sobre prototipo racial de la raza bovina de lidia» creíamos que la incompetencia científica con la que se trata el tema de la presunta raza del ganado para lidia había tocado fondo. Pero no, el «Centro de Investigación del Toro de Lidia en Castilla y León» dependiente del «Instituto Tecnológico Agrario de Castilla y León» ha sido capaz de superar la ineptitud de quienes redactaron aquel bodrio legislativo y ello, queremos creer, más por servir a intereses distintos a los puramente científicos que por ignorancia. Nos estamos refiriendo a un amplio artículo sin firmar (no nos extraña que nadie haya querido responsabilizarse de su autoría) que el mencionado Centro de Investigación del Toro de Lidia ha colgado en su web www.cetnotorolidia.es bajo el epígrafe «El Toro de Lidia»
Clasificación taxonómica del toro de lidia.
Comienza el referido dedicando varias páginas al «Origen del Toro de Lidia» con curiosas referencias incluso religiosas, que no vamos a comentar pero que "chocan" en una divulgación pretendidamente científica (p.e.: «Dios hizo el mundo y lo pobló con infinitas especies entre ellas, el toro y por supuesto, el hombre» ¿?) hasta llegar al apartado que denomina «Clasificación Taxonómica». Como es lógico, iniciamos su lectura esperando asombrarnos y encontrar realmente una clasificación taxonómica cientifica del toro de lidia y, por ende, acorde con el Código Internacional de Nomenclatura Zoológica. Pero tras deslizarnos mal que bien por la citada clasificación taxónomica, y detenernos en el nivel fundamental «especie», en vez de encontrar el taxón definido binominalmente, lo que encontramos es la afirmación de que el toro de lidia es de la especie «Bos taurus Braquíceros (sic)» ¿Acaso no sabe el autor que la especie sólo puede tener un "apellido" y que el nombre de taxón trinominal está reservado para definir a las subespecies? Suponemos que sí lo sabe y que se trata de un error de composición, pero enseguida comprobamos que no, porque a continuación afirma que el toro de lidia pertenece a la Subespecie «Lidia», Paramorfo Bos taurus B. africanus (sic). Y en tanto que el paramorfo es una variante taxonómica dentro de la especie, no alcanzamos a imaginar ante qué clase de animal quimérico nos ha conducido esta "original" clasificación. Y cuando continuamos deslizándonos en la imposible nomenclatura y nos entermos que, dentro del paramorfo africanus, el toro de lidia pertenece al Clan Ibérico con una Población de varias estirpes, nos damos por vencidos y desistimos de intentar encontrar alguna explicación lógica a tanta irracionalidad. En definitiva, que el autor, tras entrar en un absurdo laberinto sin salida, ha obviado finalmente señalarnos a qué raza pertenecen los toros para lidia. ¿Será que coincide con nostros en que es empeño imposible?
El fenotipo de la raza de lidia.
Así que continuamos la lectura y enseguida abordamos el apartado de «Fenotipo de la Raza». Y comienza el autor diciendo que la primera pregunta que se le plantea –debido a la diversidad de los aspectos morfológicos externos- es dilucidar si el toro de lidia constituye, o no, una raza. ¡Hombre, a estas alturas, si creyera en lo que anteriormente nos ha comentado, el toro de lidia no sólo sería una raza, sino la raza más determinada y fijada que jamás ha existido, con Paramorfo, con percepción de Clan, y expandida en estirpes! Pero de nuevo vuelve a enfrentarse a la cruda realidad y para intentar buscar una salida a su personal laberinto, acude a la definición popular de raza en vez de a la científica (y ya veremos que ni así) explicando que la Real Academia de la Lengua define «raza» como «cada uno de los grupos en que se subdividen algunas especies biológicas y cuyos caracteres diferenciadores se perpetúan por la herencia». Perfecta definición popular, como no podía ser menos viniendo del DRAE, de lo que el castellanoparlante entiende por raza. Lo que "olvida" el autor es que científicamente hay que afinar en lo dicho, y mucho. Por ejemplo, que dichos caracteres deben ser susceptibles de definición científica y que deben ser estables. Pero bueno, aceptemos su juego y prosigamos, que llega la parte más interesante.
Enseguida, y triunfalmente, dice el autor: «A nuestro modesto entender, y basándonos en esta definición –la del DRAE- podemos aplicar este concepto para referirnos al ganado de lidia, ya que su rango diferenciador, "la bravura" se transmite genéticamente». ¿Y qué es la bravura, le preguntaríamos nosotros? ¿Puede definirla científicamente -algo que aún nadie ha hecho- o le basta la definición popular del DRAE? Porque si le basta la del DRAE, un toro retinto, o morucho, o tudanco... bravo, y los hay en abundancia, sería por tanto un toro raza lidia, y un "Parladé" manso, que también los hay en abundancia, un toro de otra raza distinta a la de lidia. Y si la bravura se transmite genéticamente ¿por qué de padres bravos salen cantidad de hijos mansos? ¿Es que no es estable ese carácter? Por supuesto el autor ni se hace ni responde a tan demoledoras razones y pasa a buscar ayuda fuera se su laberinto personal, sólo para entrar en el laberinto de quienes le precedieron. Así, cita a Sánchez Belda, que nos informa que valorando un carácter psicológico –la bravura- se crea lo que es «la primera raza definida por sus rasgos funcionales». Y tanto, decimos nosotros, sería la primera y la única. Pero como si hubiera intuido que ibamos a decir eso, el autor de inmediato nos trae otra cita, esta vez de Sotillo y Serrano, que nos aseveran que no es la primera, sino la segunda, que la primera fue el caballo Pura Sangre Inglés, cuya raza se define por un carácter funcional: la velocidad.. Así que nos obliga a consultar diversos tratados del pura sangre inglés, sólo para asegurarnos de que se trata de una raza perfectamente definida, desde el siglo XVIII, por sus caracteres morfológicos (científicamente descritos, estables y diferenciadores de otras razas equinas) que obviamente, como a la mayoría de las razas, los galgos sin ir más lejos, les permiten determinados logros funcionales.
Así que, dejamos también a los predecesores en sus propios laberintos, y volvemos al texto en cuestión para su campanada final. Dice el anónimo autor: «La raza de lidia no tiene un prototipo racial único para toda la raza, el único denominador común de todos los ejemplares es la acometividad» ¿Pero no era la bravura? Eso es lo que pasa por utilizar caracteres no definibles científicamente, que al final ya no saben si el toro de lidia lo es por ser bravo, acometiente, agresivo o, simplemente, y ahí sí está la verdad, por pertenecer a una ganadería de toros para lidia. Y como llegados a este punto, al artículo que comentamos ya sólo le resta repetir, más o menos textualmente, el texto del paracientífico «Real Decreto 60/2001, de 26 de enero sobre prototipo racial de la raza bovina de lidia» a cuyo comentrio ya ha accedido, o puede acceder, el lector en «La raza de lidia», lo dejamos aquí, reafirmándonos en lo que tantas veces hemos mantenido: que los toros de lidia actuales no son sino animales mestizos que no pertenecen a ninguna raza determinada, y sólo para fijar un concepto que sirva de referencia, nos permitimos definirlos como "animales pertenecientes a diversas pseudorrazas de Bos taurus, con la característica frecuente, indefinible científicamente, de manifestar una agresividad instintiva cuando son provocados o acosados", característica que comparten con otros muchas especies e incluso con ejemplares de otras razas bovinas.
Y nuestros argumentos están ahí, a disposición de quien quiera debatirlos.
Como el lector puede comprobar, este artículo fue publicado en la primavera de 2007, su antecesor, "La raza de lidia sigue sin existir" en 2005, y el primero de la "trilogía", "La presunta raza de lidia" en 2002. Ahora, casi diez años después, los "científicos" taurinos comienzan a darnos la razón: véase este artículo publicado en septiembre de 2011. Nos satisface habernos podido enfrentar con éxito, durante diez años, a todos aquellos "científicos" que ahora quedan en absoluto ridículo.
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